Salario mínimo, escandalosa desigualdad

Magdalena Galindo

Bastante escándalo ha provocado que la Comisión Nacional de Salarios Mínimos haya decidido fijar el que regirá para 2016 en 73.04 pesos, lo que representa un aumento de 4.2 por ciento en relación con el salario mínimo de 2015, que es de 70 pesos con 10 centavos, o sea que el aumento significa 2.94 pesos. Si lo multiplicamos por 30 días, quiere decir que el salario mínimo mensual para 2016 será de 2 mil 191 pesos con 20 centavos.

A las primeras críticas, el presidente de la comisión de salarios mínimos, Basilio González Núñez, tuvo la desfachatez de responder: “Yo le diría a la clase trabajadora que los realmente pobres de México son aquellos que no tienen empleo”, y preguntó enseguida: “¿Qué preferiría: un salario mínimo o no seguir teniendo empleo?”.

Por supuesto que muchos han difundido el salario que recibe González Núñez, que es de nada menos que 173 mil 436 pesos mensuales, es decir, 5 mil 781 pesos diarios, o sea 79 veces el salario mínimo fijado por la comisión para el año que entra.

Se trata, en efecto, de una desigualdad escandalosa, que destaca el cinismo de quienes deciden que más de seis millones de trabajadores que reciben únicamente el salario mínimo sigan viviendo en la miseria.

Y, además, ese ínfimo aumento del 4.2 por ciento, no sólo afecta a quienes perciben un salario mínimo, sino al conjunto de los trabajadores, porque ese mismo porcentaje se aplica en prácticamente todos los contratos colectivos, y aún en aquellos casos en que se trata de contratación individual o ni siquiera hay contrato.

Si la decisión tan brutal ha causado escándalo, no ha sido una sorpresa. Se trata de una política aplicada desde 1977, hace 38 años, en que los salarios reales, o sea como se mide el valor adquisitivo del salario nominal, una vez tomada en cuenta la inflación, han disminuido ininterrumpidamente.

Hoy, quien recibe un salario mínimo, puede comprar apenas un 30 por ciento de lo que compraba quien recibía un salario mínimo en 1976. Y es que, como ya he mencionado en estas páginas, cuando se firman los acuerdos con el Fondo Monetario Internacional en 1977, se establece la política de los topes salariales, esto es, que el aumento al salario que se otorga cada año, se coloque siempre por abajo de la inflación.

De esta manera, los salarios reales han caído cada año, y con este mecanismo se realiza una transferencia de riqueza de los trabajadores a los patrones. Esta es una de las vías principales por las que la desigualdad en México se ha acentuado hasta colocarse como una de las peores en el mundo,

Si bien es cierto que los topes salariales tienen ya 38 años de aplicarse en México, también es verdad que en los últimos tiempos hemos padecido un conjunto de políticas, tanto en materia fiscal, como en el reparto del presupuesto federal, como en la apertura de campos, antes vedados por la Constitución, como el petróleo y la electricidad, a la iniciativa privada nacional y extranjera, como en la propia reforma educativa, en la que sólo se escucha la voz empresarial, como en la reforma laboral, que permite a los patrones eliminar prestaciones y derechos de los trabajadores, como ahora con un aumento que ni siquiera llega a los tres pesos, un amplio conjunto de políticas, pues, que muestran que ahora los capitalistas y sus representantes van por todo.

Los empresarios han buscado enfrentar la crisis económica con una estrategia que se sustenta en el despojo de los trabajadores y en ese despojo han encontrado una vía para aumentar sus ganancias.