Régino Díaz Redondo

“… El gobierno de Justin Pierre James Trudeau, dará residencia permanente a

trescientos mil extranjeros este año, además de que recuperó a

cuarenta mil refugiados sirios en quince meses…”

Autor John Fauces. Toronto

Madrid.- El ex presidente José María Aznar irrumpe en escena otra vez con sus ínfulas acostumbradas: “de nuevo, el PP y sus carencias”, y otra vez araña la pared estructural de su partido en una declaración que apura la necesidad de alcanzar el cielo y dar de comer a los políticos. No a los ciudadanos.

Desde su sede en la FAES, el hombre del trío de las Bermudas, busca la atención de la gente, buena, mala o peor. Y Mariano Rajoy tiene que aguantar los fogonazos y callar porque hacer lo contrario sería peligroso en estos tiempos.

Dice que “la izquierda y el nacionalismo se maridan bien”, abren la puerta al “independentismo” según él, y agitan el ambiente político sin otro fin que el de alimentar su ego y dejar en el baúl de su oscuro historial un capítulo que lo acredite como el sabio neoliberal.

Este ínclito sujeto lucha, al parecer sin descanso, por apuntalar una ideología (si así puede llamarse) de principios del siglo XX y que tuvo buena acogida por la rampla de prevaricadores de los sectores público y privado.

Durante muchos años, los conservadores tuvieron un amplio espacio para imponerse. Con un mínimo de cultura se unieron herméticamente para esquilmar a la mayoría a la que califican de gritona, anti-sistema, sin sentido de Estado y amenaza permanente.

En su laboratorio jekylliano se elaboran tesis sociológicas al gusto de sus propietarios. Antes de que gobernara formó parte con Bush y Tony Blair de la declaración de guerra a Saddam Hussein que originó que éste fuera decapitado y que miles de iraquíes murieran en la falsa guerra.

De abrazo en abrazo –ven, chécala, eres mi cuate –, Aznar contó con el apoyo de una sociedad que tarda en darse cuenta de las perversiones que produjo.

Tardamos en registrar la pifia cometida. Ahora, apoyado en su soberbia, da sablazos en su campus, oculta la verdad y sostiene que Perogrullo le ayudó a construir apoyado en falsos informes y a base de insidias y medidas xenófobas.

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En un perdido informe, abandonado allá donde nadie sabe, de los que acostumbra, el ex dirigente español, se atreve a decir: “este PP asume el relato que hacen de él sus adversarios para engañar y convencer a muchos de que era el extremismo ideológico de aquél nuevo PSOE lo que crispaba”.

Con el gobierno a su antojo y albedrío, Rajoy “asumió su etiqueta de desalmado recortador de dinero para los trabajadores y la salud”. Busca convencer a muchos de que es el extremismo ideológico del PSOE lo que le crispaba.

Aznar ha formado un think-tank, con la ayuda de un grupo de millonarios, para lanzar piedras con su tiragomas esquelético a ver quién sale herido. Nuestro distinguido político aparece, desde hace tiempo, sin bigote para no recordar a Charlot porque éste le amenaza con llevárselo al infierno en el momento en que de un paso más.

A tan singular personaje se le permite casi todo. Salvo algunas minucias: creó el despreciable boom inmobiliario, contribuyó con su voto a burlarse de las Naciones Unidas y de las resoluciones de organismos serios, para sustentar su espíritu bélico.

En Irak no había bombas de destrucción masiva pero él y sus compinches dijeron que sí. Y nadie los detuvo. Ni sanciones ni jalón de orejas ni culpables bélicos. Eran ellos.

Utilizó el chantaje político y la connivencia de muchos países para unirse a Gran Bretaña y Estados Unidos en una faena de terror.

Con su consentimiento directo se construyeron casas y casas sin cesar que nunca fueron ocupadas por la población y que revendían las empresas privadas a un precio superior a los que lo compraron.

Llenó nuestra geografía de carreteras secundarias de pago, cedidas al sector privado que ahora permanecen desiertas y que el gobierno tiene que rescatar con una inversión de 35 mil millones de euros que saldrán del bolsillo de los españoles de a pie.

Hizo lo que pudo: ayudó a las grandes empresas, — eficaces por sí mismas y necesarias – para ganar más dinero con la reducción de impuestos y la excepción de tributos a los conglomerados mas poderosos que no pagan el IBI y depositan su dinero fuera, en paraísos fiscales, para evitar los impuestos que le requiere el gobierno de España.

Tan graves fueron sus fallos y tan deleznables sus medidas que el actual jefe de Gobierno, Mariano Rajoy, tiene que asumir las pérdidas de los empresarios. A ciencia y paciencia mantuvo un programa vulnerable y se convirtió en el gnomo de la política española.

Para ser más claros, don José Mari es el duende invisible que hace travesuras con un egoísmo superlativo.

La soberbia, mal muy nuestro, lo llevó a celebrar el matrimonio de su hija por todo lo alto. Fue en El Escorial, con toda la parafernalia implícita y la asistencia de sus íntimos amigos que estaban o no en el gobierno.

Fue artífice de la división entre ricos y necesitados. Un insulto. Sus dos períodos de gobierno le permitieron aumentar escandalosamente la desigualdad social.

Son los que aún hoy, y con el apoyo de don Mariano, persisten y siguen creciendo. Y ahora quiere que nos olvidemos de que Rajoy toma medidas inútiles y no propicia el diálogo con la secesión de Cataluña. No se olvide, señor ex, que usted fue uña y carne, con Jordi Pujol, de innumerables charlas sobre el nacionalismo catalán, formado por un clan de impresentables donde está inmiscuida toda la familia de éste.

En su época, España comenzaba a entrar en crisis. No sólo por su culpa sino alentada por un sistema internacional caduco y hecho trizas. También se unió al ex presidente Felipe González para sostener el actual eco-sistema y la salud de los dos viejos partidos.

Y eso es sólo el principio de la muy singular política que desarrolló el más ultraderechista español.

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