Reforma energética

Por Magdalena Galindo

Lo primero que hay que decir sobre el gasolinazo es que no ha sido ocasionado por las circunstancias internacionales, pues como ha señalado claramente el especialista de la UNAM Fabio Barbosa, la tendencia de los precios, no sólo del petróleo, sino también de las gasolinas, lleva varios años a la baja. El aumento a las gasolinas es consecuencia directa de la reforma energética, que, al entregar el recurso natural más importante de la nación mexicana a la explotación de la iniciativa privada nacional y sobre todo extranjera, busca garantizar las ganancias de los inversionistas dejando el precio de las gasolinas al libre juego de la oferta y la demanda, es lo que en la reforma y sus leyes secundarias se llama la “liberación del precio de las gasolinas”.

En un sentido más amplio, también es consecuencia de la reforma energética, porque la entrega del petróleo reduce la parte de la renta petrolera que recibe Pemex, y porque, para justificar la entrada de los empresarios a la industria petrolera se ha seguido la política de quebrar a Pemex, no sólo porque desde hace años el gobierno ha financiado entre el 30 y el 40 por ciento de su gasto apropiándose de las utilidades de Pemex, con lo cual la paraestatal, ahora llamada empresa productiva del Estado, reportó siempre pérdidas, a pesar de ser reconocida como la cuarta empresa petrolera  más eficiente del mundo y recibir premio internacional como la petrolera pública más productiva en el planeta.

Además de que los sucesivos gobiernos se han financiado quitándole a Pemex sus utilidades, durante la actual administración los mayores recortes presupuestales han sido precisamente contra Pemex, primero nada menos que 70 mil millones de pesos y luego otros 100 mil millones de pesos. Por supuesto. esas políticas han disminuido la capacidad de invertir de Pemex y aparte ha habido la decisión no únicamente de no construir nuevas refinerías para abastecer el mercado nacional, sino que se han cerrado tres de las ya existentes. Como destacó en estos días Fabio Barbosa, las de Azcapotzalco, Reynosa y Poza Rica. Tales decisiones resultan doblemente absurdas porque la producción de gasolina en México tiene un menor costo que las generadas en el extranjero.

Ante esta realidad el Acuerdo para el Fortalecimiento Económico y la Protección de la Economía Familiar, es efectivamente, como lo calificó la Coparmex, un acto dirigido a  los medios con el fin de calmar los ánimos de la población indignada por el gasolinazo. Una lectura atenta del documento, permite afirmar que en realidad carece de contenido, pues sólo habla de mejorar la productividad, o mejorar los servicios de guarderías, o cuidar que no haya aumentos injustificados, pero todo dicho en ese nivel de propósitos abstractos, sin que contenga una sola medida concreta ni referencia a programa específico alguno. No es extraño entonces que haya sido recibido con reticencias o simplemente con una absoluta incredulidad.

El hecho es grave, porque las protestas han abarcado a todo el país y prácticamente a todos los sectores de la sociedad mexicana. Lo que hay que entender es lo obvio, que el gasolinazo ciertamente afecta al conjunto de la población, porque se trata de un insumo que atañe a todas las mercancías, incluida la fuerza de trabajo, y que por lo tanto constituye un factor ineludible del alza de los precios y en consecuencia una disminución de los ingresos reales de la población. Pero al margen de su importancia directa, también es que constituye la última medida de una larga cadena de despojo de los trabajadores, de empobrecimiento generalizado y de aumento de la brecha de desigualdad. Y también de sometimiento a los intereses del gran capital financiero internacional, que es el que ha exigido la privatización de la industria energética, esto es del petróleo, el gas y la electricidad. Y en consecuencia del aumento en los precios de los tres energéticos que alimentan a la economía nacional y que son indispensables en la vida cotidiana de las familias.

En las movilizaciones contra el gasolinazo es de notarse que hay dos aspectos que se han reiterado. Por un lado, la conciencia de que el aumento del precio de la gasolina está vinculado a las reformas estructurales. Por otro, que también ha sido una constante, el clamor por avanzar hacia la unidad de las fuerzas sociales a fin de detener el deterioro no sólo de las condiciones de vida, sino de las prácticas de gobierno a espaldas de la voluntad popular.