En recuerdo de su natalicio

Mario Saavedra

El año pasado se conmemoró el centenario del natalicio del novelista gallego Camilo José Cela (1916-2002), Premio Nobel de Literatura 1989. Autor de una novela toral de la posguerra española, La familia de Pascual Duarte (1942) representó un parte aguas en la narrativa del siglo XX, y si es cierto que el llamado “tremendismo” de este relato áspero y hasta chocante contribuyó en mucho a una más rápida difusión de su creador, también lo es que se convirtió en una obra paradigmática de toda la corriente existencialista europea. En realidad, el mayor mérito de La familia de Pascual Duarte se desprende de su sutileza en la manera de mostrarnos que el violento campesino protagonista, aparentemente perseguido por un encadenamiento fatal de circunstancias, es una personalidad trágicamente compleja, que se debate entre los insufribles pesos psicológicos de una naturaleza sensible, de una conciencia moral exigente y noble en potencia, y de una manifiesta relación edípica con su odiosa madre, a quien asesinará con la misma apasionada actitud ambivalente de su primer y violento acto de amor con su esposa. Lo brusco y a la vez trascendental de los hechos expresados en la existencia de este simple aldeano, de este pobre diablo, construyen un complejo bosquejo narrativo, particularmente valioso sobre todo por su condición experimental.

En el difícil contexto de la dictadura franquista, Cela fue uno de los escasos novelistas verdaderamente experimentales, y no hay dos libros suyos que en este sentido se parezcan. Todavía en la década de los cuarenta escribió Pabellón de reposo, narración hábilmente estructurada de los estados de ánimo subjetivos de siete enfermos que mueren de tuberculosis en un sanatorio (a la usanza del Thomas Mann de La montaña mágica), y en seguida, Nuevas andanzas y desventuras de Lazarillo de Tormes, que relata las experiencias de un pícaro pero del XX. Como Tiempo de silencio de MartínSantos y Nada de Carmen Laforet, otros valientes relatos de la época, La familia de Pascual Duarte denuncia la sordidez y la miseria tanto física como moral de la burguesía española tras el trauma bélico; ahí están las bases del tremendismo narrativo de la posguerra española, en el que el afán último es diagnosticar —en un principio casi naturalista— las evidentes circunstancias de una realidad atroz.

 

Precursor del existencialismo español

A principios de los años cincuenta aparece La colmena, y así se consolidó el nacimiento de una escuela más dura de crítica social. Esta novela de Camilo José Cela, casi tan popular como su hermana La familia de Pascual Duarte, colocó a su autor como uno de los precursores del existencialismo español, a la par de El túnel del argentino Ernesto Sabato, y por supuesto de sus modelos franceses Camus y Sartre. La colmena se sitúa en Madrid, y ofrece un muestrario microscópico detallado de las mezquindades y desventuras de la vida capitalina, una clara radiografía de la situación de España —desglose de las clases que integran la sociedad matritense—, un estado general de su sociedad considerándola en su totalidad, un claro croquis de los defectos y aspectos estáticos de la vida nacional, un exacerbado examen de la conciencia del hombre español vuelto a sus entrañas. Sus formas un tanto barrocas —recordemos el verdadero trasfondo del conceptismo quevediano y  el culteranismo gongorino— reafirman los fines iconoclastas y críticos de la verdadera escuela tremendista, que pretendía por supuesto despertar de su marasmo a un sociedad acallada por la dictadura. La ambición técnica y experimental en la obra de un escritor de ruptura como Cela tiene aquí que ver necesariamente con su hondo afán por incidir en es la triste realidad de la vida en la España de la posguerra, común denominador de una humanidad hambrienta, doliente, cínica y martirizada; el arte, según él, debe de comprometer al creador, de lanzarlo a un vértigo mayor que el producido por el simple oficio estético, en cuanto la palabra tiene, en su más cierta naturaleza, esa ecuménica posibilidad de nombrar y reconstruir, de volver al orden lo que es caos.

 

Círculo completo de vida

De regreso a La familia de Pascual Duarte, su obra más conocida, constituye una experiencia narrativa como pocas en la historia de la literatura española del siglo XX. Su subtítulo, Andanzas europeas y americanas de Pascual Duarte y su familia, revela su verdadero sentido: una especie de libro biográfico en el que se deletrean las condiciones, causas-efectos, de un homicida que es la primera víctima de sus más terroríficos actos. Esta novela, que “es descripción de un círculo completo de vida, sin huecos ni vacíos”, citando al propio Cela, invita a una sobrecogedora ensoñación semejante a la que convida la existencialista roman El extranjero de Albert Camus, o la de la también mencionada El túnel de Sabato. Como en otras de su especie, aquí será un juez elemental quien juzgue “lo bueno” y “lo malo”, sin que se trate ni mucho menos de valores absolutos y opuestos, como la cara y la cruz de una moneda, sino más bien arbitrarios y cambiantes, creados por la cultura en su larga experiencia del hallazgo y el error, que eso… Un caso de dolorosa existencia, y ese carácter es el que lo obligó a hablar y a escribir de él, según Cela: “Los mismos cueros tenemos todos los mortales al nacer y sin embargo, cuando vamos creciendo, el destino se complace en variarnos como si fuésemos de cera y en destinarnos por sendas diferentes al mismo fin: la muerte

El personaje de Cela, al igual que otros de la corriente existencialista, confiesa su agónica verdad, relación que no llega precisamente a absolverlo de sus culpas; por eso él busca desesperadamente, y como última y única salvación, el conformarse con su penosa suerte y no desesperar. Pero todo se ensaña con su ser, por lo que tiene que lanzarse al vacío del “matricidio”, en el que veo más bien la imagen irrevocable del “patricidio”: una patria débil (la madre) dominada, cotidianamente ultrajada, por una oprobiosa dictadura (el padre) cancerosa. El ambiente de La familia de Pascual Duarte se inscribe en el más crudo determinismo, o mejor sería decir, predeterminismo, pues todo está escrito, como escribió Voltaire, en la “Gran Máquina”, en la “Divina Memoria”. Pascual Duarte, en su condición de hombre instintivo, cree vengarse o sublevarse, pero lo hace en el otro más débil; como Edipo rey, tendrá que pagar su osadía de acaso pretender transgredir lo establecido, de haber siquiera imaginado emular al padre poderoso y represor.

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