Por Humberto Guzmán

Casi todo el mundo sabe quién es el cantante y compositor de canciones estilo folk, country, en su origen, que devinieron en blues, rock, galardonado con el Premio Nobel de Literatura. Empero, nadie sabe que hay escritores anónimos de novela, cuento y poesía en Estados Unidos, México y en cualquier parte. Esta es la diferencia entre un superstar de la música popular estadounidense y muchos escritores que viven para hacer una obra literaria y que esperan ser reconocidos como tales.

CORTA 5:foto¿Cómo considerar que el Premio de Literatura más importante haya sido entregado a una estrella de rock? A pesar de que antes ya se había otorgado a Svetlana Alexievich (2015), autora rusa de interesantes libros de reportaje, o a Winston Churchill (1953), político inglés de la segunda guerra mundial, tal vez por sus seis volúmenes de memorias.

Los premios no hacen a un escritor, pero quién sabe. Para un modesto escritor, que no es conocido ni en su país, que no le publican ni lo entrevistan, un premio ya no digo Nobel sino cualquiera, sería una cuestión de vida o… hambre. Muchas veces un premio es un respiro nada más, pero un respiro al fin.

También a mí me ha gustado Bob Dylan. Era presentado como el “profeta del rock” de los jóvenes contestatarios, con cultura del rock, de los años sesenta. Aunque su música me parecía no muy rocanrolera, era importante; a su voz o manera de cantar (que a algunos desagradaba), la tomaba como otro rasgo de su personalidad sui géneris. Recuerdo, más allá de su célebre Like a Rolling Stone, a Desolation Row. De ésta no entendía toda la letra, pero me interesaba su composición narrativa y su dolorida manera de cantarla. Imaginaba que contaba algo profundo, imprescindible, de mí y de otros. En vez de tratar de traducirla, yo le ponía la letra. Algo interesante en el rock o el jazz. La autoidentificación. Me convencí de que Dylan no cantaba para hacer soñar a chavales de familias de las colonias del Valle o Narvarte de aquellos años. Eso era lo que yo buscaba.

 

Es fundamental, una estrella

Cuando otros jóvenes decían, entonces, que “lo suyo” era el folclor latinoamericano o la “canción de protesta”, a mí me asaltaba la certeza de que yo pertenecía a otro mundo, uno más universal y actual: el de la música de rock. Dylan, uno de sus protagonistas, mostraba oposición al American Establishment y, por ende, al del mundo entero. Los aficionados de México podíamos hacer nuestra esa oposición. De tal modo que una canción de Dylan podía convertirse en un drama personal.

Ahora, diferentes voces trataron de explicarnos su elección como Premio Nobel de Literatura. En nuestros medios decían, inocentemente, que “los poetas cantan”, que “los escritores requieren de un oído musical”, que “el rock y la literatura van de la mano”, que premiaron a un juglar que canta sus poemas. Los designios del comité de premiación del Nobel de Literatura son inescrutables. Otros decían que se “modernizaron”, pero no es verdad. Dylan surgió del tradicionalismo country, folk.

De la Beat Generation

Literaria, formal, poéticamente, según la historia del género, sus versos son conservadores; sus imágenes, metáforas y conceptos son más elaborados y novedosos que los de sus colegas, que suelen ser anodinos, pero no significa que esté a la par de los grandes poetas (de la literatura). Como el propio Dylan Thomas, del que dicen que tomó su nombre de batalla o su paisano Walt Whitman. Probablemente llega a competir con la Beat Generation, de la cual se ha declarado admirador. Jack Kerouac, y su novela En el camino; Allen Ginsberg, y su poema Aullido.

5187436mObviamente, ignoro qué piense en este momento Bob Dylan. No solo yo, es la hora en que no ha respondido a quienes quieren notificarle que es el Premio Nobel de Literatura 2016. Por lo menos, lo situaron en una posición incómoda. Estaría junto a Octavio Paz, Thomas Mann, Albert Camus, o T. S. Eliot, entre otros. No veo relación alguna entre los citados y Dylan. Ni siquiera en fama, porque el último los supera en eso.

A Bob Dylan le dieron el Nobel por sus canciones, supongo. Pensaron que son literatura. Tiene 75 años: buen letrista, desplantes contestatarios, conciertos masivos, discos, radio, televisión, películas, intérpretes, codiciables bolsas. Y tantos escritores pobres —no todos—. Quién les manda ser aburridos, sin música, sin coritos, sin espectáculo, sin fans y, sobre todo, sin ventas. (Algunos llegan a vender.) Para estos no hay productores que los descubran en un barecito de Greenwich Village de Nueva York. Y les ofrezcan grabar su primer disco (publicar su libro), que les haría saltar a la fama al otro día. En la literatura no hay milagros así.

Tampoco se pueden pedir peras al olmo. El productor que se arriesgó con Dylan esperaba recibir a cambio millones de dólares de ganancias. Tampoco es lo mismo Nueva York que la ciudad de México. No da igual publicar un libro en México, que en Barcelona, Madrid o Nueva York. El primero va a pasar inadvertido, los otros no.

Sin embargo, reitero, Bob Dylan es fundamental, una estrella en el firmamento rocanrolero de la mitad del siglo XX, representó la rebelión juvenil, una de las novedades contemporáneas, con una voz gutural, sureña, gritona, con su armónica pegada al pecho y estupendas letras de canciones, The Times the are a-Changin’, Hey, Mister Tambourin Man! y The Answer, my Friend, is Blowin’ in the Wind, no vamos a pasar por envidiosos o confusos, vamos a celebrar al poeta que hay en él… Aunque lo prefiero, lo reconozco como el compositor y cantante de rock-folk-blues de siempre. No como Premio Nobel.

¿Y Bob Dylan cómo se reconocerá?