Carta abierta a la embajadora de EU/I-II

Por Guillermo García Oropeza

Excelentísima señora Jacobson: me atrevo a escribirle sin ninguna intención personal, pero sí como una actitud típica de muchos mexicanos, y lo hago debido a la alarma en estos tiempos electorales. Sé de su actitud liberal y amigable hacia México y espero que mis palabras le sean de utilidad. De familia fronteriza, el inglés fue para mí una segunda lengua materna, he vivido y estudiado en Estados Unidos, entre otras partes en Yale, y he sido profesor en curso de verano. No dudo en confesar que soy un gran aficionado a muchos aspectos de la cultura norteamericana que podría representarse por tantos nombres como Whitman, Cole Porter, Aaron Copland, Ella Fitzgerald, Orson Welles, Frank Lloyd Wright y un largo etcétera.

No exageraría al decir que amo Nueva York, San Francisco, que admiro Washington y que me aplasta Los Ángeles aunque de ahí haya partido hace muchos años mi abuelo.

Mi contacto con alumnos norteamericanos en los cursos de verano de la Universidad de San Francisco fue una experiencia agradable y que muchas cosas me enseñó. Tengo excelentes amigos norteamericanos y, como muchos mexicanos, una parte de mi familia tiene raíces en Estados Unidos. Es decir que, sin decirle que amo a su país en muchas cosas, lo admiro y lo aprecio, y es que el amor se reserva, por supuesto a la propia patria.

No soy de ninguna manera ni un subversivo, ni un violador, ni le he intentado quitar su trabajo a nadie y tampoco trafico con drogas. Pero el clima político reciente frente a las elecciones de noviembre me ha puesto a meditar en muchas cosas. Soy escritor, algunos de mis libros se han traducido al inglés y tengo la manía de analizar las cosas, lo cual en estos momentos no es muy cómodo. Aunque ignoro cuál sea el resultado de la elección, mucho me temo que todo electorado en cualquier país puede equivocarse, ser llevado por emociones, por manipulaciones, por demagogia. Sobre todo en tiempos de descontento.

De ahí que no descarto, como tantos mexicanos, la victoria de Donald Trump. Muchos de nosotros se dejan llevar por el wishful thinking antes que pensar lo impensable, es decir el muro físico y simbólico que separaría los dos países. Frente a ese muro y la retórica habilísima de Trump —a quien de ninguna manera quiero descartar como un loco—, las actitudes mexicanas han sido ambiguas y en momentos abyectas o se han refugiado en el insulto fácil, en la burla.

Pero algunos mexicanos como Enrique Krauze, un historiador nada sospechoso de ser subversivo o antiyanqui ha señalado que estamos en una situación vecina a una guerra, una guerra que por supuesto perderemos antes de que se inicie pero que no le quita el efecto terrible sobre muchas relaciones a todos los niveles entre los dos países.

La madurez me ha enseñado que es preferible ver las cosas de frente que ignorarlas cuando son desagradables. La historia nos enseña que las cosas más terribles pueden suceder. Y que toda solución debe partir del realismo.

García Oropeza