Los muy ricos y… los muy pobres

Guillermo García Oropeza

El caso de Grecia me interesa por razones mexicanas, por lo que le ha pasado a esa madre de la cultura occidental con todos sus infinitos méritos, pero que el día de hoy está en una situación con demasiados parecidos esenciales a la de México.

La situación griega tiene hondas raíces históricas; no llegaremos a la Guerra del Peloponeso ni a la caída de Bizancio. Grecia, país colonizado —como México— por los turcos, no por los españoles ni los yanquis. Sólo que Grecia nos lleva una ventaja en catástrofes pues fue víctima de la violencia criminal de Alemania, de esa Alemania que ahora la quiere reducir al estado de una colonia económica.

Mejor concentrémonos en el origen inmediato de los males griegos: la aparición del neoliberalismo de la Sra. Thatcher, el Sr. Reagan y san Juan Pablo II que dio la bendición apostólica a esta nueva modalidad del capitalismo. Ese neoliberalismo que se ha impuesto en el mundo incluyendo al México de los brillantes economistas formados en el ITAM y la gran Universidad de Chicago.

El caso griego hay que referirlo a una situación particular: la Comunidad Europea, un experimento que comenzó tras la guerra con los sueños de reconciliación de grandes líderes y de integración económica y que poco a poco se fue conformando en la unión de casi una veintena de países unidos por el sacrosanto euro y gobernados, es un decir, desde Bruselas, linda ciudad pero que políticamente es un chiste.

La comunidad europea y su brazo militar la OTAN, es decir el Pentágono, es una curiosa sociedad, un club en donde hay un ricote, un medio rico, unos riquillos… y unos muertos de hambre. Entre los muertos de hambre, literalmente, está ahora Grecia, y todos sabemos que Grecia se endeudó y se endeudó y se siguió endeudando aunque no sabemos dónde quedó la lana; ciertamente no en los bolsillos del pueblo griego.

El dinero se lo prestó Europa, sabiendo que no les podían pagar, lo cual suena por lo menos curioso. Sólo que esos préstamos no tenían ningún riesgo porque los avalaban los gobiernos, sobre todo los de Ángela Merkel, aunque claro, si los griegos no pagan a los bancos, les pagará su aval —recordaran la definición de aval como la de un tarugo con pluma—, sólo que en este caso sí hay quienes paguen finalmente lo que se debe, que serán los contribuyentes de Alemania, Finlandia, etcétera.

Me dio pena el tal Tsipras que no cumplió lo prometido aunque a lo mejor, malicioso como soy, nunca pensó cumplirlo, pero decía mi tocayo Shakespeare: “All’s well that ends well”; ya que se salvó el euro, Grecia no se sale del club de los ricos y lo peor que puede pasar es que unos cuantos griegos se mueran de hambre o de falta de cuidados médicos mientras que Alemania logra sin disparar un tiro lo que Hittler no pudo: el dominio de Europa.