Regino Díaz Redondo

“…Trump tiene el cerebro de un protozoo…”. El Periódico 

Madrid.- Todos son sospechosos de delinquir. En un arrebato poco frecuente, los jueces dieron aire a las denuncias presentadas y Francisco Correa, Pablo Crespo y Álvaro Pérez, “el Bigotes”, cabecillas de la trama Gürtel, desayunan desde hace unos días en prisión. Cayó de sorpresa, pocos lo creían, pero ocurrió.

Al mismo tiempo, el ex gobernador del Banco España, Miguel Ángel Fernández Ordóñez, está acusado de permitir la salida a Bolsa de Bankia, institución que costó 20 mil millones de euros a los españoles.

El dinero fue empleado por el gobierno para “rescatar a los bancos”, durante la crisis económica que aún no termina. Salió de los bolsillos de los contribuyentes que constataron la fragilidad del Estado.

Hubo recortes a sus salarios, aumentó el paro, se dieron todas las garantías a las empresas para despedir con un mínimo de compromisos y los desahucios crecieron como ríos desbordados.

Al mismo tiempo que los banqueros caminan tan tranquilos por las calles de España.

Fernández Ordóñez tendrá que sentarse en el banquillo de los acusados para explicar por qué lo hizo y si se realizaron los análisis a los que dio el visto bueno.

La enorme pifia de este socialista arrepentido mantiene como dudoso a Rodrigo Rato, ex vicepresidente del gobierno y ex del FMI. A este individuo se le imputan otros cargos, como el de lucrarse ilegalmente y entrar en Bolsa a sabiendas que era inviable hacerlo. Sin embargo, Rajoy facilitó las supervivencias de varias casas implicadas en el asunto.

Está imputado, también, el presidente de la Comunidad Murciana, Pedro Antonio Sánchez, quien alardea de que lo apoyan, “cuatro fiscales del Supremo” y dice sentirse seguro en su proyecto hegemónico continental.

Como siempre, otro error: se construyeron carreteras secundarias inservibles porque no pasaba casi ningún vehículo por ellas. Como ahora tienen números rojos, Rajoy, en su afán humanista, entregará miles de millones de euros para no ofender a los inversores y sí fregar al país.

Se trataba de gastar el dinero de Bruselas para justificar los ingresos que recibíamos. No paramos. La densidad de las obras fue tal que hubo quien engordó su estómago con dinero público, de la cuenta del gobierno. La borrachera por hacer casas de más y dinero invertido en las que están deshabitadas rebasó, con mucho, la capacidad económica.

Al mismo tiempo que González luchó con denuedo para afianzarnos en la UE y formar parte de la OTAN, los malos empresarios levantaron elefantes blancos en un alarde de confianza e importamadrismo, tanto en las viejas como en las nuevas monedas.

Caló la necesidad de crecer; en Madrid se edificaron cuatro torres, permanente estigma del derroche. Fue en los 90 del siglo pasado cuando se ofrecían a la venta o en alquiler casas que sobraban. La clase media fue la primera en endeudarse hasta la coronilla. La mayoría tiene hipotecado su futuro. Paga religiosamente la hipoteca que le corresponde desde un tiempo que no recuerda. Había que tener techo propio con interiores modernos.

Para rematar surgieron los especuladores y comenzaron a forrarse. Engañaron a la gente y ésta, contagiada de la euforia, compró chalets y pisos por encima de sus posibilidades.

Nadie advirtió que el país avanzaba con euros ajenos mientras la nación desarrolló una democracia que nos llevó a considerarnos ricos para siempre.

Felipe dedicó sus últimos años como funcionario para afianzar a España en Europa como nación libre y olvidó la economía interna que poco a poco hirió a los españoles hasta llevarlos a la miseria para que José María Aznar, cuya soberbia es su plataforma, llegara a sentirse intelectual.

El 2006 nos dejó desnudos con una mano atrás y otra adelante, caídos en la incongruencia de la que todavía no salimos. Nadie supervisaba las compraventas mucho menos el gobierno de Zapatero, que, sin embargo, elaboró leyes positivas como el de la violencia de género, la legalidad de los matrimonios homosexuales y de la Memoria Histórica.

Pero de nada sirvieron. Vino Rajoy, protector de sus cuates, redujo la comida de las clases medias y dio vitaminas a los super-ricos que casi estuvieron a punto de sufrir una indigestión.

Eso sí, España sigue en la UE. No importa que el señor de la Moncloa reparta su tiempo entre el sofá, la televisión y los mensajes escritos – telegramas — que distribuye a los medios de comunicación.

Hay que ver las zancadillas que se reparten unos a otros  como si fueran esclavos huyendo de los leones. Sus argumentos son ilógicos y cínicos.

Los diputados del PP podrían controlarse si hubiese una oposición unida pero no hay tal; supeditan al bienestar general su preeminencia. Tenemos una democracia dirigida y favorable a los populares que, en minoría, continúa adelante con sus trapicheos.

Algo inexplicable ocurre en el PSE (fuera la O): se abstiene para que recojan el mando los neoliberales y se dejan azotar, eso sí, levemente.

Aumenta el número de big shot que han robado. Desde hace nueve años a los idolatrados de la derecha les llueve sobre mojado. Pero don Mariano no sabe nada y no quiere enterarse.

Él echa su caballo a retozar y se esconde: “las decisiones de los jueces deben ser aceptadas y respetadas para mantener el equilibrio que rompen los populistas anti sistema”.

Todo un alarde de imaginación y creatividad persiste dentro del sistema ya caduco.

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