De la talla de Juárez o Cárdenas

Guillermo García Oropeza

En estos días cargados de nerviosismo frente a los nuevos males de la patria provocados por la política fascista de Donald Trump, ante la amenaza de una intervención militar con el pretexto de la lucha contra el narco —¡precioso pretexto que nos ha convertido en país de víctimas desde el siniestro Calderón!—, los mexicanos buscamos al Hombre del Destino que nos una y nos lleve a formar un gran frente nacional para enfrentar a esas amenazas a nuestra soberanía y libertades.

Claro está que el presidente Enrique Peña Nieto sería naturalmente ese líder, ese caudillo y para muchos seguramente lo es. Pero para muchos mexicanos la situación no es tan simple porque la popularidad de Peña Nieto es alarmantemente baja y muchos no ven en él esa figura poderosa capaz de enfrentarse con dignidad al nuevo enemigo  que es, finalmente el eterno enemigo de México, y buscan ,sin encontrarlo todavía al Hombre del Destino.

Y me pregunto, ¿cuál sería el perfil de tal persona?, y se me ocurre que en la tradición mexicana tendría que ser un hombre (pensar en una mujer es difícil, admitámoslo) que fuera fuerte, digno, inmensamente respetado y que tuviera el poder de convocatoria para que todos lo siguiéramos y respaldáramos.

Un hombre, diría yo, de peso, sólido, maduro pero capaz de jugársela si fuera necesario. Históricamente encontraría yo a dos personajes que serían Benito Juárez y Lázaro Cárdenas, quienes en su tiempo se enfrentaron a poderes extranjeros y salvaron la dignidad de la patria. Juárez ante una conjura de la eterna extrema derecha mexicana aliada al imperialismo de Napoleón III y los reclamos de Jecker, ese personaje estudiado por Martín Reyes Vaissade en magnífica biografía.

Cárdenas, ante los intereses petroleros británicos principalmente, en el clima tenso que precedió a la Segunda Guerra Mundial. Pienso que Juárez sería el perfecto ejemplo para el nuevo Hombre del Destino, nada menos que su dignidad y capacidad de luchar contra toda esperanza, en las más difíciles circunstancias.

Pero quizá otro Juárez sería demasiado pedir, así que nos tendríamos que conformarnos con el Tata, con ese Cárdenas que sin la austeridad mitológica del Benemérito tuvo la habilidad política y supo proyectar la imagen que movió a los mexicanos hacia una inmensa solidaridad no en una edad lejanísima sino en mundo moderno muy similar al nuestro.

Es obvio que ningún hombre por más valioso, austero, valiente e íntegro que sea puede hacer algo si no sabe proyectar la imagen que queremos tener los mexicanos de ese hombre que nos convoque y unifique. Ese hombre que quizá pudiera detener a Trump al ver que su ataque a México tendría un costo tal que deja de ser buen negocio porque lo único que mueve a Trump es el análisis de costo-beneficio como mercachifle que es, como jugador, como tahúr de casino.

Y no debemos menospreciar a Trump porque mucho me temo que tras sus espectaculares bravatas y provocaciones están cálculos muy fríos de los que piensan por él, Bannon y los militares.

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