Joaquín Pérez Sánchez

El año entra en su recta final y el próximo se dibuja ya como escenario de conflictos en curso. En Reino Unido, el primer ministro David Cameron, se prepara para ofrecerse como la opción que garantice la permanencia de su país en la Unión Europea, pero antes busca que ésta le garantice las ”reformas necesarias” para ganar la partida local.
En realidad,  el gobierno del  primer ministro inglés lleva largo rato negociando  con las autoridades de la UE, por lo menos desde mediados del año en curso. Públicamente se conocen las exigencias del Reino Unido, que no son otras que preservar privilegios económicos y financieros, limitar la integración europea y restringir la inmigración, tanto europea, como de otras partes del mundo. Es decir lo que la mayoría de partidos conservadores exigen en toda Europa.

Así que todo avanza como en una obra de teatro, las autoridades europeas, con una Alemania debilitada por los escándalos de corrupción por el caso Volkswagen, se aprestan  a ”escuchar”, las propuestas de reforma del primer ministro británico que hacia afuera se muestra abierto y receptivo, dispuesto a la negociación, mientras que en la propaganda interna, aparece como el líder que reformará la UE al gusto británico.

De esta manera, Cameron y la UE van un paso adelante de los euroescépticos.  No sería la primera vez que la UE se ”adapta” a las circunstancias, por ejemplo,  en 1992 cuando una mayoría pírrica (50.7%) de daneses rechazó ratificar el Tratado de Maastricht sobre la Unión Europea.  ¿Qué pasó? Nada, los gobiernos europeos le concedieron a los daneses exclusiones en materia de justicia, interior  y defensa, mantuvieron su moneda y aceptaron que la ciudadanía ”europea” no tendría el rango de la danesa. Y el negocio continuó.

Ahora, Cameron presentará su “lista”, la UE negociará y si es necesario se redactarán los cambios, ya que el papel lo aguanta todo y lo que se busca es que, tal y como el mismo Cameron lo expuso ante su público,  si se llega a un “acuerdo”  él está dispuesto a defender ”con todo el corazón y el alma”,  la permanencia de su país en la UE en el referéndum que deberá convocar  antes de que finalice el 2017.

Falta mucho tiempo para ese escenario, pero los hechos son evidentes, por más euroescepticismo que exista, es evidente que los sectores financieros de la City y las empresas británicas, se benefician más, perteneciendo al mercado único que con su hipotética salida. Sin embargo, convencer a los ciudadanos comunes y corrientes es otra cosa y para ello buscan endurecer las posturas en favor de sus privilegios y en contra de la inmigración.