Y no López Obrador
Guillermo García Oropeza
Confieso que generalmente se me da el trato con lo demás y que con facilidad me gustan las personas. Pero también admito que hay algunas que rechazo instintivamente y con las cuales me es muy difícil tener la mínima cortesía. Hay ciertos tipos de gente que me pone a la defensiva y a la ofensiva. Entre ellos está cierto tipo de empresario de provincia profundamente reaccionario y finalmente pueblerino. Gente que combina la ignorancia con la arrogancia.
Hace unos días en una comida de amigos que nos reunimos desde hace muchos años y donde se invita a algún personaje local para conocerlo y supuestamente aprender de él, asistió alguien de cuyo nombre no quiero acordarme que después de asestarnos todos sus logros personales y económicos (después supe que la mayor parte eran heredados) no le faló el inevitable diagnóstico de los males del país, todo desde la perspectiva centenaria de nuestra extrema derecha. Que más les puedo decir. Pero lo que me colmó la paciencia fue que soltara nuestro personaje un lugar común político: “Andrés Manuel López Obrador es un peligro para México”.
Y aunque en general soy bien educado no pude contenerme y le dije: “perdone usted, pero si hay un peligro para México ese se llama Donald Trump…”, y ya tirada la primera piedra, para escándalo de mis amigos, le dije que si Trump cerrara ese triste mecanismo de seguridad que son los migrantes se produciría en México una crisis que ni el Estado ni por supuesto nuestra lamentable iniciativa privada podrían aliviar.
Y frente a esa amenaza, la del pobre López Obrador era verdaderamente inocente. Mucho me temo que ahí me gané el título de rojo y subversivo o de alarmista inmaduro. Lo cual encuentro dirían los italianos “molto divertente”. Lo que no es “divertente” ni tiene gracia alguna es Trump, que ha venido a dar una voz al pensamiento o más bien a la estupidez de una buena parte del electorado norteamericano, el más racista y peor informado del mundo. Y debo decir que admiro y amo muchas cosas de los Estados Unidos de Hemingway a Benjamín Franklin y aunque suene a cliché algunos de mis mejores amigos son norteamericanos.
Lo terrible es que Trump es también exponente de un pensamiento político que en Europa es cada vez más poderoso, hasta en mi querida Holanda o en una Francia republicana donde Marine Le Pen podría llegar al poder como han llegado otros en Hungría y en la España neo franquista.
Lo malo es que tarde o temprano a no ser que se dé un milagro, ese electorado que hoy apoya a Trump encuentre a otro demagogo inmoral y manipulador que predique la supremacía blanca y añore los Estados Unidos de un pasado sin los problemas profundos que se viven ahora. Dios nos dio un país maravilloso pero con un vecino muy incómodo. A ver cómo nos va.