Intervención militar de los Emiratos en Yemen

Luis Mesa Delmonte*

La participación de fuerzas militares de los Emiratos Árabes Unidos en la guerra de Yemen, ha sido uno de los componentes de importancia a la hora de estudiar este conflicto. Su activismo a fines del 2016 —en medio de una crisis que no encuentra finalmente una vía negociadora— parecería favorecer una prolongación de su compromiso combativo en el terreno.

El conflicto yemenita actual presenta dinámicas paralelas de distinta naturaleza como son las luchas por el poder político central, las diferencias de proyectos regionales norteños y sureños, las contradicciones tribales, los impactos de tendencias islamistas extremas representadas por Al Qaeda y el autodenominado Estado Islámico, y el más importante de todos: la llamada rebelión hutí.

El movimiento hutí, de inspiración chiíta, ganó un notable protagonismo en el 2014 cuando sus reclamos políticos y sociales encontraron eco en varios sectores del tejido sunita en Yemen, recibiendo además el apoyo de grupos del ejército yemenita leales al ex presidente Abdullah Saleh, también sunitas.

Un simple análisis de sus elementos integrantes demuestra que los hutíes no son simplemente un grupo armado chiíta sectario, tal como predominantemente se le califica, sino una alianza de factores diversos que confluyen en una misma línea táctica para la acción.

Los hutíes, son algo más complejo que el producto de una simple artimaña estratégica diseñada por Irán para desestabilizar las fronteras del sur saudita y continuar ganando protagonismo regional, con su proyección hacia los conflictos en Irak, Siria y el Líbano. Aunque esto no quiere decir que Teherán no haya aprovechado algunos aspectos del conflicto hutí en su favor, construyendo canales de comunicación, dinámicas de empatía y brindado apoyo político y militar.

People gather at the scene following an attack by a suicide bomber who drove a car laden with explosives into a compound run by local militias in the port city of Aden, Yemen August 29, 2016. REUTERS/Fawaz Salman

La visión saudita consideró que su seguridad nacional presentaba nuevos retos en el caso yemenita, por lo que decidió apoyar al actual presidente Abdu Rabbu Mansur Hadi (al que le ha brindado protección en el reino), y conformar una coalición militar encabezada por ellos para intervenir en el conflicto y derrotar a la rebelión hutí.

Es bien conocido que la opción bélica saudita no ha logrado sus objetivos, y el nivel de daño a la infraestructura y a los civiles yemenitas ha sido condenado por parte de la comunidad internacional, las Naciones Unidas, y hasta por los Estados Unidos (que ha brindado apoyo de inteligencia a las fuerzas sauditas y de los Emiratos).

Tropas terrestres, unidades blindadas, embarcaciones y aviación de combate de los Emiratos, respondieron positivamente al llamado saudita, y comenzaron a participar en las acciones bélicas desde marzo del 2015, llegando a sufrir incluso algunas bajas y daños importantes, entre otros: la muerte de casi 100 soldados (45 de ellos por un ataque coheteril); de varios pilotos al caer dos helicópteros y un avión Mirage 2000; y la destrucción de una de sus embarcaciones en aguas del estrecho de Bab al-Mandab en el mes de octubre.

Las fuerzas de los Emiratos han concentrado sus acciones en la provincia de Hadramut y en la ciudad meridional de Aden, y han combatido tanto a hutíes que ocuparon esta ciudad portuaria, como a efectivos de Al Qaeda y del EI, emplazados en varios puntos del este del país, y en la también ciudad portuaria de Mukalla.

Existen algunos indicios respecto al reanálisis estratégico que obligatoriamente se tiene que estar dando dentro del pensamiento militar emiratí. Si bien es cierto que el discurso oficial para justificar su intervención ha estado basado en la necesidad de responder a la “interferencia” de Irán (país con el que los Emiratos tiene fricciones a partir del desarrollo del programa nuclear y por el diferendo bilateral sobre la soberanía de tres islas en el Golfo Pérsico), más de un año de costos y riesgos bélicos propician la reevaluación.

Este desgaste puede haber llevado al anuncio de junio del 2016 en el cual tanto el ministro de relaciones exteriores, Anwar Gargash, como el príncipe heredero de Abu Dhabi y vicecomandante supremo de las fuerzas armadas de los Emiratos, Mohamed bin Zayed Al Nahyan, indicaron que para sus fuerzas armadas “la guerra ha prácticamente terminado”, que ahora sus tropas se dedicarían a desarrollar “operaciones antiterroristas”, y que los Emiratos se concentrarían en “monitorear” los acuerdos políticos y “empoderar” a los yemenitas en las “áreas liberadas”.

Muchos interpretaron esto como sinónimo de simple retirada, lo que generaría inmediatas  tensiones con Arabia Saudita, que perdía el apoyo de unos de sus más importantes aliados en su operación “Restaurando la Esperanza”. Pero la realidad tenía otros matices.

En caso de que la readecuación de estrategia emiratí hubiera preocupado a los sauditas, seguramente su disconformidad se hizo saber a través de los canales discretos de comunicación política bilateral, en aras de seguir concertando acciones bélicas en el terreno de operaciones. Es poco probable pensar en una retirada de fuerzas mientras los hutíes y sus aliados mantengan una alta disposición combativa, no prosperen las negociaciones de paz, y se conserve una excelente relación entre Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos. Si estos factores cambiaran, entonces sí podríamos ver otros desenlaces.

Realmente, ya los Emiratos han venido desarrollando desde hace tiempo operaciones antiterroristas contra Al Qaeda en Yemen empleando a sus fuerzas especiales, por lo que la noticia no era totalmente nueva. También están entrenando con éxito a militares yemenitas para este tipo de acciones. Según algunas fuentes militares estadounidenses y declaraciones del propio general retirado Anthony Zinni, ex jefe del Comando Central, las fuerzas de los Emiratos tienen un “nivel máximo” en la zona, “son exponencialmente más capaces de lo que su tamaño pueda indicar”, y son la fuerza antiterrorista más capaz de las que actúa en el territorio yemenita.

De cualquier manera, los Emiratos no pueden estar interesados en empantanarse en un conflicto militar al costo que sea. Su interés de mostrar poder a escala regional, no puede aventurarse a terminar en un fracaso. Sus altos gastos bélicos, el avance en su entrenamiento militar y el desarrollo de sus primeras experiencias militares más allá de sus fronteras, no deben desembocar en una falta de credibilidad.

El compromiso bélico en Yemen es inmensamente superior al que representó el envío de algunas fuerzas militares a Bahréin en el 2011, en momentos de auge de protesta social contra la monarquía de los Al Khalifa. Por ello, la necesidad de seguir una estrategia muy cuidadosa es mucho mayor.

*Catedrático del Colmex