Estado padrastro/XIX-XXI

Javier Esteinou Madrid

Derivado de las graves consecuencias generadas en diversos planos por la implantación de los nuevos Lineamientos de clasificación de contenidos audiovisuales de las transmisiones radiodifundidas y del servicio de televisión y audio restringidos, legitimados por la Secretaría de Gobernación el 4 de noviembre de 2015, se constató que en el ámbito comunicativo a principios del siglo XXI la sociedad mexicana no está ante un Estado-nación republicano que vela por las necesidades y beneficios fundamentales de la sociedad, sino que se encuentra ante la acción de un Estado padrastro que sacrifica su bienestar para satisfacer las demandas insaciables de acumulación económica de las grandes empresas monopólicas audiovisuales.

El concepto analítico de Estado Padrastro para explicar el funcionamiento del Estado ante la creación de las políticas informativas de la sociedad, particularmente hacia los niños y adolescentes, se elaboró partiendo del fenómeno psíquico-afectivo de exclusión que se presenta cuando en una familia, después de experimentar una fractura o divorcio en su integración fundacional entre esposos, la figura masculina central se ausenta o desaparece; y los miembros restantes de ésta célula con objeto de reconstruir un nuevo sistema emocional del núcleo familiar, aceptan la introducción de una nueva figura masculina externa a la estructura emocional originaria de la familia de origen, ocupando o compartiendo la dirección de la célula grupal.

En esta dinámica, la nueva autoridad paterna se vuelve disfuncional para el conjunto de sus miembros, pues el nuevo elemento de autoridad incorporado no trata bien, no quiere, no cuida, no protege, no le interesan los hijos preexistentes de la familia anterior, sino al contrario entra en conflicto con ellos, los margina, los abandona, les niega sus derechos elementales, los explota y hasta abusa de ellos, ya que no se siente comprometido con éstos por responder solamente a sus intereses individuales y no ante las necesidades básicas de solidaridad que requiere la nueva estructura de la célula familiar.

De eta manera, la connotación sociológica de padrastro no posee un significado positivo o neutral, sino es altamente negativo para la reconfiguración de una comunidad humana, pues el padrastro se convierte en un elemento desintegrador, negativo, destructivo, amenazante, explotador, irresponsable y no positivo, protector e integrador de los individuos que constituyen ese nuevo grupo social.

c63c7f2ce38c5e357ccc375ea653eedfPor consiguiente, el Estado padrastro es la figura política rectora que no cuida, respeta e impulsa a sus ciudadanos, especialmente a las infancias, sino que los somete a su poder despótico para abusar de ellos, sin reconocer sus garantías constitucionales elementales.

En este sentido, el Estado padrastro se caracterizó por abandonar su función rectora y protectora de los derechos, necesidades y patrimonio comunicativo básico de los grandes grupos de la sociedad mexicana, especialmente de las nuevas generaciones, para convertirse, cada vez más, en una simple figura administrativa, formal, burocrática, decorativa o hasta mítica al servicio de la defensa de los intereses de los enormes consorcios de la información.

De esta forma, el Estado padrastro claudicó de ejercer su responsabilidad como poder rector nacional para atender los requerimientos comunicativos prioritarios de los ciudadanos y fijar contrapesos a los poderes fácticos mediáticos. Así, se transformó en una mera pieza funcional que crea y opera las condiciones para facilitar la realización de los fines de los oligopolios de la difusión nacional, otorgándole todos los privilegios legales, tecnológicos, políticos y culturales que demanden unilateralmente.  

La aplicación de este marco jurídico sobre la regulación de los contenidos infantiles grabados demostró contundentemente que toda la capacidad rectora y regulatoria del Estado mexicano en el ámbito de la comunicación se redujo sólo a supervisar que los grandes concesionarios de la radiodifusión agreguen en su transmisiones una pequeña leyenda de diez segundos que advierta que “este programa puede contener escenas de violencia, adicciones, sexualidad o lenguaje no apto para audiencias menores de edad”.

Es decir, se confirmó que estamos ante el reforzamiento de un Estado fallido que delegó su función nacional rectora a los intereses duopólicos o monopólicos de los poderes fácticos mediáticos sin contrapesos, convirtiéndolo en un Estado padrastro que no protege culturalmente a los niños y adolescentes.

La presencia de este Estado fallido en el terreno de la comunicación permitió cada vez más el reinado de la comunicación salvaje que ha causado grandes estragos históricos en la superestructura cultural y en el corazón de la sociedad mexicana y que se ha caracterizado por liberalizar la difusión de todos aquellos mensajes frívolos, mercantilistas, espectaculares, consumistas, adrenalínicos, ególatras, descontextualizados, que dejen grandes ganancias económicas a los consorcios informativos, aunque se tenga que pasar abrupta y descaradamente por encima de la ética, la responsabilidad, la prudencia, la educación, la salud, la cultura, la identidad nacional, la civilidad y el pacto social para sobrevivir.

Todo ello contribuyó desapercibidamente a que avanzara en el país la consolidación del triunfo de la cultura idiota caracterizada por  promover en grandes dimensiones la difusión intensiva de la información secundaria, la violencia temática, el consumo exacerbado, la invasión de la privacía, la banalización de la realidad, la comunicación alarmante, morbosa y sensacionalista, la imposición mental del principio de la ganancia a toda costa, la frivolidad informativa, el show como anteojos para ver la vida, el entretenimiento vulgar y estrafalario, la cosmovisión hollywoodense de la vida, la sexualización de la programación para ser exitosa, la espectacularización de la existencia, con tal de obtener ratings y vender en detrimento de la calidad de los contenidos y de la necesidades orgánicas de comunicar los mensajes estratégicos que requerimos asimilar colectivamente como personas, grupos y comunidades para transformar nuestras conciencias y lograr sobrevivir como pueblos y civilizaciones meso americanas.

En síntesis, la legitimación de tales Lineamientos… anularon al Estado-nación como autoridad rectora que aplica las pautas para edificar el bien común; y lo convirtieron en un Estado padrastro que opera como una simple entidad administrativa simuladora que abandonó su obligación constitucional de tutelar los aspectos medulares para el sano funcionamiento de la sociedad, especialmente de los sectores más débiles, privilegiando los intereses de los consorcios oligopólicos de las industrias culturales.

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