BELLAS ARTES
Roberto Bañuelas (1931-2015)
A la soprano Hortensia Cervantes,
su compañera por más de medio siglo.
Mario Saavedra
Una de las trayectorias más significativas de nuestro medio operístico, con un instrumento privilegiado que lo llevó a destacar de igual modo en otras importantes casas de ópera del extranjero, el barítono-bajo chihuahuense Roberto Bañuelas (Camargo 1931-ciudad de México 2015) supo reconocer sus facultades innatas y llevarlas al nivel de excelencia que exigen esos grandes circuitos del belcanto. Artista de talentos varios, no sólo se limitó al terreno de la música en el que brilló por su formación panorámica y una lúcida comprensión de los muchos conocimientos que en ese inagotable universo debe abarcar un cantante de sus dimensiones, sino que además cubrió otros muchos “saberes” que lo describen como un auténtico humanista de nuestro tiempo.
A la conquista de Europa
Desde su debut en Bellas Artes en 1958, en una celebrada producción de La Bohemia que acompañó otras magníficas puestas de algunos títulos más en ese año conmemorado a Giacomo Puccini, este espléndido artista reveló dotes tan singulares como atípicas. Elemento destacado dentro un montaje memorable en manos de nuestro inolvidable pucciniano por excelencia Carlos Díaz Du-Pond, contó con la enfática intervención de un joven barítono-bajo que estaba destinado a hacer una muy brillante carrera.
Y quizá no esté de más decir que este discípulo sobresaliente de Ángel Esquivel salió a la luz profesional en una época en que nuestro máximo espacio de las artes escénicas recogía a lo más granado del belcanto mundial, llegando a ser incluso trampolín de otras grandes leyendas de la constelación operística, a la altura de la Metropolitan Opera House de Nueva York, la Staat Oper de Viena, la Scalla de Milán, el Coven Garden de Londres o el Colón de Buenos Aires.
Después de consolidarse en México como una de nuestras más completas y estables voces en su tesitura, Bañuelas se aventuraría con éxito a conquistar los espacios de mayor tradición de la lírica europea —sobre todo en Alemania—, entre otros, Berlín, Hamburgo, Munich. Cantante que en su magnifica carrera cubrió un vasto y nutrido repertorio, de la mano de su talento y su solvente formación ha dejado una huella imperecedera en los robustos y siempre competidos acervos alemán, francés e italiano, en tan diversas como definidas líneas de canto en las cuales sus formidables dotes tanto vocales como interpretativas hicieron escuela.
Por el color de su timbre, por la extensión de su voz, por su capacidad interpretativa, por su depurada técnica y por su exquisita musicalidad, entre otros muchos méritos artísticos, consintió de igual modo otras no menos demandadas especialidades del canto, como el lied o el oratorio. Por cuanto hablamos de un artista cuya vena creativa se extendió con similares talento y fortuna a las áreas de la composición, la docencia, la escritura literaria y la plástica, el maestro Bañuelas dignificó y enriqueció la gloriosa nómina de los Titta Ruffo, los Ettore Bastianini, los Leonard Warren, los Tito Gobbi, los Giuseppe Taddei, los Robert Merril, los Rolando Panerai, los Dietrich Fischer-Dieskau, los Piero Cappuccilli, los Hermann Prey, entre otras grandes barítonos de la historia.
Hombre culto de enorme valía
Notable en los roles estelares para barítono y barítono-bajo de clásicos del repertorio operístico como Las bodas de Fígaro y La flauta mágica de Mozart, o Lucia de Lammermmor de Donizetti, o El Barbero de Sevilla de Rossini, o La Traviata y Un baile de máscaras y Otello y Don Carlo de Verdi, o Payasos de Leoncavallo, o Tosca y La Bohemia de Puccini, o Andrea Chenier de Umberto Giordano, o Fidelio de Beethoven, entre otros muchos papeles con los cuales triunfó en México y en el extranjero, Bañuelas accedió al mucho más selecto mundo de la discografía operística…
Y para prueba, un botón: como lo constata su destacada participación en la celebérrima grabación, de 1976, de Los Maestros Cantores de Nuremberg de Wagner, bajo la dirección musical del egregio Eugen Jochum al frente de la Orquesta de la Ópera Alemana de Berlín, para el prestigiado sello Deutsche Grammophon, compartiendo créditos con Dietrich Fischer-Dieskau, Christa Ludwig y Plácido Domingo. Departió escenario, dentro y fuera del país, con algunas otras leyendas belcantísticas del siglo XX, bajo la batuta y la dirección escénica de otras grandes personalidades del mundo de la ópera.
Hombre culto, de enorme valía será para las nuevas generaciones de cantantes, y en general para quienes desde fuera gustamos de este gran espectáculo sin límites que es el arte lírico, un misceláneo que en vida me autorizó trabajar el propio Roberto Bañuelas, y que verá la luz gracias al espaldarazo que le da mi no menos admirado y entrañable René Avilés Fabila —él mismo, uno de los más devotos promotores de la obra diversa y admirable del maestro Bañuelas— al frente de la Coordinación de Difusión Cultural de la UAM-Xochimilco. Retrato de uno de los itinerarios más sorprendentes de nuestro universo creativo, vivido en primera persona por una de nuestras figuras más distinguidas del quehacer belcantístico, viene a ser una especie de complemento de su libro —éste mucho más teórico y técnico— de lecciones sobre el complejo y maravilloso arte del canto a estos niveles de excelencia.
Medallas Mozart y de Bellas Artes, y objeto de otros varios homenajes, con este libro en cocción (Roberto Bañuelas: Un sol mayor) rendimos tributo a un artista de insospechados alcances y que se nos acaba de ir.
¡Descanse en paz!
