EUROPA

Joaquín Pérez Sánchez

Tras la elección estadounidense que llevará al poder al impredecible Donald Trump, en Europa la mujer más poderosa del mundo se prepara para competir por una cuarta elección. Angela Merkel, la canciller alemana, no sólo representa a su poderoso país, en el actual contexto de resurgimiento del nacionalismo e incentivación xenófoba, su decisión por alargar su mandato, la transmutan y la colocan como la nueva líder del “mundo libre” que las élites occidentales encabezan.

Para nadie era un secreto que la canciller alemana se presentaría como candidata de su partido, la Unión Cristianodemócrata (CDU) a las elecciones generales del próximo año. Y, ¿podía ser de otra manera? Difícilmente, no hay en este momento, ni en Alemania, ni en Europa, quien le pueda disputar su fuerte liderazgo, ganado a pulso.

A pesar de que las encuestas estén desprestigiadas, es muy difícil dudar que el 55 por ciento de los alemanes apoya que la canciller siga en el poder, según lo informó el influyente diario alemán, Bild. Desde 2005, esta mujer se ha sometido tres veces a la prueba del voto y en todas ha salido airosa.

Alemania es en este momento el motor de Europa y, para bien o para mal, el gobierno de Merkel se ha convertido en las manos sobre el timón que sujeta el proyecto europeo. Sin duda, la gestión de la canciller, desde 2005 puede ser valuada desde diferentes puntos de vista, con errores y aciertos, según el signo ideológico, pero en este momento es indudable que no existe político en la Unión Europea y posiblemente en el mundo, que le haga sombra.

Austera y firme, su accionar reduce el bla, bla bla y privilegia el hacer. En la toma de decisiones ha sido firme y pragmática, pese al desgaste político, así, por ejemplo, se portó intransigente en las políticas económicas de la eurozona e implantó la austeridad, respaldando las decisiones del Banco Central Europeo, que afectó sobre todo a los países más pobres de la zona, incluso se llevó entre las patas, la decisión mayoritaria del pueblo griego.

Demostró su pragmatismo ante el espionaje de su principal aliado, el gobierno de Estados Unidos. También enfrentó los sectores más radicales de la derecha alemana, cuando en 2015 mantuvo las puertas abiertas para miles de refugiados de Siria, Irak y otros países en conflicto, hecho que incluso llegó a considerarse por algunos analistas, como el fin de la era Merkel.

Es la interlocutor de respeto para los principales líderes del mundo, sin importar su posición en la geopolítica, como lo demuestra su accionar diplomático con Vladimir Putin,  Xi Jinping, Recep Tayyip Erdogan, entre otros. De hecho, fue la única líder europea que, en su mensaje de felicitación al nuevo presidente estadounidense, Donald Trump, fijó con claridad su planteamiento político.

Alemania y Estados Unidos están vinculados por valores como la democracia, la libertad y el respeto a la dignidad de las personas, independientemente del color de su piel, su religión, su sexo, orientación sexual o sus convicciones políticas”, sobre esa base ofreció una “estrecha colaboración”.

Quizá por ello, el presidente saliente de Estados Unidos, Barack Obama, se atrevió a decir que “si yo fuera alemán y votara, la apoyaría”. Resulta paradójico que el anuncio a contender por cuarta ocasión de la señora Merkel haya sido recibida de buena manera por los medios tradicionales, incluso con alivio, no se tratara de algún presidente latinoamericano como Evo Morales o Rafael Correa, porque la andanada estaría servida.

Falta mucho todavía para que se inicie la campaña, pero la decisión de la mujer más poderosa del mundo de aceptar otra vez la prueba de las urnas es importante, sobre todo en el actual contexto en el que un reaccionario y misógino dirigirá al país más poderoso del orbe. En este contexto creo que la canciller es la mejor opción.