Joaquín Pérez Sánchez

Después de las elecciones generales de diciembre pasado, en España se configura un escenario de transición que anticipa un año de creciente inestabilidad política, en el que los partidos tradicionales que se turnaban el poder, han quedado debilitados, sin posibilidad de formar gobierno por si solos.  El mapa político se ha trastocado y nuevos grupos políticos surgen para configurar otra etapa de disputa del poder donde los pactos políticos serán una realidad.
El Partido Popular (PP) y el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), entidades que se han intercambiado en el poder durante los últimos años, se encuentran debilitados, cuestionados y desprestigiados como no se había visto en mucho tiempo.
 
El resultado de las elecciones del 20 de diciembre pasado, ha dejado a estos partidos tocados, disminuidos, sin posibilidad numérica de formar gobierno por si solos, aunque podrían hacerlo juntos. Hecho que, sin embargo, tendría un costo político muy grande. Y aunque en la práctica poco se han podido diferenciar al aplicar sus políticas, sobre todo durante los últimos ocho años, en el papel, socialistas y conservadores no deberían formar gobierno.

Al escenario se han sumado varias fuerzas, pero destacan dos agrupaciones que tienen un potente respaldo electoral y que son antagónicas en su ideología: Podemos, el partido surgido en las plazas tras la dura crisis económica y Ciudadanos, el partido catalán que representa la nueva generación de la derecha y que por supuesto está en contra del independentismo.
  
Y es que el escenario español se encuentra trastocado por el tema de la independencia catalana que ahora entra en una nueva fase, al haber logrado las fuerzas independentistas, un acuerdo de último minuto para formar gobierno y continuar su desafío al Estado español. De hecho, en Cataluña ha sido el lugar donde los partidos tradicionales han sido rechazados y convertidos en minorías.

En este contexto, la gobernabilidad en España ahora claramente depende de que estas cuatro fuerzas se pongan de acuerdo ya que el mandato de los votos fue claro, no hay un ganador y las fuerzas políticas están obligadas a ponerse de acuerdo, pero si no lo logran, entonces tendrá que llamarse a nuevas elecciones.

En la mesa están los temas más espinosos como son el planteamiento de reformar la Constitución, defender e impulsar lo que queda del estado de bienestar, atacar el desempleo y disminuir la creciente desigualdad económica y por supuesto ofrecer una salida política al tema de Cataluña.

Aparte de la presión social de los votantes, Bruselas, sede del poder real en Europa, exige un gobierno estable en España, escenario que está muy lejos de concretarse. Los pactos políticos pueden ser la solución, pero sería temporal, debido a que son muchos los temas y muy complejos como para esperar que se pudieran poner de acuerdo en todo. Se habla de otros ejemplos, como el caso de Portugal o el italiano, también se dibujan pactos a lo alemán o lo escandinavo, pero es muy complicado fantasear con una realidad cultural distinta.

Basta ver la polémica que se armó en el nuevo parlamento cuando una diputada de Podemos llegó al recinto y trabajó con su bebé en brazos e incluso lo amamanto. El hecho generó reacciones políticas de diversa índole, según el espectro ideológico, desde un acto valiente, hasta una expresión propagandística de mal gusto.

Este evento que en otras latitudes quizá hubiera pasado desapercibido o considerado como algo curioso, en España se convirtió en un tema mediático de gran trascendencia, donde representantes de las distintas fuerzas políticas se desdoblaron en posturas tan diferentes que se puede confirmar lo difícil que será lograr consensos.

Lo bueno es que este escenario confirma que ahora sí se está moviendo España y que las discusiones y los posibles pactos políticos por menores que sean, son reflejo de la necesidad de la población por impulsar un cambio que al menos se lleve lo que ya no funciona y no se aguanta.