En torno a Pessoa/Lisboa

Mario Saavedra

A mi entrañable amigo Armando G. Tejeda

El poeta portugués por antonomasia y una de las figuras literarias preponderantes del siglo XX, Fernando Pessoa (Lisboa 1888-1935) es uno de los escritores que mejor se identifican con el arribo de la llamada modernidad a la poesía. Solo era dos días mayor que nuestro poeta moderno por excelencia, Ramón López Velarde, y ambos se identificaban en su tenaz pasión por revolucionar sus respectivas lenguas, si bien el lusitano, que pudo vivir casi tres lustros más (La edad de Cristo azul se me acongoja, escribió presagiante nuestro ilustre vate zacatecano), alcanzó a distender su impronta en un más amplio registro de voces que bien se identifican en sus muchos y bien reconocidos heterónimos.

Estas múltiples y todas entrañables voces contienen la amplia diversidad de temas y preocupaciones que impulsaban al hombre y al creador, al pensador y al poeta, que bien se pueden percibir pujantes en las antagónicas pero complementarias personalidades de Alberto Caeiro, Álvaro de Campos, Bernardo Soares o Ricardo Reis, este último novelado, en un sentido homenaje, por su no menos ilustre coterráneo José Saramago. Los desdoblados heterónimos de Pessoa, quien por cierto solo vio en vida la publicación de su inaugural Mensagem (lo antes escrito y editado, en inglés, reflejan su profundo conocimiento de la que sería su segunda lengua producto de un larga estancia juvenil en Sudáfrica, por lo que se mantuvo como traductor), no constituyen ni mucho menos una distracción para el lector, sino más bien la suma de todas esas entelequias reveladoras que comprenden la personalidad compleja e inagotable de un escritor tan singular como visionario.

Su Libro del desasosiego, la primera de sus obras póstumas, contiene la poética decantada de un pensador y escritor que en la poesía encontró el medio expedito para dar rienda suelta a una inteligencia y una sensibilidad indómitas, precisamente de cara a un estado del alma que bien define la condición del ser en estos tiempos —ya bastante prolongados, por cierto— de crisis. Un poeta de verdad, como lo era Pessoa, es aquel ser capaz de percibir y de sentir, de intuir y de presagiar, tras la vigía de una inteligencia iluminada, el terreno minado sobre el cual se desplaza una humanidad siempre proclive al abismo, a la destrucción.

Describió Lisboa como nadie

Pocos escritores se sienten tan estrecha y profundamente ligados a una ciudad como Fernando Pessoa, quien respiró y transpiró la esencia de su natal y mortal Lisboa; la conoció como pocos y la describió como nadie. Y la entendió por el frente y de espaldas, en sus bondades y miserias, en la luz y en la oscuridad, en sus grandezas y debilidades porque, como cualquiera otra metrópoli, ya la sentía abrumada por un reinante sentimiento de soledad metafísica característico en una extendida época de grandes paradojas.

Un poeta para comprender una ciudad

De regreso a un poeta al que siempre hay que volver, como a su amada y odiada Lisboa acogida irremediablemente por la saudade, el Círculo de Bellas Artes de Madrid organizó el año pasado una amplia exposición en torno a la vida y la obra del poeta: Pessoa/Lisboa, a través de un documental y un mapa interactivo que bien refrendan esta inseparable simbiosis entre el escritor y su ciudad natal. Todo este valioso e interesante proyecto hace énfasis precisamente en esta vital y reveladora endogamia, cuando quien quiere adentrarse en la bella capital portuguesa, en la obra de Pessoa encuentra valiosas pistas para entenderla mejor, y viceversa, quien intenta acceder a la compleja creación pessoiana, recorriendo los recovecos de su ciudad descubrirá huellas indelebles de ese enorme poeta lusitano.

La muestra tuvo lugar en la sala Minerva del Círculo de Bellas Artes de Madrid, y el estupendo vestigio que ha quedado de ella, Pessoa/Lisboa que ahora tengo la fortuna de disfrutar gracias a mi entrañable amigo y colega Armando G. Tejeda (hermosa edición la guía literario-visual de un minucioso documental anexo en DVD firmado por Alberto Ruiz de Samaniego y José Manuel Mouriño, más un CD-ROM interactivo para navegar por una extensa y variada colección de textos de Pessoa) abona precisamente a este mutuo reconocimiento de dos entidades más que compenetradas. El hermoso y conmovedor recorrido fílmico de Ruiz de Samaniego y Mouriño, al que Juan Barja se sumó en su más que elocuente y bien fundamentada estructura literaria, resulta unitario y compacto, de muy buena factura, tras una selección meticulosa de textos del poeta homenajeado en permanente evolución y un recuento de imágenes varias de la ciudad y otros extras que parecieran reproducir el que fue el itinerante derrotero vital de un escritor inconfundible.

Homenaje interdisciplinario a Pessoa y su ciudad

Más allá de los varios talentos artísticos y técnicos que han hecho posible este homenaje plurivalente e interdisciplinario (literatura, cine, música, canto, museografía), como lo eran las propias personalidad y geografía creativa de esa fuente ilimitada de revelaciones que son el poeta rememorado y su ciudad, Pessoa/Lisboa tiene la gran virtud sobre todo de darle voz propia a esas dos fuentes inagotables de inspiración. Para quienes ya son doctos frente a ese caleidoscopio de descubrimientos de gozosa nostalgia ligados a Lisboa y a Pessoa, o para aquellos que apenas pasan a formar parte de esta especie de cofradía de iniciación, este documento se convierte en una suerte de gran tesoro, de incunable que nos invita a retornar a una ciudad y a un poeta de eterna presencia. Ya escribió el propio Pessoa: “Otra vez vuelvo a verte,/ ciudad de mi infancia pavorosamente perdida…/ Ciudad triste y alegre, otra vez sueño aquí…/ ¿Yo? Pero, ¿soy yo el mismo que aquí viví, y aquí volví,/ y aquí volví a volver y volver,/ y aquí de nuevo he vuelto a volver?/ ¿O todos los Yo que aquí estuve o estuvieron somos/ una serie de cuentas —entes ensartadas en un hilo-memoria—,/ una serie de sueños de mí por alguien que está fuera de mí?”

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