“…mis electores confían en mí.

Puedo disparar a la gente en la Quinta Avenida y

no perdería votos”.

Donald Trump

Regino Díaz Redondo

MADRID.- El país respira con dificultad, los políticos enrarecen la atmósfera y el oxigeno se contamina. El nuevo gobierno se resiste a tomar posesión, la balanza se inclina a uno y otro lado sin método, y descontrola. Estamos a la expectativa; los españoles viven un momento único en la historia. Deben entenderse y ese es el problema, los que nunca antes se entendieron ahora tienen que encontrar la fórmula para llegar a acuerdos que hagan transitable el camino hacia el cambio.

Los posibles acuerdos se suceden. El PSOE quiere formar gobierno pero rehúye tímidamente a Podemos y este partido le presenta masticado un programa de gobierno en el que él sería el presidente y Pablo Iglesias el vicepresidente.

Un traje a la medida que ninguno de los dos se pone o que tienen miedo a usar por si es una trampa tendida por el inmovilismo o los intereses creados. La lucidez, ya de por sí escasa, disminuye. Son pocos los que alcanzan a emitir serenos juicios y cada uno lo hace a su manera y sesgadamente.

El panorama está nublado y los protagonistas se enfrentan entre sí para conseguir que alguno de ellos ocupe el sillón de la Moncloa.

Mariano Rajoy declina temporalmente presentarse a la investidura no obstante que Felipe VI le propuso que lo hiciera. El comunicado de la Casa Real explica lo anterior aunque hay dudas de que así se haya efectuado el diálogo entre ambos.

El monarca actúa con inteligencia y le dice a Rajoy (creo yo) que desista para ver cómo funcionan los demás aspirantes a la presidencia del Gobierno. No es don Mariano el que se aparta sino que su Majestad le obliga a ello y acepta.

Los jirones de esta España abierta en canal pero aún viva, son cada vez mayores y más profundos. Nuestra piel está herida pero nadie pierde las esperanzas.

En la semana pasada  don Felipe volvió a entrevistarse con los candidatos para conocer sus puntos de vista y escuchar las proposiciones que le hicieron los diversos partidos. Lo sabido es que Mariano Rajoy, con su acostumbrada pachorra, explica, sin que nadie se lo crea, que por el bien de la nación se aparta temporalmente de la carrera presidencial porque “no tengo los votos suficientes para ser elegido”.

Efectivamente. Al neoliberal no le apoya nadie. Si acaso, sus militantes que permanecen fieles a la derecha y se asustan ante la posibilidad de que los socialistas y la izquierda asambleísta puedan alcanzar un acuerdo y termine el desasosiego.

En cualquier momento pudo o podría darse una solución a la inquietud que embarga a la sociedad española. Las conversaciones que Pedro Sánchez, Rajoy, Iglesias y Albert Rivera sostienen en La Zarzuela se conocen a medias.

Existe, quizá por conveniencia, un respeto al jefe del Estado y en él se apoyan para despejar el ambiente y lograr una coalición de conservadores o progresistas, cada uno por su lado.

Hace ya 42 días que la gente acudió a las urnas y todavía está en veremos si su mandato su cumple. ¿Cuál es?. Evidentemente los electores prefieren un pacto de la izquierda y lo demuestran en las votaciones. Lo que dejan en manos de los líderes de los partidos es cómo integrar un solo cuerpo que maneje el país.

Mientras tanto, los organismos internacionales, la Unión Europea y todo el maremágnum de siglas siembran aquí y allá la duda sobre el porvenir de España si no se nombra ya un jefe del Ejecutivo. Las presiones son cada vez mayores, de dentro y de fuera. Las fuerzas políticas pueden dar la sorpresa y quizá podríamos tener gobierno ahora o un poco más tarde. Vuelve el fantasma de nuevas elecciones y las encuestas muestran que los españoles no las quieren.

Pese a todo, el ambiente se aclara un poco pero el optimismo termina dónde la incertidumbre aparece monda y lironda. Todo se resolvió o resolverá dentro de un corsé que aprieta y tiene estupefactos a las naciones del continente.

