Las dos mitades de un joven americano

Por Guillermo García Oropeza

Randol Reeves no es, mucho me temo, ni un político importante ni una estrella del Show Business, ni, por supuesto, un delincuente. Todo lo contrario, Randol Reeves es un excelente joven norteamericano. Nacido en California, su padre es originario del estado de Ohio, es decir, sus raíces paternas son de lo más americano que se pueda pensar. De ese Oeste Medio que en Estados Unidos es la gran zona industrial y que comienza en el sur para terminar en la frontera con Canadá y los Grandes Lagos. Lo conozco porque allí estudié alguna vez y me di cuenta de lo profundamente americano que es ese Midwest. Muy lejano de una ciudad cosmopolita como Nueva York o como Boston o tan hispánico como California o Texas.  Es la zona del basquetbol, de la industria química, metalúrgica, de las minas de carbón y donde encontramos población anglosajona étnicamente muy pura que mantiene su viejo folclore y sus costumbres, especialmente en las zonas más apartadas, como en los montes Apalaches. Podríamos decir que es la tierra más esencialmente yanqui.

Randol Reeves, dije, es un excelente joven de lo más americano. Un buen hijo único, estudioso, trabajador, sin vicios que el domingo se viste formalmente para ir al oficio de su iglesia, ignoro a qué denominación pertenezca, pero la Biblia, el Good Book, seguramente estaba a la mano a lo largo de toda su educación. Ama a los animales y no le escatima ayuda a su madre en un jardín que, cosa curiosa, es como un refugio de colibríes. Sus lealtades deportivas oscilan entre los equipos de San Francisco y Los Ángeles porque vive entre estas dos grandes metrópolis californianas. Trabaja en casa con su computadora y tiene ese tipo de empleos propios del tiempo actual. Se viste muy normalmente aunque como adolecente se vistió con ese uniforme ligeramente rebelde de los jóvenes normales.

Aunque no habla de política, le interesan más las computadoras, le ha ayudado a su novia que es activa en el Partido Demócrata local. No se trata de un “liberal” a la americana, de un descontento o crítico del sistema, pero no es de ninguna manera indiferente o frívolo. Creo que ha viajado y vivido en diversas partes de Estados Unidos pero que ha salido también al extranjero, sin ser un viajero cosmopolita, pero esos viajes lo han vacunado contra ese terrible provincialismo norteamericano.

Es en resumen un excelente muchacho que cualquier hombre sensato quisiera tener por yerno. Admito que le tengo afecto, americano como es. Y quizá las virtudes de Randol Reeves en gran parte se deban a la educación que le dio su padre pero también su madre trabajadora, valiente, un poco guerrera, ordenada, dedicada maniáticamente a su hogar y a sus dos hombres. Una mexicana que llegó de un pueblo de Jalisco a la tierra prometida de California y que sigue siendo mexicana, muy mexicana. Y yo me pregunto si es posible, si es humano construir un muro para dividir las dos mitades de Randol Reeves. Este querido muchacho gringo, este querido muchacho paisano aunque sea güero y de ojos azules.

García Oropeza