Joaquín Pérez Sánchez

El Poder político y económico que maneja a Europa se desdibuja cada vez más y se retuerce para buscar respuestas en políticas del pasado. Desde Bruselas, el aparato burocrático, amenaza a los países pobres de la región  y se niega a aceptar la realidad. Situaciones como las de los refugiados desnudan ese poder  y muestran con claridad quiénes son.

Al finalizar enero, se conoció en los medios de comunicación la noticia de que al menos 10 mil niños refugiados que han llegado a Europa están ”desparecidos” y ”muchos” de ellos se presume han caído en manos de bandas criminales, según la Oficina Europea de la Policía (EUROPOL),.
Para entidades humanitarias como Save the Children, el número de menores  no acompañados que se internó en territorio europeo el año pasado, es de por lo menos 26 mil, por lo que la cifra proporcionada por la EUROPOL es ”conservadora”.

La situación de los refugiados es grave y en el caso específico de los menores, alcanza niveles de escándalo. De acuerdo con la entidad policial, existen pruebas que confirman que ”muchos” de los menores refugiados ”no acompañados” han sufrido abusos y explotación sexual en Europa.
Sin embargo, en Bruselas, las respuestas políticas son otras, por ejemplo, se amenaza a Grecia con sacarla de la ”zona de tránsito europeo” Schengen, por su supuesta falta de control para detener a los refugiados e inmigrantes que entran por su territorio.

Además, en el colmo de la estupidez, se prepara una normativa que criminaliza las acciones de los voluntarios y de las organizaciones humanitarias que están en el terreno ayudando a los refugiados.

La estupidez institucional  no tienen límites y en ocasiones supera las bromas de humor negro. En Dinamarca, por ejemplo, las autoridades han decidido ”confiscar” el dinero que posean los refugiados (mayor a 1340 euros) y las joyas que no tengan ”valor sentimental” (como las alianzas matrimoniales). Cualquier parecido con la rapiña en el medioevo es pura coincidencia.

Mientras tanto, en ciudades como Estocolmo, Suecia, un centenar de encapuchados amenaza a los transeúntes que parecen extranjeros y distribuye propaganda neonazi. En Alemania, también se realizan cotidianamente manifestaciones de grupos racistas. Suecia, Finlandia, Holanda, anuncian deportaciones masivas.

Pero a Bruselas, sólo se le ocurre criminalizar a los que ayudan y humanizan la tragedia, a exigir a los gobiernos pobres que cumplan a rajatabla con el pago de la ”deuda” y con las condiciones económicas impuestas. Mientras tanto, la ruleta sigue su curso, las empresas que fabrican armas cotizan al alza, también las que producen vallas metálicas y electrificadas y las empresas que proporcionan ”seguridad”.
Voces demenciales se alzan, buscando dibujar una idea clara de una Europa dividida, entre Norte y Sur, países ricos y países pobres. Poner vallas para que no vengan los pobres y los distintos, tensar la cuerda hasta que el cuerpo (europeo) aguante.