Joaquín Pérez Sánchez

Apenas cumplió un mes en el poder y Donald Trump ha hecho mucho ruido, mucho show, pareciera que sigue en campaña electoral. Fomenta el caos, el odio y la incertidumbre. En los hechos, sólo se ensaña con el más débil, como cualquier bravucón de barrio, alardea,  miente y amenaza y se siente seguro sólo entre los suyos. En Europa rebotan con asombro sus desplantes. Toda una vorágine tragicómica.

El pasado 19 de febrero, miles de suecos se preguntaban asombrados qué había llevado al flamante presidente de los Estados Unidos, Donald Trump a decir en un mitin ante sus seguidores  en Florida:

“tenemos que mantener nuestro país a salvo… Uno mira lo que pasó anoche en Suecia. ¿Quién lo creería?”.

Así, sin el menor empacho el mandatario estadounidense insinuó que algo (para muchos, un posible ataque terrorista) muy grave había ocurrido en uno de los países más pacíficos del orbe. Quien esto escribe se encontraba de viaje en Estocolmo, la capital sueca y al igual que otros buscábamos información que justificara tales palabras.

Pronto las redes nos confirmarían que todo se había tratado de una declaración más de Trump, con la intención clara de generar animadversión a las políticas sobre refugiados. Con el hashtag “#LastNigthInSweden” las redes sociales se inundaron de comentarios y caricaturas sarcásticas sobre el dicho del mandatario.

Los servicios suecos de emergencia contabilizaron los hechos ocurridos esa noche, los cuales fueron sumamente normales, desde cierre de carreteras por un temporal, hasta incidentes de tráfico, pero nada que justificara la declaración alarmista del mandatario.

Ante el escándalo y la petición oficial de explicaciones por parte del gobierno sueco, el mandatario estadounidense, dijo a través de su cuenta de Twitter que sus palabras se referían a un programa de televisión que había transmitido la cadena de noticias FoxNews sobre inmigrantes y Suecia.

Desde luego, la cadena noticiosa Fox es uno de los pocos medios de comunicación que defiende las posturas de Trump, ya que el mandatario considera a la mayoría de los grandes medios de su país y a los periodistas, “enemigos del pueblo”.

A un mes de su toma de posesión, el mandatario estadounidense ha intentado cumplir sus principales promesas, en política interna, reducir la inmigración, construir un muro en la frontera con México, revertir el llamado Obamacare en materia de salud e impulsar medidas proteccionistas.

En los hechos, su iniciativa (veto migratorio) en contra de siete países de mayoría musulmana, fue rechazada por la justicia, el muro con México se ha quedado hasta el momento en amenazas, las medidas fiscales y proteccionistas, no han salido a la luz, sólo ha hecho efectivo un decreto que orienta la reducción de la carga financiera en el sistema de salud y el retiro de Estados Unidos del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP), entre las medidas más mediáticas.

En política exterior, fuera de sus amenazas más sonadas en contra de México, sus dichos contra China, Corea del Norte o Irán, se han diluido. Mientras tanto, se ha visto obligado a destituir a un consejero de seguridad (Michael Flynn)  y a la Fiscal General Sally Yates. Todo en menos de un mes.

¿Hasta dónde llegará este remolino político? Difícil saberlo, pero eventos como el ocurrido con Suecia, demuestran que no importa quién sea el componente (aliado o enemigo), mientras sirva para justificar su visión ante sus bases sociales. Y las repercusiones, ¿le importan  alguien?

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