Trump y su ejercicio del poder
Magdalena Galindo
La llegada de Donald Trump a la Presidencia de Estados Unidos ha puesto de manifiesto un conjunto de transformaciones que se habían mostrado como tendencias, de manera subterránea, desde hace varios años. Uno de estos cambios atañe al concepto de hegemonía, que siempre había tenido la referencia implícita al Estado Nación, es decir, al ejercicio del poder en el interior de una nación, o al poder de una nación sobre otras. En los últimos años, sin embargo, conforme el proceso de globalización ha avanzado, la hegemonía ya no puede limitarse a tener como marco de referencia la nación, pues las fusiones y absorciones entre el gran capital de diversas nacionalidades ha determinado que la hegemonía se desplace, como en el caso de México, hacia el exterior, de modo que hoy la hegemonía en el interior de nuestro país la tiene la burguesía financiera internacional. En el orden mundial, los acuerdos económicos, políticos y militares entre distintos países diluyen fronteras entre las naciones para conformar agrupaciones de países, que, como en un caleidoscopio, se reúnen o separan, formando distintas combinaciones.
Hoy, puede todavía afirmarse que Estados Unidos tiene la hegemonía en el orden internacional, pues nadie duda de esa frase tan reiterada que lo califica como el país más poderoso del mundo; no obstante, tiene sus contradicciones, pues si bien en el terreno militar es innegable, también hay que recordar que ya cuenta con su primera derrota (Vietnam) y en las recientes invasiones ha tenido que recurrir al financiamiento de otros países. En el terreno económico, que es el sustento último de la hegemonía, Estados Unidos sigue siendo la mayor economía del mundo, (aunque China le va pisando los talones) pero padece un conjunto de problemas que han estallado en la crisis de 2006 y con mayor fuerza y profundidad en 2008, la más grave que ha vivido el capitalismo. Está desde luego el enorme déficit comercial, que ronda los 700 mil millones de euros, de los cuales la mayor parte corresponde al comercio con China, aunque también presenta déficit con otros países como Alemania y México.
Ese déficit es lo que Trump quiere arreglar estableciendo aranceles a las importaciones de su país, con el fin de encarecerlas y así conseguir disminuirlas y, con ello, bajar el déficit de su balanza comercial. Ese tipo de política se conoce como proteccionismo, lo contrario del neoliberalismo que se ha aplicado en todo el mundo para impulsar el proceso de globalización. Esa vuelta al proteccionismo por parte de un país altamente industrializado y con la mayor economía preocupa especialmente a los europeos, que temen el inicio de una guerra comercial, a través de aranceles y devaluaciones, que en los años treinta, precisamente para enfrentar la profunda crisis que entonces se vivía, constituyó el preámbulo de la Segunda Guerra Mundial.
El panorama es muy complicado, porque el neoliberalismo, si bien ha servido para el enriquecimiento sin precedentes de una muy reducida burguesía financiera internacional, a costa del empobrecimiento de miles de millones de trabajadores, no ha conseguido sacar de la crisis la economía mundial. Al contrario, el capitalismo vive en constantes sobresaltos. Esta incapacidad ha hecho que el neoliberalismo empiece a hacer agua en el mundo, y un síntoma es, por ejemplo, el brexit, y otro la llegada de Trump a la presidencia.