“El triunfo de Tsypras en Grecia es preocupante para la Unión Europea”

Jose Manuel García-Margallo, ministro de Asuntos Exteriores de España.

Regino Díaz Redondo

Madrid.- A dos meses y nueve días de las elecciones generales en las que no habrá mayorías absolutas, el PP no gobernará España aunque ganase en votos porque los nuevos partidos serán quienes definan el color del nuevo presidente del gobierno.

Este, por malo que fuese, siempre será mejor que el actual, perdido en discursos anacrónicos y ausente de la realidad. Nos agrieta la piel y ha logrado que la gente busque un país libre de ataduras y sumisiones.

Mariano Rajoy saldrá de la Moncloa con un pobre bagaje político y una historia de desaciertos. Protegió los intereses de la ya olvidada troika, compuesta por el FMI y los grandes bancos, y defendió absurdamente el neoliberalismo con tintes fachistoides representantes de la ultraderecha de siempre.

Aunque nunca nos desligaremos de ella porque encuentra protección en el Ejecutivo, recibe órdenes de las bolsas y obedece a quienes hunden a las clases medias y trabajadoras en un punto menos que la miseria.

Ni siquiera después de palpar los fracasos de su fuerza política en cuatro comicios: europeos, municipales, autonómicos y catalanes, Mariano Rajoy recapacitó ni cambió de discurso; se regodeó en la política de recortes y de bajos salarios y no desarrolló ningún programa contra el desempleo que es el más bajo de Europa después del griego.

Manipuló el gobierno las cifras y dijo que se han creado casi un millón de trabajos, cuando no es verdad. Considera el santiagués y su ministra Fátima Bañéz de la Virgen del Rocío, que empleo es sinónimo de contratación por horas o días.

Sólo el 8% son contratos indefinidos. Y están sujetos a que las empresas puedan despedir con facilidad apoyándose en la nueva Ley del Trabajo, que tan malos resultados ha dado.

La Transición de 1977, dejó de tener vigencia si alguna vez la tuvo. En esa época hubo que calmar los ánimos y buscar formas de detener a personajes de la dictadura que admitían su derrota pero exigieron la aprobación de acuerdos para tranquilizar a los militares furiosos.

Un abundante número de herederos del franquismo no estaba dispuesto a irse a su casa. Fueron más los que reclamaron y amenazaron con insurrecciones porque querían mantener las chapas obtenidas y guardar sus títulos nobiliarios y eclesiásticos.

Pedían clemencia con soberbia.

Fue necesario iniciar el camino democrático. Los represaliados por el generalísimo, negociaron. Fueron centenas o miles. A cambio de legalizar el partido comunista que ya estaba muerto entonces, se reafirmó el Concordato, se mantuvo la excepción del IBI a la Iglesia y se respetaron los latifundios.

Todos estos privilegios perduran.

La vieja élite logró que el gobierno de Adolfo Suarez amnistiara – indecente medida- a quienes asesinaron a los que protestaron durante cerca de 40 años porque querían tener libertad para expresarse.

La incipiente democracia de entonces, siempre en pañales, hoy se tambalea como nunca con el actual inquilino de la Moncloa. Un ejemplo de la impunidad de los nostálgicos es que Billy el Niño pasee tranquilamente por las calles de la capital. Nunca respondió a las acusaciones que le hicieron por torturar en el ex Ministerio de Interior de la Puerta del Sol a cuanto demócrata encontró.

Este individuo preparaba a sus víctimas antes de que los tribunales de entonces aprobaran el fusilamiento. Gozaba con ello.

Producto de los acuerdos anteriores, quizá necesarios pero excesivos, es parte de la protección de la que aún disfruta la clase fascistoide actual.

Pero todo tiene su fin. Y hoy llegó. Las veleidades de ex políticos y empresarios afiliados a la cosa nostra española han hecho estragos. Miguel Blesa y Rodrigo Rato son sus jefes de filas. A su lado, miles han lucrado hasta extremos que rayan la obscenidad.

Las tramas Gürtel, Púnica, los ERES de Andalucía, la prevaricación de Iñaki Urdangarin, los delitos de los Fabra, Ortiz, Granados, Jaume Matas, Francisco Correa, el presunto delincuente Francisco Camps, Rita Barberá, ex militantes del PSOE y ex miembros de la patronal española, llenaron los bancos rescatados por el Estado con casi 50 mil millones de euros. Todo para evitar la catástrofe. Se nacionalizaron los bancos que estaban en bancarrota y se volvieron a privatizar, cuando no funcionaban bien, con el dinero de todos.

La mata sigue dando. La corrupción ahoga al país. Casualmente los prevaricadores que nos abruman en número y en crímenes pertenecen al partido conservador.

Todavía hay quienes no aprenden de sus errores y mantienen el mismo pensamiento de sus padres ideológicos. Durante la guerra civil se buscaba a la gente casa por casa – lo digo porque lo viví – a los jefes de familia que salieron de España porque aquí les esperaba el fusilamiento o el garrote vil.

Las familias divididas quedaron en la península, sobrevivieron con precariedad y se cambiaban de domicilio para que sus miembros no fuesen detenidos.

Por tanto, demos la bienvenida a Podemos y Ciudadanos. Estas dos formaciones han transformado el panorama político nacional, anuncian mensajes estimulantes. A diario señalan y ponen en evidencia a los ladrones de todas las clases sociales, sobre todo de las poderosas.

Son portadores de la esperanza que tenemos en que llegue un nuevo gobierno y barra la casa por fuera y por dentro. Pablo Iglesias no es un extremista, Albert Rivera es la renovación de una derecha sensata que todos los pueblos necesitan, y que, al menos hasta ahora, ofrece limpiar y devolver la dignidad.

Votemos, votemos. Que no nos asusten con el “petate del muerto”. En el mundo están acabados comunismo, nazismo y fascismo. No hay que permitir que sus nostálgicos nos los devuelvan.

Insisto, por favor, voten, voten. Háganlo por quien quieran, que para eso vivimos en democracia. Pero no se dejen engañar ni amenazar.