Pluripartidismo en España

 

 

La democracia de la Unión

Europea es sólo decorativa.

Jürgen Habermas

 

 

Regino Díaz Redondo

Madrid.- A España llega el pluralismo parlamentario con un sorprendente avance de la democracia. Acabó el bipartidismo, la gente votó copiosamente a dos fuerzas políticas desconocidas hace un año y medio: Podemos acapara 69 curules y Ciudadanos 40.

Así las cosas, el continente europeo está atento a lo que ocurra y espera que triunfe la gobernabilidad por encima de siglas e ideologías. Las bolsas caen un 3.8% y la Unión Europea sigue el proceso con mucha cautela.

Por ahora, las urnas han dado un resultado inédito porque sólo una coalición de entes o la ascensión de alguno de los partidos podría alcanzar el número de diputados suficiente para elegir el próximo presidente del gobierno.

Resultados

El Partido Popular (PP) obtuvo 123 asientos en el Congreso, el peor resultado desde 1989, aunque fue el más votado. Sigue el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) con 90 curules y con el más bajo porcentaje de su historia.

Las fuerzas políticas residuales pueden determinar —así está de complicado el asunto— el futuro de los españoles. Ezquerra Republicana por Cataluña con 9, Convergencia y Libertad con 8, Partido Nacional Vasco, 6 e Izquierda Unida-Popular con dos curules, estarán en el hemiciclo.

Queda fuera Unión Progreso y Democracia y la izquierda secular no tiene derecho a formar un grupo. Tendrá que integrarse al grupo mixto. El muy conocido Josep Antonio Durán i Lleida desaparece.

En el ambiente se respira un clima de incertidumbre y desasosiego porque las preferencias se multiplican y la predilección de los españoles hará muy difícil la nueva andadura parlamentaria en los próximos cuatro años.

A tal extremo llegan las cosas que existe la posibilidad de que si no se resuelve el problema antes del 13 de enero, haya que citar a nuevas elecciones.

El partido de Pablo Iglesias se coloca como la tercera opción política, y Ciudadanos, como la cuarta. Albert Rivera se muestra ágil en el discurso teórico y un tanto decepcionado por lo ocurrido en los comicios.

Las urnas arrojaron preferencias inesperadas y, hasta el momento de escribir estas líneas [martes 22], ninguno de los líderes se ha mostrado partidario de una cohabitación para desenredar el lío que existe.

Mariano Rajoy, presidente en funciones, intenta formar un gobierno sólido pero pocos creen en ello. Sólo Ciudadanos podría abstenerse para permitir su liderazgo. El santiagués está inmerso en la ardua labor de buscar alianza con alguno de los partidos minoritarios pero casi todos están en el polo opuesto a su ideología.

Pláticas a la luz pública

Es evidente el triunfo de las fuerzas de izquierda aunque esto haya originado un descontrol que las buenas razones y el sentido común podrían disipar para que salgamos de esta atonía.

Los socialistas no están dispuestos a transigir en asuntos importantes. Se muestran contrarios a un referéndum sobre la independencia o no de Cataluña en tanto que Podemos la pide y es una de las líneas rojas que se ha dispuesto defender hasta el final.

Poco a poco Rivera muestra su verdadera cara. Perdida la posibilidad de ser el partido bisagra para la conformación del gobierno, prefiere esperar unos años aunque para ello tenga que avalar al PP.

Las pláticas entre los líderes de la política nacional se realizan a la luz pública para evitar que haya entendimientos poco fiables o acuerdos injustos.

No se espera ningún arreglo entre los populares y socialistas. Estos buscan conciliar intereses para gobernar el país. Queda clara la necesidad imparable de efectuar un cambio para tener un parlamento más nutrido con un diálogo inteligente y diverso.

Es posible que en los próximos días salga a la luz alguna capitulación inesperada. Rivera está dispuesto a transigir en todo y se derechiza.

Las variopintas instituciones políticas no liman asperezas y mantienen sus reivindicaciones, lo que profundiza la crisis política en que estamos inmersos.

Nunca en la historia de España hubo tal diversidad de plataformas ideológicas, lo que servirá para ir quitándole la costra al viejo neoliberalismo que mantiene engarrotado y limitado el progreso de la nación.

La oligarquía, con sus excepciones, amenaza sutilmente — no tanto— con crear el caos económico si no se mantiene el actual sistema que ya es anacrónico e inoperante.

Ha sido importante el desalineo de Rajoy con el resto de los líderes partidistas. En estos momentos está solo y en espera de que alguno de ellos doble las manos.

A las casillas acudieron 73.20% de los 36.5 millones de personas con derecho al sufragio. Pese al desconcierto, el ambiente social se oxigena y hace prever que, de aquí en adelante, la participación directa de todos nosotros será fundamental y decisiva en el devenir de la península.

Y algo más: el PP mantiene su hegemonía. No obstante la cantidad de errores cometidos durante la última legislatura en la que arremetió contra todos en defensa de los intereses personales de algunos de sus miembros. Cree Rajoy que destapó la cloaca cuando fue ésta la que lo destapó a él.

Los portavoces del partido en el poder han suavizado sus comentarios y hacen guiños a izquierda y derecha para ver a quién convencen con el falso pretexto de evitar “la destrucción” económica de España.

Las principales ciudades quedan en manos de las organizaciones políticas nuevas que traen una extensa carga de vigor y dialéctica y nos hacen pensar en la versatilidad que imperará a la hora de tomar decisiones vitales. Los españoles ya no tendrán que supeditarse ante una mayoría del PP que no dio ningún resultado y que sólo trajo descontento, malestar y pobreza.

 

Vamos bien; no tropecemos

En la Cámara baja se esperan discusiones necesarias para lograr medidas que realmente beneficien a la población y no a los intereses personales o partidistas como hasta ahora.

Resulta curioso que, dentro de este maremágnum que estamos viviendo, Pedro Sánchez, secretario general del PSOE, anuncie a bombo y platillo que se presentará a la reelección en febrero próximo.

Tal declaración demuestra que, dentro de su organismo político, existen muchas voces que lo cuestionan y se muestran contrarias a la forma en que enfocó su campaña electoral.

Iglesias y Rivera nunca pactarán porque están en las antípodas y es preferible que así sea aunque ello origine mayores esfuerzos para conseguir la viabilidad de un gobierno más democrático, más popular, sin egoísmo y con menos plasmas.

El madrileño quiere acallar las voces que cuestionan su protagonismo.

Las pálidas venas de la política actual se vigorizan con sangre nueva y honrada. Palabra ésta a la que no estamos acostumbrados.

Las actitudes axiomáticas desaparecen. Todo se hará en un contexto de libertad ideológica.

El Senado queda en manos de los populares con una mayoría absoluta. Pero todos sabemos que este organismo ni pincha ni corta. Es sólo el cementerio de los mastodónticos dinosaurios amigos del inmovilismo para seguir chupando de la ubre que ya no se da abasto para alimentar tanto parásito.

Termina así una situación en la que nos alegrábamos de una democracia poco plural, supeditada a la decisión de unos pocos que levantaron una barrera infranqueable para impedir que se oiga la voz de los más necesitados.

Vamos bien. No tropecemos. Hay que arreglar todo lo antes posible. No conviene citar a nuevas elecciones porque estamos siendo observados por la troika internacional.