Desde 1977, caída del salario
Magdalena Galindo
Ciertamente, como declararon y como se reiteró en muchas mantas, los trabajadores no tuvieron nada que celebrar este pasado Primero de Mayo.
Los salarios han caído ininterrumpidamente desde 1977 hasta hoy, con la escasa excepción de dos años de Carlos Salinas y dos de Vicente Fox. Un descenso tan prolongado significa que hoy los trabajadores vivan con apenas 30 por ciento de lo que percibían en 1976. Y en aquellas lejanas fechas ya era notable la desigualdad, y desde luego no vivían con lujos, ni siquiera con niveles de una clase media como en el caso de Estados Unidos.
Esa caída en los salarios significa que hoy los trabajadores y sus familias —alrededor de 70 por ciento de la población— vive bajo la línea de pobreza, y más de la mitad de ellos (40 por ciento de los mexicanos) apenas sobreviven en lo que en los informes internacionales se llama pobreza alimentaria, o sea, padecen hambre.
Por si eso fuera poco, la reforma laboral aprobada en los últimos días de la administración de Calderón eliminó prácticamente todos los derechos que les otorgaba la ley del trabajo anterior, al introducir formas de contrato que otorgan las ventajas al patrón, desde el pago por hora, el primer empleo, o los que facilitan el despido sin indemnización, como los contratos por obra o tiempo determinado, hasta el outsourcing que elimina por completo la responsabilidad del verdadero empleador.
Pero además, también invalidó el derecho de huelga y estableció el límite de un año para el pago de salarios caídos, o sea que si el juicio dura más tiempo, ya no pueden reclamar sino hasta un año de salarios, como si la tardanza judicial fuera culpa de los trabajadores.
Otro aspecto en el que han sido duramente atacados es en el terreno de las pensiones. Las reformas legales, al privatizar el sistema de pensiones, alargaron el tiempo que tiene que cotizar, trabajar, para aspirar a una pensión. Al mismo tiempo, al individualizar las cuentas, eliminaron el sistema solidario —que las aportaciones de los trabajadores en activo sirvan para financiar las pensiones de los jubilados y pensionados—. Eso sí, el nuevo sistema se convirtió en una extraordinaria fuente de financiamiento para los capitalistas (nacionales y extranjeros) y para el propio Estado, ya que alrededor de un tercio de los fondos de pensiones que hoy suman más de 2 billones (millones de millones) de pesos se colocan en la Bolsa. Éste es el puntal más importante de lo que llamo el mercado de los pobres: el descubrimiento por parte de los capitalistas de que hay otra vía para explotar a los trabajadores al lado de la compra de su fuerza de trabajo en las empresas productivas.
Este pasado Primero de Mayo, los trabajadores no tuvieron nada que celebrar.