Luis Mesa Delmonte*
La reciente decisión de la administración Obama de enviar comandos de sus fuerzas especiales al escenario de operaciones sirio, junto al impulso dado a la formación de una nueva fuerza militar integrada por árabes y kurdos, resulta ser un diseño táctico que engrosa parcialmente la estrategia general destinada a debilitar y destruir al grupo Estado Islámico (EI).
Si bien es cierto que el pilar principal de las operaciones militares de los Estados Unidos en contra del EI, había sido el desarrollo de ataques aéreos desde agosto del 2014 —junto a otros aliados— hay nuevos elementos que muestran un comprometimiento algo mayor de Washington con los retos bélicos de la zona, al por ejemplo: posponer la retirada de fuerzas del escenario afgano frente a la recuperación de las acciones de combate de los talibanes; llevar a cabo una operación conjunta de fuerzas estadounidenses y kurdas para la liberación de rehenes kurdos en Iraq en octubre; desplegar aviones A-10 y F-15 en la base turca de Incirlik para incrementar su capacidad de fuego; solicitar un aumento de la asistencia militar a Líbano y Jordania; y desarrollar consultas con el gobierno de Iraq para establecer una Fuerza de Tarea de Operaciones Especiales destinada a eliminar líderes del EI, (más allá de los 3 500 soldados ya emplazados en ese país).
Nuevo escenario norteamericano
Al dar a conocer la nueva decisión para Siria, los Estados Unidos han aclarado que las fuerzas especiales están integradas por no más de 50 efectivos, y que su misión central es apoyar con asesoría y entrenamiento, a fuerzas locales que operan en el noreste sirio, y que combaten al grupo EI.
De cualquier manera, Obama rompe con su anterior posición de no enviar tropas al complejo escenario sirio, y sienta nuevas bases para un futuro incremento de las mismas en dependencia de la evolución que presente el teatro de operaciones.
Todo esto supera por mucho algunas acciones de comando ejecutadas previamente en Siria por fuerzas especiales norteamericanas para golpear al EI, capturar a algún líder de la organización o rescatar a rehenes.
Con esta jugada táctica Washington apoya a la nueva Fuerza Democrática de Siria, constituida a comienzos de octubre y que está integrada tanto por combatientes kurdos como por miembros de diversas organizaciones armadas árabes sirias de tendencia “moderada” y que son todos rivales del EI.
La primera ofensiva militar de esta nueva fuerza múltiple —a la que también se unieron fuerzas yazidíes— se desarrolla en la región oriental siria, especialmente en las provincias de Al Hasakah y Ar Raqqah y pretende recuperar territorios dominados por el EI, impedirles el acceso a los pozos petroleros en estas zonas y tomar Sinjar para cortar la vía de suministros logísticos que conectan a la ciudad de Mosul en Iraq con la localidad siria de Raqqah, conocida como la “capital” del EI.
La contraofensiva kurdo-árabe es apoyada con un incremento de los ataques aéreos de Estados Unidos y sus aliados contra puntos a ambos lados de la frontera entre Siria e Iraq.
La posición de Turquía
También los ataques de la aviación turca contra diversas franjas de territorios controladas por el EI a lo largo de la frontera turco-siria contribuyen al éxito de la actual ofensiva.
Es bueno considerar que durante años de conflicto, la estrategia turca se basó en apoyar a diversas organizaciones opositoras sirias, no enfrentarse al EI e intercambiar algunos golpes militares con las tropas sirias en zonas fronterizas.
Pero Ankara cambió su posición desde julio cuando accedió a la petición de Washington y se incorporó a los ataques contra la organización terrorista.
El atentado perpetrado en Ankara por el EI el pasado 10 de octubre, que dejó 102 muertes, se convierte en otra motivación para que los militares turcos adopten una postura más decisiva frente a este grupo.
Por otra parte, la nueva táctica estadounidense constituye una respuesta parcial a las acciones militares rusas y un intento por equilibrar los protagonismos e impactos en la lucha contra el EI en Siria específicamente.
Hay que tener en cuenta que a partir de los ataques de la aviación rusa, algunos de los cuales golpearon a grupos apoyados por Washington y que luchan contra el gobierno de Bashar Al Assad, tanto los Estados Unidos como Arabia Saudita reaccionaron inmediatamente, no sólo con la crítica oficial a las acciones rusas, sino entregando nuevas armas y recursos a diversas organizaciones opositoras.
No obstante, paralelamente militares rusos y estadounidenses llegaron a acuerdos para evitar choques entre ellos en los cielos sirios.
Pero algo también muy importante ha sido la recuperación de las opciones negociadoras (propósito detectable desde los primeros momentos de las acciones de Moscú en el conflicto) y que han logrado sentar en la mesa de diálogo a fuertes contrincantes regionales como son Arabia Saudita e Irán, conversar respecto a la necesidad de lograr un alto al fuego, e intercambiar percepciones respecto al futuro de Bashar y la reconstrucción política del país.
La multiplicidad de factores participantes en el conflicto, ya sea directa o indirectamente, junto a la existencia de intereses totalmente contrapuestos y dinámicas cambiantes, no solo caracterizan al conflicto hoy sino que complican fuertemente cualquier esquema negociador futuro.
En medio de la actual campaña por llegar a la Casa Blanca, los republicanos inmediatamente argumentaron que las acciones de Obama eran “muy limitadas y tardías” mientras que para los demócratas, es una táctica apropiada para no quedar atrapados en este conflicto, como en otras experiencias bélicas de los Estados Unidos.
*Catedrático del Colegio de México.