Por Joaquín Pérez Sánchez

Cuatro meses han pasado desde que se decidió la salida del Reino Unido de la Unión Europea y hasta ahora esa salida no se ha formalizado, por el contrario, entre más pasa el tiempo, implementarla se complica. La primera ministra británica, Theresa May, anunció que activará oficialmente la salida en marzo próximo. En tanto en el escenario político y económico, todos los actores jalan agua para su molino, unos quieren un divorcio “duro” otros “blando”, pero lo que más se aprecia es un caos declarativo que incluso amenaza con la desintegración del Reino Unido.

Han pasado cuatro meses desde el histórico referéndum (23 de junio 2016) en el Reino Unido, que culminó con un 52 por ciento de los votantes por la salida de la Unión Europea (Brexit). Desde entonces a la fecha, todo es incertidumbre, ya que May, que asumió en julio pasado, no ha convocado el famoso artículo 50 del Tratado de Lisboa, que inicia formalmente un período de negociaciones de dos años, para la retirada de un país comunitario.

Las declaraciones de la primer ministro, han sido vagas. Por ejemplo, en el marco del congreso anual del Partido Conservador, en Birmingham, Inglaterra,  aseguró en una entrevista televisiva, que “el calendario está preparado para el primer trimestre del 2017”, lo que supone que invocará el famoso artículo antes de que termine marzo, por lo tanto, se supondría que el Reino Unido estaría fuera de la Unión Europea en la primavera del 2019.

Pero las cosas no van a ser fáciles, por más blando que se quiera sea el divorcio. La sociedad está dividida y los ánimos caldeados. Por ejemplo, en el congreso del Partido Conservador, May ofreció un discurso incendiario, en el que, entre otras linduras, dijo “somos Gran Bretaña, la quinta potencia del mundo y Europa nos necesita más que nosotros a ellos”.

Como si se tratara de un discurso de campaña electoral, se pronunció por restringir los visados a los estudiantes, porque exista un sistema de salud con médicos y enfermeras “británicos” y porque las empresas publiquen listas con los nombres y apellidos de los extranjeros a quienes contraten. Cualquier parecido con un régimen totalitario, es pura coincidencia.

Sus palabras provocaron no sólo titulares, también tiraron el valor de la libra, provocó alarma en los manipuladores de la City y disgusto entre varios miembros del empresariado. Claro, eso es lo que su “público” quería oír.

Sus palabras también provocaron reacciones políticas, como las de la Ministra de Escocia, Nicola Sturgeon, quién, también ante su público, desafió las políticas de May, advirtiendo su intención de convocar a un segundo referéndum por la independencia, ya que “es la mejor forma de defender los intereses de los escoceses”. Y es que en Escocia, el 62 por ciento votó a favor de permanecer en la Unión Europea.

Mientras son peras o son manzanas, y se alarga el tiempo para ver cómo les va en las elecciones del próximo año a franceses y alemanes, en los medios se inunda de propaganda en favor del control de la inmigración y la seguridad. Todos quieren libre mercado y libre circulación de personas, pero de “calidad”.