Luis Mesa Delmonte*
Luego de años de preocupaciones y roces con la administración de Barack Obama, las propuestas iniciales de Donald Trump para el mundo y la región medioriental también generan retos e incertidumbre para Qatar.
Durante los ocho años de la presidencia Obama, Qatar mostró claras preocupaciones ante la propuesta estadounidense de proceder a un “reequilibrio” estratégico global, que daría prioridad al Asia oriental, relegando a la zona del Golfo a planos secundarios. También percibió que la negociación nuclear de Washington y otras potencias con Teherán, afectaba directamente el equilibrio de poder en la zona, y golpeaba a su esquema de seguridad nacional.
Igualmente, Qatar se sintió afectado por las reiteradas críticas que recibió, debido al apoyo que ha brindado a varias organizaciones y formaciones políticas de inspiración islamista de la zona, como han sido, por ejemplo, algunos grupos de la oposición armada siria, el movimiento palestino Hamas, o la Hermandad Musulmana de Morsi en el Egipto resultante de la primavera árabe.
Este respaldo a grupos islamistas, desembocó en grandes tensiones que motivaron la retirada de los embajadores de Arabia Saudita, Bahréin, Emiratos Árabes Unidos y Egipto acreditados en Doha en el año 2014. A pesar de esta crisis, y otras críticas realizadas al emirato por brindar residencia a islamistas como Yusuf al-Qaradawi, los Estados Unidos solamente mantuvieron su discurso acusativo contra Qatar, pero no afectaron la importante relación estratégica bilateral.
Es útil recordar que, en el territorio del pequeño estado peninsular, las fuerzas estadounidenses cuentan con la base aérea de Al-Udaid, (la más grande de los Estados Unidos en todo el Medio Oriente), donde se asienta el Centro de Operaciones Aéreas Combinadas. Desde allí no solo se mantiene parte del dispositivo disuasivo dirigido contra Irán, sino que se efectúan operaciones aéreas de vigilia y ataque hacia objetivos en Afganistán e Irak, por ejemplo.
Los Estados Unidos continuarán operando la base y manteniendo sus efectivos, al menos hasta el 2024, según aparece estipulado en el Acuerdo de Cooperación para la Defensa firmado en el 2013 y con vigencia de 10 años.
Según la percepción de seguridad qatarí, su esquema defensivo requerirá asesoría y entrenamiento para sus tropas, comprar nuevas armas, y especialmente adquirir sistemas de misiles interceptores de última generación frente al desarrollo del programa de cohetería de mediano alcance que lleva adelante la República Islámica de Irán.
Estas convicciones han propiciado que Qatar incremente notablemente sus gastos militares; y a pesar de que el Ministerio de Defensa ha optado por una política de mayor discreción respecto a sus partidas presupuestarias y gastos, el más reciente informe del prestigioso Stockholm International Peace Research Institute (SIPRI) estima que los gastos militares qataríes aumentaron en un 245% durante al año 2016. Varios observadores comentan que el pasado año se destinaron 5.1 miles de millones de dólares, y que esta tendencia continuará manifestándose hasta llegar a los 7 mil millones de dólares en los próximos tres años.
Qatar ha dado prioridad en años recientes a la compra de armas de fabricación europea. No obstante, las gestiones para la adquisición de 36 aviones de combate F-15 Eagle, fabricado por la McDonnell Douglas, y por valor total de 4 mil millones de dólares, parecen indicar un interés qatarí en recuperar un balance entre sus principales suministradores bélicos. Esta nueva compra, junto a otras, está en línea con históricas ventas estadounidenses que han incluido: sistemas de misiles de múltiples tipos, vehículos blindados, helicópteros Apache, y bombas inteligentes tipo GBU-35, entre otros muchos armamentos.

F-15 Eagle
Todos estos gastos en materia de defensa se pueden realizar por los enormes recursos financieros con los que cuenta el país, y se llevan adelante a pesar de la caída de los precios internacionales del petróleo y el gas.
Ante el ascenso de la administración Trump, algunos factores podrían tensar la relación bilateral. Dos ejemplos son: el anuncio del presidente respecto a que las monarquías del Golfo tendrán que pagar por la seguridad que brindan los Estados Unidos; así como la calificación de Hamas y otros grupos que Qatar apoya, como representantes del radicalismo islámico.
Si bien estas posiciones generan incertidumbres justificadas en Doha, su diplomacia y prensa han optado por insistir en que la nueva administración tiene que comprender la seriedad del problema de la seguridad en el Medio Oriente en general y en la zona del Golfo en particular, y que Washington debe seguir fortaleciendo la asociación estratégica con los países del Consejo de Cooperación del Golfo.
Sería muy importante incluir a Qatar en los actuales intentos por reencauzar la guerra en Siria hacia canales negociadores. Doha se implicó en el conflicto desde fechas tempranas y podría neutralizar a algunos de sus aliados de estos años en el terreno, pasando de una posición de apoyo a sectores de la oposición armada, a una de “intermediario”, a semejanza de sus intentos previos para dialogar con el movimiento talibán afgano.
La política qatarí ha expresado su apoyo a la idea de Trump para crear en Siria “zonas de seguridad” y “zonas libres de vuelo”, y con ello cortar el flujo de desplazados internos que escapan de las zonas de conflicto, y de los refugiados que emigran hacia otros países de la región y Europa. Al expresar este rápido apoyo a Trump, Doha reconoce que debe reajustar su estrategia, y paralelamente construye un “gesto” político hacia la administración estadounidense.
Es clave tener en cuenta que los vínculos económicos entre Doha y Washington son muy amplios. En realidad, los Estados Unidos son los principales inversionistas en la economía qatarí, donde actualmente operan 120 empresas estadounidenses (incluyendo a cuatro pertenecientes al grupo Trump). Por esta razón, también en el caso de Qatar, es válido preguntar si algunas de las estridencias ligadas al discurso nacionalista y proteccionista de Trump, puede obviar y afectar intereses económicos y estratégicos de los Estados Unidos, históricamente concertados. Más bien parece que al final, la lógica de la continuidad se impondrá.
*Catedrático del Colmex