Joaquín Pérez Sánchez
Se realizaron las elecciones parlamentarias en Cataluña, calificadas como “históricas” ya que su resultado podría producir una Declaración  Unilateral de Independencia del Estado Español. Los catalanes votaron y nada ocurrió, ganaron los grupos independentistas en escaños, pero no alcanzaron la mayoría en votos. Cataluña luce como un reflejo del conjunto español, una sociedad que quiere cambiar, pero que se resiste ante el pobre panorama político.
El 27 de septiembre pasado, más del 77% por ciento de los catalanes salieron a votar, hecho que provocó gran expectación local e incluso internacional. El resultado decepcionó. Las coaliciones independentistas alcanzaron el 47.8 por ciento del número total de votos, insuficiente para una declaración de independencia.
La agrupación mayoritaria pro independentista, Junts pel Sí que contiene a las dos principales fuerzas políticas catalanas, dominará el parlamento con 62 diputados, pero para sumar la mayoría tendrá que “pactar” con la agrupación de extrema izquierda Candidatura d´Unitat  Popular (CUP) que obtuvo 10 escaños. Aunque estas fuerzas comparten su intención de independencia, las diferencias ideológicas son de tal magnitud que muy probablemente colisionarán.
El 52 por ciento de los votos restantes, que  no pertenecen a los independentistas, pero donde seguramente existen sectores a favor de mayor soberanía o negociación con el estado español, quedó difuminado entre distintos partidos que abarcan la derecha, los socialistas y las candidaturas de coalición de movimientos sociales.
Llama la atención que emerge como segunda fuerza electoral en Cataluña, el partido, Ciutadans (Ciudadanos), de marcado corte neoliberal, que triplicó su número de votos y tendrá 25 asientos en el parlamento.
En este contexto, mientras la propaganda electoral dramatizaba pros y contras de la independencia, la votación muestra que existe un importante porcentaje de los catalanes que quieren la independencia, pero no alcanzan a ser una mayoría clara. También  los comicios mostraron que otro gran porcentaje de los catalanes prefiere cambios graduales o negociados, asustados quizás por las advertencias a escenarios conflictivos con la independencia.
La izquierda en Cataluña, como en otras partes de España y Europa, luce incapaz de superar sus diferencias, sigue empantanada en disputas estériles y no logra convencer a otros sectores de representar algo diferente. La disputa independentista esconde los problemas de fondo de Cataluña, muy semejantes al resto de España y otras latitudes de Europa. El desempleo, la sanidad, la vivienda y el aumento de la pobreza, entre otros. Esos temas estuvieron ausentes en la agenda catalana y pronto saldrán a flote de nuevo.