Una mirada a… Luis González de Alba

Por Patricia Zama

El 2 de octubre de 1968, Luis González de Alba (Charcas, San Luis Potosí, 1944-Guadalajara, 2016) fue detenido en Tlatelolco y pasó dos años preso en Lecumberri. El testimonio del que fuera líder del movimiento estudiantil de 1968 quedó plasmado en uno de los libros icónicos de esa infamia, Los días y lo años (Era, 1971). El pasado 2 de octubre, el escritor y periodista se suicidó a los 72 años de edad, con una pistola calibre .22 en su casa de Guadalajara, en “el último acto de su salvaje libertad”, como lo calificó Héctor Aguilar Camín. Unos días antes de morir envió a la editorial Cal y Arena una versión “corregida con tinta sangre” de su novela para una nueva edición. Aquí la primera página de Los días y los años:

Hemos vuelto a entrar en la crujía. Alrededor del patio oscuro todas las celdas están abiertas de par en par. Es un extraño espectáculo; siempre hay puertas abiertas pero nunca antes de ahora había estado en medio del patio mirando todas las celdas abiertas a la vez, y todas sumidas en la oscuridad; son agujeros, pasadizos secretos que llevan a otras cárceles. En el piso superior también están abiertas todas las celdas: dos pisos de puertas que a veces el viento empuja y de celdas oscuras que rodean completamente un patio cubierto de basura, papeles, vidrios rotos, cáscaras de limón, azúcar, libros sin pastas, cintas de máquina desenrolladas en el suelo, manchas de sangre. Entré en una celda, vacía como todas, y me senté en la litera de cemento, ahora sin colchoneta ni mantas. Bajo la litera se escucha un rumor de papeles que se arrastran y levanto las piernas por temor a las ratas.

Luis González de Alba

No quiero entrar a mi celda, ¿para qué? Además, da lo mismo: ahora todas son iguales. No quedó ni una mesa, un libro o una cobija. Es enero y hace frío. Sólo se ven papeles arrugados y vidrios rotos.

En la pared de enfrente hay una mancha de sangre. Es una mancha grande que escurre hasta el suelo. La rata sigue corriendo bajo la litera. No debe ser muy grande, tal vez sólo un ratón. Bajo las piernas de nuevo. El piso está pegajoso, pero muevo los zapatos para oír cómo se despegan. ¿Por qué habrán cortado la luz? Es una pregunta absurda en este momento, igual se podrían hacer otras mil: ¿por qué romper lo que no se llevaron?, ¿por qué tirar el agua? ¡Ah! Hasta ahora siento la sed, creo que en toda la noche no he tomado un trago. Tengo un poco de náusea. En la llave no hay agua. Al regresar a la litera pisé un foco roto… Maldita rata. Junto a mi zapato hay una envoltura de caramelo. Hoy tenemos veintidós días sin comer y sólo algunos tienen permiso para chupar caramelos en lugar de ponerle azúcar al agua de limón, pues esto les produce náusea…

Novedades en la mesa

Inéditos y extraviados (Océano), de Ignacio Padilla (1968-2016) reúne un conjunto de textos diversos que el propio autor seleccionó antes morir en un accidente… El azar y el destino. Viajes por Latinoamérica (Siruela), de Cees Nooteboom es el registro de un gran andariego, un nómada por elección.