Su intervención ha sido fatal para México

Magdalena Galindo

Aunque las causas que establece el Banco de México para el descenso de sus previsiones son de carácter internacional, la verdad es que lo que está afectando de modo más directo es la reducción del gasto del gobierno, decretada desde enero, de 124 mil 300 millones de pesos. El monto es ciertamente muy alto y atañe desde luego a rubros de programas sociales, como las pensiones para adultos mayores, según lo declaró el propio secretario de Hacienda. Pero sobre todo, la reducción mayor es en el sector energético, pues Pemex tendrá que disminuir su gasto en nada menos que 62 mil millones de pesos y la Comisión Federal de Electricidad en 10 mil millones de pesos, o sea que más del 50 por ciento del ajuste se realiza en las empresas que, después de la reforma que privatizó el sector energético, tendrán que enfrentar la competencia de empresas privadas, principalmente extranjeras. Se trata pues de la misma política que busca debilitar las empresas estatales en vías de justificar la necesidad de permitir la entrada de la iniciativa privada.

Independientemente de que se haya concretado o no formalmente la reducción del gasto público, lo cierto es que cualquiera que tenga contacto con las instituciones oficiales sabe que la respuesta ante cualquier exigencia de pago o la presentación de cualquier proyecto es que el gobierno no tiene dinero, es decir, en los hechos ya ha habido una significativa reducción del gasto público y todo el mundo sabe que es precisamente el gasto público el mayor determinante para que la economía crezca o se estanque. Dicho de otro modo, los recortes presupuestales ya están operando y ésa es la razón fundamental de que la economía se acerque a la recesión.

         Si eso es lo que está ocurriendo ya en este 2015, lo que nos espera para 2016 es todavía peor, porque para entonces ya anunció el secretario de Hacienda que se pretende diseñar un nuevo presupuesto. Es lo que llaman el presupuesto cero, esto es que según ellos no se tomará en cuenta el presupuesto del año anterior para asignar los distintos montos de recursos, sino que se partirá de cero para decidir cuánto se le asigna a cada secretaría, institución o programa. Por supuesto que, según el discurso oficial, ese nuevo diseño se hará a partir de la evaluación de los programas y de sus resultados. El utilizar el concepto de evaluación para decidir las acciones a tomar significa, por lo general si no es que siempre, introducir la arbitrariedad, porque son los mismos evaluadores quienes establecen los criterios de medición a su voluntad, y porque nada garantiza que tales evaluadores cuenten con la capacidad para esa tarea. Y desde luego, porque los ciudadanos no conocen ni quiénes son ni mucho menos cuáles son los criterios empleados o las razones para cancelar un programa o aumentar el presupuesto de una dependencia.

         Por si fuera poco, al anunciar la decisión del presupuesto cero, el Secretario de Hacienda dijo que se recurrirá al Banco Mundial para que asesore la elaboración del nuevo presupuesto, lo cual significa la injerencia de ese organismo en una de las decisiones más importantes de la política económica de nuestro país. Y la experiencia indica que la intervención del Banco Mundial en la orientación de la economía ha sido fatal para México. Del Banco Mundial es la exigencia del llamado cambio estructural, esto es, de la privatización de las empresas públicas y de la apertura total a la inversión extranjera tanto en el sector productivo como en el financiero. El resultado ha sido la extranjerización de la planta productiva, la profundización de la dependencia, el aumento de la vulnerabilidad de la economía, el estancamiento como destino y la pauperización de la población.