Incógnita de la vida
En el 2015 que terminó tuvimos la oportunidad de visitar el Universo de Farabeuf de Salvador Elizondo (1936-2000) en el Palacio de Bellas Artes. En una pequeña sala, que por el silencio y la penumbra que ahí imperaban parecía más un velatorio que una exposición sobre una novela publicada hacía cincuenta años. Después de cruzar el río de visitantes de las exposiciones de Miguel Ángel y Leonardo da Vinci, por la “magia” de la televisión, llegar al aposento de una novela intimista, de vanguardia en su momento, fue para mí, espectador único, como recogerse en la profundidad del ser o en la de la incógnita de la vida.
He escrito antes que reconocí en Farabeuf o la crónica de un instante otra manera de escribir novela. Aunque Elizondo alguna vez dijo que Farabeuf era un texto, no una novela. Pero, toda novela es un texto. Y Farabeuf es otro tipo de novela.
En esta exposición se podían ver las fotografías enigmáticas de un ritual de tortura chino de hacía más de cien años que Elizondo adoptó para la escritura de su novela, los libros en francés del Dr. Farabeuf sobre cirugía, los de Pound, Fenollosa, Mallarmé…; en tanto se escuchaba su voz que salía de los oscuros rincones de la sala, decía que en La filosofía de la composición de Poe, “están encerrados rodos los preceptos del arte moderno”.
Martín Luis Guzmán
Vimos, también, la exposición sobre Martín Luis Guzmán en otra pequeña sala, pero del Museo de Arte Moderno, con el pretexto de exhibir los cuadros de importantes pintores mexicanos (Herrán, Rivera, Zárraga, Orozco, Soriano, Cuevas, Tamayo…) que llegó a atesorar el político e importante escritor. La rumorosa muchedumbre de Miguel Ángel y Leonardo quedaba suficientemente lejos y no molestaba a los interesados en la vida y obra de Guzmán. Allí se exhibía el filme de Julio Bracho, La sombra del caudillo, basada en la novela homónima del escritor de la Revolución Mexicana, de la que surgieron sus novelas (El águila y la serpiente) y otros libros.
En la presentación de esta exposición se aludía al “oficialismo” de Guzmán, como si los escritores estuvieran obligados a estar en contra del sistema político de México, emergido de una revolución; según estos comentaristas hay que ponerse en contra del gobierno para estar en lo correcto y moral. Ignoran que lo más importante en un escritor y artista es su obra y la coherencia temporal, temática y de forma de la misma.
Esa acusación se la hicieron también a Octavio Paz: cuya inteligencia y universalidad, con una impresionante obra, le impedían entregarse —como algunos en el medio— a una ideología política que siempre se espera que sea de izquierda. Porque todo lo que sea de izquierda es heroico, aun en sus graves errores, y todo lo que la critique será considerado por lo menos “reaccionario”. A estos les interesa no la literatura sino la lucha de poderes fácticos. Criticar al gobierno no está vetado en una democracia, lo malo es hacerlo superficialmente o por intereses partidarios.
La estupenda Amparo Dávila
Por fortuna, la rebatiña política no vence la literatura. En 2015 se celebró (casi iba a decir: se redescubrió) a una estupenda cuentista mexicana, Amparo Dávila (1928), que junto con Inés Arredondo y Guadalupe Dueñas, cito en mis cursos y talleres de cuento y novela. Son originales y logran una interesante intensidad cuentística y, sobre todo, poseen ese elemento fantástico caro en el cuento y en mi gusto personal.
Amparo Dávila es autora de Muerte en el bosque, en donde el misterio, no pocas veces sobrenatural o metafísico, se consolida en situaciones y anécdotas en apariencia cotidianas; la forma parece sencilla, pero por esa misma “sencillez” consigue una eficacia del cuento admirable. Le concedieron la Medalla Bellas Artes acertadamente y espero que republiquen sus cuentos completos (FCE) como un digno homenaje. No olvido su cuento “El huésped”, en el que hay una presencia física en el fondo de la casa, que no se ve ni se nombra, pero se sabe terrible e ineludible.
El Cervantes a Del Paso
Finalmente, se le concede a Fernando del Paso (1935) el deseado Premio Cervantes de España, el más importante en nuestra lengua. Que debió haberlo recibido antes, pero lo más significativo es que se reconozca una obra de la envergadura literaria-narrativa de Del Paso, más allá, fíjense lo que son las cosas, de sus declaraciones en contra del gobierno que ha hecho en la FIL o en alguna de las entrevistas que ha dado. No trascienden sus opiniones políticas que son ligeras, sino la densidad y realidad literarias de novelas como Noticia del imperio o José Trigo en las que no es nada banal. Él está orgulloso de su Palinuro de México, que, como Terra nostra de Carlos Fuentes, espanta por su grosor. Su Linda 67. Historia de un crimen, divierte.
El Gazapo de Sainz
Además, recordamos los cincuenta años de Gazapo, de Gustavo Sainz (1940-2015), que, lamentablemente, ya no le dio tiempo de enterarse. Por su tono adolescente, Gazapo se ubica, junto a las de José Agustín, entre las de la Onda, lo que no les hacía mucha gracia.
Sin embargo, felicidades para todos en este 2016.