Iglesia y migración

Guillermo Ordorica R.

Con altibajos en su credibilidad, porque la Iglesia católica también comete yerros, la actitud pedagógica que la caracteriza es particularmente útil ante situaciones que polarizan la opinión pública y pueden mermar la moral internacional, como ocurre de manera destacada con el tema de la migración, al que el papa otorga especial atención. Como se recordará, apenas electo, Bergoglio viajó a la isla siciliana de Lampedusa para manifestar su solidaridad con la diáspora africana que ahí desembarca para buscar en Europa mejores condiciones de vida para ellos y sus familias.

Con este antecedente y recuperando la idea de Francisco de que estamos viviendo una tercera guerra mundial “en pedacitos”, donde campean la “globalización de la indiferencia” y la “cultura del descarte”, en noviembre de 2014 el Vaticano fue anfitrión del Séptimo Congreso Mundial de la Pastoral de las Migraciones. Dicho foro reconoció que la dignidad humana es “un valor inherente e inconmensurable”, por lo que debe ser respetada, independientemente de la religión, origen étnico o nacional, género o cultura de los migrantes. Ese Congreso formuló también un llamado a reconocer el aporte de los migrantes en los países de origen, tránsito y destino.

Francisco predica con el ejemplo. El 17 de febrero de 2016 ofició una misa multitudinaria en Ciudad Juárez, Chihuahua, en plena frontera, que fue seguida por miles de fieles en el estadio de la Universidad de Texas en El Paso (UTEP). En esa ocasión habló de la tragedia de la migración como fenómeno global. Siguiendo sus pasos, el 23 de octubre de 2016 el arzobispo Christophe Pierre,  nuncio apostólico en Estados Unidos, ofició una misa transfronteriza en Nogales, Arizona, y Nogales, México; ante un altar colocado en ambos lados de la línea divisoria, dijo  que para la fe no hay fronteras y afirmó que la Iglesia seguirá defendiendo a los migrantes.

La postura eclesial en el tema migratorio es de larga data y auspicia el diálogo interreligioso, habida cuenta de que entre los migrantes hay fieles de todas las confesiones. Con motivo de la Semana Nacional de Migración, que desde hace un cuarto de siglo organiza la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos (USCCB) y que este año se efectuó en enero en Los Ángeles, California, el arzobispo de esa ciudad, monseñor José Gómez, subrayó que la Iglesia seguirá siendo solidaria con los inmigrantes, ya que no se trata de una cuestión política sino de naturaleza humana.

En términos similares se han manifestado el cardenal Daniel DiNardo, arzobispo de Galveston, Houston, y presidente de la USCCB, así como monseñor Joe Vásquez, quien preside su Comité de Migración. En ese tenor y con motivo del Super Bowl que se jugó en Estados Unidos el pasado día 5, Francisco, el papa que se opone a los muros y prefiere los puentes, redondeó estas tesis al expresar que los grandes eventos deportivos demuestran que es posible construir una cultura del encuentro y un mundo de paz.

No es de sorprender que así sea. Los principios que guían a Roma en materia migratoria son de sabiduría milenaria. Así lo acredita Mateo (25:35) al señalar: porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me acogisteis.

Internacionalista.

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