¿El fin de una época?/II y última

Guillermo García Oropeza

Aunque todo es muy confuso todavía y el viejo sistema se niega a desaparecer claramente, una serie de acontecimientos parecen señalar que el mundo se encuentra al final de una época.

Para situarnos sin remontarnos demasiado en el tiempo, comenzaríamos nuestro análisis en el final de la Segunda Guerra Mundial, en aquel 1945 que ve el derrumbe del Tercer Reich y el ominoso principio de la era atómica en Hiroshima.

Frente a estas sacudidas históricas se contempla con claridad la absoluta hegemonía del gran ganador: los Estados Unidos, para el cual la guerra fue el gran negocio que termina de sacarlos de la gran depresión de los años treinta, guerra con un mínimo de costo en vidas y sufrimiento en contraste con las pérdidas de sus aliados Gran Bretaña, Francia y, sobre todo la Unión Soviética, la que más pagó en la guerra de Hitler y frente a una China sumida en el caos absoluto lista para la transformación que traería Mao.

En 1945 se inicia un primer tiempo de una época americana y que para México es relativamente feliz y optimista. Pensábamos en unos Estados Unidos inocentes, progresistas, normales aunque, claro, siempre capitalistas y “demócratas”. Era la América del pintor Norman Rockwell que rezaba en familia antes de partir el pavo del Thanksgiving.

Luego, tras hippies, drogas y luchas sociales llega la América de Ronald Reagan y su pavorosa socia, la Thatcher, que imponen el neoliberalismo globalizador que empieza muy bonito y con la bendición de Juan Pablo II y que hoy termina en un derrumbe con su monstruosa desigualdad social y el surgimiento de la derecha, la debilidad de Europa, la ofensiva contra la independencia latinoamericana, mientras que México pasa por su mayor crisis desde hace un siglo cuando se encuentra al borde de una bancarrota tras de la entrega de sus recursos a todos, menos al pueblo de México, una sociedad temerosa también de la represión a la manera que la sufrieron chilenos, argentinos, uruguayos…

El régimen ha perdido credibilidad y donde nadie en el poder tiene el don de comunicación con un pueblo enojado con toda la razón. Y donde los ministros son mil usos y lo mismo sirven para Hacienda que para Relaciones o para Relaciones como para Turismo en una atmósfera frívola y autoindulgente. Un gobierno de graduados en las grandes universidades pero que nos hacen añorar aquellos políticos sin estudios quizá, pero dotados de una inteligencia innata y probada en la vida real.

Lo de Trump se explicaría por el pánico de tantos americanos frente a la decadencia tan prematura del imperio USA, víctima de sus ineficiencias internas, de su voracidad y del crecimiento de China, la recuperación de Rusia que hoy retoma su papel en la geopolítica del Oriente Medio y en una Europa en pleno cambio.

Trump que quiere revivir la América de 1945. ¿Fin de una época? ¿Para bien o para mal o para peor?

García Oropeza