Los nuevos políticos, Iglesias y Rivera, se distancian cada vez más. Este no apoyará nunca un gobierno en el que participe Podemos. Y se muestra partidario de seguir absteniéndose “por el bien de España”. Inclusive, puede cohabitar con el PP para terminar con el vacío de poder.

La democracia, poco conocida entre nosotros, lucha por abrirse paso. El gobierno en funciones  asegura  que sin Mariano Rajoy la nación se romperá. ¿Cuántas veces se ha roto ya?. La gente está hasta la coronilla de estas frases habituales y monótonas. Hay que encontrar, cuando menos, respuestas más coherentes y sensatas.

Como nada es inestable, España tendrá gobierno tarde o temprano y éste será precario y muy corto. En el Congreso de los diputados las fuerzas políticas participan en un banquete donde hay muchos platos envenenados.

Además, por si no teníamos bastante, los presidentes del País Vasco y la Comunidad de Cataluña sacan sus banderas y aprovechan el deterioro para barrer hacia su casa. Íñigo Urkullu se manifiesta favorable a la coalición de izquierda y señala que el PNV nunca respaldará a Rajoy.

Carles Puigdemont, presidente de la Comunidad catalana, espera con paciencia a que se haga realidad lo que en un principio pidió Podemos y que es un referéndum para que el pueblo de esa región decida su futuro.

Todos sacan raja de la situación actual y aunque no debe asustar que tardemos en encontrar al nuevo presidente, los de siempre se confabulan y lanzan patadas al pesebre que les da de comer.

¿Es don Mariano un estratega? Lo dudo, alguna carta esconde en la manga. Piensa que la animadversión entre los políticos del cambio crecerá y será imposible que lleguen a unirse. Entonces, aparecerá para ser elegido urbi et orbi.

El santiagués no reconoce que ya España tiene una inclinación a favor del  sentir popular. El monstruo del populismo aparece en todos los discursos de los súbditos de la troika. Ese calificativo se interpreta mal. Ser populista es ser amigo del pueblo, de lo popular, no de los gobiernos de Maduro, Morales, Correa e Irán. ¡Menuda cantinela!

De seguir así, Podemos será a juicio de la casta, el eje del mal al que hay que combatir por el bien y el progreso nacionales. Los empresarios y los sindicatos actúan a su manera. Los primeros entrevén una situación irremediable de caos y de desconcierto. Los líderes obreros han desaparecido, nadie sabe de ellos, no están en ninguna parte ni siquiera en conferencias de prensa. Permanecen mudos y se inclinarán al sol que más calienta. Se lo reprocharán los trabajadores y habrá cambio de dirigentes en cualquier momento.

La falta de congruencia es un fenómeno que nos lleva al galimatías en que se encuentra el país. ¿Quién es el bueno y cuál el malo?. Lo único claro es que el PP no se recuesta en nadie porque lo repelen. Igual que a Podemos que lo satanizan desde Felipe González y Alfredo Pérez Rubalcaba hasta la izquierda mediática que titubea y exige definiciones a su favor.

Los carcas mienten a tutiplén, se exhiben como palomas de la paz cuando son aves de rapiña. Les importa mantenerse en el poder con el propósito de tapar sus culpas y la deshonestidad de algunos de sus miembros más distinguidos.

Además de que el quehacer político nos sorbe el seso, siguen descubriéndose fraudes al fisco y robos de ex funcionarios que utilizaron la política para lucrar. Todos los días conocemos los nombres de los nuevos asaltantes de las arcas nacionales.

El único peligro que existe es el de la presencia de los sables. Que no lo oiga nadie. Da escalofrío, trae recuerdos de crímenes y sólo pensarlo pone los pelos de punta. La ultraderecha consigue, en parte, su propósito. Esparce sus tentáculos por todos los rincones de la nación para mantenerse con vida y privilegios. La izquierda, como es habitual, se pierde en discusiones bizantinas y tiene la piel muy sensible.

Nadie piensa en el regreso de la dictadura pero hay que tomar en cuenta lo que originó nuestra guerra civil.  ¿Hay remedio?.