Ciao, Hugo
Guillermo García Oropeza
Decíamos que Hugo Gutiérrez Vega, recientemente fallecido, tuvo orígenes muy correctos desde el punto de vista de la derecha. Brillante estudiante con los jesuitas, demasiado maduro para su edad se lanzó luego a la aventura del panismo redentor bajo el pensamiento de Efraín González Luna.
Hugo, junto con un grupo de amigos, anduvieron por todos lados lanzando discursos contra el eterno PRI, luego intentaron que el PAN se modernizara y, como premio, los corrieron con incluso unos latigazos que le propinó a Hugo el marqués de Punta Diamante Diego Fernández de Cevallos.
El joven panista se refugió literalmente en el mundo en una brillante carrera diplomática y a su regreso a México sirvió con distinción en la UNAM y en el periodismo cultural mientras se convertía en un poeta muy festejado.
La ideología de Hugo podría definirla como una izquierda inteligente y elegante cercana a los mejores socialismos como aquél de los fabianos en la Inglaterra de George Bernard Shaw. Un socialismo democrático y nacionalista.
Pero para mí la mayor contribución política y social de Hugo es su trabajo intenso en la promoción cultural, especialmente en un periodismo cuya principal característica es su curiosidad universal y su apertura a todas las culturas humanas; y creo que nada es más importante en este tiempo en que nuestras elites, por así nombrarlas, abandonan el nacionalismo y se entregan al único modelo de la peor cultura yanqui, cuando hemos olvidado a Diego Rivera, a Orozco, a Revueltas, a Martín Luis Guzmán, a Vasconcelos, a Rulfo y a Yáñez y la primavera arquitectónica que tuvo este país. La pérdida del nacionalismo cultural es para mí una conspiración que prepara la entrega total de nuestros recursos a los amos de México, algo que se le da muy bien a esos niños bien impecablemente vestidos y educados en Chicago, Harvard y anexas.
Matamos al Niño Dios para darle lugar a Santa Claus y dejamos que las brujas yanquis del halloween profanen nuestro sagrado día de los muertos cuando México volvía a ser azteca y tarasco. Hugo luchó hasta el final.
Yo prefiero subrayar que Hugo fue, sobre todo, para mi gusto, un cronista de la cultura y de la vida de México que es, claro, una obra colectiva de periodistas y escritores que van siguiendo el día a día del país y en especial de la Ciudad de México. Esa crónica aparentemente efímera es, sin embargo, la base para quien en el futuro quiera entender lo que pasó y no pasó.
Junto con otro hombre de teatro que fue Salvador Novo, Hugo Gutiérrez Vega fue escribiendo en su cuaderno el paso de los días en esta patria trágica.