Joaquín Pérez Sánchez
En Europa, termina un año más de crisis y de aplicación de las llamadas políticas de ajuste estructural. Los resultados saltan a la vista, son muy parecidos a los que se obtuvieron en la década de los ochenta en América Latina, el Este Asiático y en la mayoría de países africanos. Concentración de la riqueza, pobreza y desigualdad.
La receta, ya es por todos conocida, programas de ajuste que prioricen la austeridad, la liberalización de la economía, y que generen el crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB), como indicador ilusorio de que, a través de éste, se está logrando la recuperación.
La realidad es otra, las políticas de ajuste en América Latina provocaron lo contrario. La presidenta de Brasil lo resume de la siguiente manera: “Nosotros ya hemos vivido esto. El Fondo Monetario Internacional nos impuso un proceso que llamaron de ajuste, ahora lo llaman de austeridad. Había que recortar todos los gastos, los corrientes y los de inversión. Aseguraban que así llegaríamos a un alto grado de eficiencia, los salarios bajarían y se adecuarían los impuestos. Ese modelo llevó a la quiebra de casi toda Latinoamérica en los años ochenta”.
En Europa han empezado a aplicarse estos programas de ajuste poco a poco, bajo la supervisión del Banco Central Europeo (BCE), el Fondo Monetario Internacional (FMI) y la Comisión Europea (CE), la llamada Troika que por supuesto lideran los países más poderosos, Alemania, Francia y por supuesto, cada vez menos tras bambalinas, Estados Unidos.
Aunque en Europa las condiciones materiales, políticas y económicas de la mayoría de los países, es muy distinta a los de América Latina, el Este Asiático e inequívocamente África, las políticas de ajuste provocan similares efectos, un crecimiento nulo o mínimo, aumento de los impuestos, disminución del gasto en políticas públicas y servicios sociales, que provocan desempleo, pobreza y desigualdad. Desde luego los más afectados son los sectores más vulnerables.
Los resultados no mienten. De acuerdo con el último informe del Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) y datos de la Organización No Gubernamental OXFAM, más de seis millones de niños han caído en la pobreza en los países ricos en lo que va de recesión. Tan solo en 2013 se han contabilizado, 7,5 millones de jóvenes de la Unión Europea (UE) que no estudian ni trabajan.
En España, uno de los países más afectados, los hogares con todos los miembros adultos sin empleo han aumentado un 290 por ciento.
El malestar crece y en muchas partes de Europa empieza a hacerse evidente que las recetas neoliberales no conducen a la solución de la crisis. El próximo año será más convulso y los jóvenes los protagonistas del cambio.