Luis Mesa Delmonte*

La reciente petición de Israel a las autoridades rusas para que no prosigan en sus negociaciones con vista a realizar nuevas ventas de armas a Irán, es un ejemplo más de los constantes rejuegos estratégicos que se perciben en la región medioriental.

Mientras Israel trata de mantener a toda costa su superioridad bélica en la zona y limitar en lo que sea posible a su rival iraní, Rusia tiene en la promoción de ventas de armas, un instrumento central para su política de recuperación estratégica global, reactivar su economía, e incrementar su influencia en el Medio Oriente.

El ministro de Defensa israelí, Avigdor Lieberman, ha dado a conocer que su país solicitó a Rusia que no proceda con las negociaciones para firmar un futuro acuerdo de ventas bélicas a la República Islámica. El tema se discutió durante la visita del primer ministro ruso Dimitry Medvedev a Israel a comienzos de noviembre, y mediante otros canales bilaterales. No obstante, las mismas autoridades israelíes estiman que es casi imposible interrumpir tal proceso y que Rusia pondrá en un primer plano su “interés nacional”.

Más allá de las incertidumbres generadas a partir del triunfo de Donald Trump en las elecciones presidenciales de los Estados Unidos, y de las opciones que se decidan desde Washington en materia de política exterior y estrategia militar hacia el Medio Oriente, hay señales que parecen mover a los liderazgos ruso y estadounidense hacia un entendimiento pragmático, que conciba un reconocimiento de estructuras de poder fuerte en la región medioriental, y la identificación de enemigos prioritarios comunes como el autodenominado Estado Islámico y Al Qaeda.

PERFILRusia trabajará por conservar su buena relación con Irán, y mantendrá su opción de acelerar la entrega de armas, o por el contrario demorarla, en dependencia de la coyuntura específica que predomine. De hecho, ya los rusos han aplicado políticas de aplazamientos en fases anteriores con Irán, cuando por ejemplo, retrasó la conclusión de la planta atómica para generación eléctrica en Bushehr.

Israel tendrá que estar al tanto de la evolución de estos elementos a la hora de decidir su política, manteniendo su relación estratégica y económica con los Estados Unidos, evitando entrar en contradicciones fuertes con la proyección rusa en la región en casos complicados como Irán y Siria, y optando por una rivalidad verbal (no de choque directo militar) con Irán, para lo cual le será útil continuar estableciendo canales de comunicación con aquellas monarquías del Golfo que tienen agendas de conflicto con Irán.

Luego del acuerdo del 2007 para la compra de sistemas S-300 por valor de 800 millones de dólares, y solo después de firmarse el Plan de Acción Integral Conjunto nuclear con Irán en julio del 2015, Rusia decidió realizar las primeras entregas a Teherán en abril del 2016.

Este sistema misilístico antiaéreo de carácter defensivo, y cuya prioridad será la protección de sus instalaciones nucleares, es capaz de interceptar varios blancos simultáneamente (misiles intercontinentales, de medio y corto alcance; misiles crucero; bombas de precisión; aviones de combate, y otros) a distancias de 100, 200 kilómetros y más.

Irán está recibiendo baterías de misiles incluso de versiones más avanzadas que las acordadas inicialmente, y se estima que tres de ellas estarán totalmente instaladas y en capacidad de operar para el 2017. Esto ha sido una mala noticia para Israel y Benjamín Netanyahu personalmente, quien reiteradamente presionó al presidente Vladimir Putin para que no se diera la entrega. El objetivo israelí era garantizar el éxito de un potencial ataque aéreo contra instalaciones nucleares iraníes.

Los israelíes han tenido un reto semejante en el caso sirio, que los ha llevado a dialogar con Moscú y coordinar mecanismos para evitar cualquier choque innecesario. Los rusos están operando sus propias baterías de sistemas S-300 y S-400 en la base naval de Tartús para proteger a las fuerzas gubernamentales sirias de cualquier ataque aéreo, y además evitar un segundo incidente con Turquía, que fue capaz de derribar un caza de combate ruso en noviembre del 2015.

CONTEXTOPara los militares israelíes, la situación es muy incómoda, pues los sistemas de radares asociados a los sistemas misilísticos avanzados, hacen que la aviación israelí sea “totalmente visible” para los rusos, debilitando su tradicional supremacía absoluta. Los equipos pueden observar las maniobras de despegue, vuelo y aterrizaje, las tácticas para las misiones combativas y de espionaje, y estar al tanto de toda actividad aérea, tanto militar como civil.

Las actuales negociaciones que Israel pretende interrumpir entre Rusia e Irán, comprenden ventas de aviones de combate avanzados, helicópteros, tanques tipo T-90, vehículos blindados, piezas de artillería y otros armamentos rusos.

Los medios de acción terrestre, como tanques, artillería y blindados, estarían destinados a posibles acciones militares iraníes en sus regiones fronterizas, o para enfrentar alguna reactivación armada en zonas como el Kurdistán o el Baluchistán, y son elementos básicos que cualquier ejército pretende poseer, aún más si consideramos la extensión territorial iraní y la zona de alto conflicto que lo rodea.

En el caso de la aviación de combate avanzada, priman otros elementos, pues Irán no solo perfeccionaría el esquema defensivo ante Israel, sino que impactaría en el equilibrio de fuerzas en la zona del golfo Pérsico.

Su principal rival en esa subregión es Arabia Saudita, la que ya posee una gran fuerza aérea; mientras que los Emiratos Árabes Unidos, también cuentan con un importante poderío aéreo, y es un país con el que Teherán tiene tensiones ocasionales y un diferendo territorial por resolver.