Luis Mesa Delmonte

La propuesta del ex presidente iraní, Seyyed Mohamed Jatamí, para llevar adelante en el país un proceso de “reconciliación nacional”, es producto de una lectura estratégica que incluye tanto a factores internos como externos.

Jatamí fue presidente de la República Islámica durante dos mandatos (1997-2005) cuando logró introducir algunos cambios importantes en materia de derechos y libertades políticas, así como realizar varias iniciativas en materia de política exterior. No obstante, desde que brindó su apoyo a la llamada “revolución verde” de corte reformista y popular en el 2009, ha sido una figura que ha sufrido diversas restricciones impuestas por los sectores más conservadores de la política iraní. Aún así, continúa siendo una figura con alta cuota de respeto popular.

Si bien sus resultados como presidente fueron limitados, -debido en buena parte a las características de las estructuras del poder y del proceso de toma de decisiones-, no hay que perder de vista que Jatamí no pretendió cambiar totalmente al sistema de la República Islámica, sino introducir formas y métodos más cercanos a la voluntad popular, mediante una propuesta unificadora más incluyente de carácter reformista.

Su compromiso con el diálogo no solo quedó restringido a la política interna en Irán, sino que trascendió globalmente con su famosa propuesta en favor de llevar adelante un “Diálogo entre Civilizaciones” en contraposición a la idea paradigmática del “Choque de Civilizaciones” concebido por Samuel Huntington.

El pasado 7 de febrero, Jatamí defendió nuevamente la idea del diálogo como vía para fortalecer a Irán en la actual coyuntura. En esa ocasión expresó preocupaciones muy claras frente a la figura de Donald Trump, a quien considera como un presidente extremista  y antagonista. Recomendó entonces, que no se debía realizar ninguna acción que pudiera ser interpretada como provocadora y que sirva de justificación a los Estados Unidos para atacar a Irán.

Llama muchísimo la atención esta percepción de Jatamí, pues durante los ocho años que se desempeñó como presidente de Irán, todas las amenazas provenientes de los Estados Unidos y de otras potencias que valoraron la posibilidad de atacar las instalaciones del proyecto nuclear iraní, siempre las concibió como ingredientes de una “guerra sicológica”. Ahora parece percibir una amenaza más real, frente a lo cual, lo primero que se requiere, es dejar de lado las divisiones internas y reconstruir la unidad nacional; y al mismo tiempo, conservar las buenas relaciones con la comunidad internacional, pues, en su opinión, las fuertes críticas que hoy se le hacen a Trump, podrían irse debilitando gradualmente.

Esta visión sobre la seguridad nacional del país por parte de Jatamí, está también motivada por el interés de fortalecer al campo reformista y apoyar la línea moderada del actual presidente Hassan Rohaní. Si se dialogara a escala nacional para lograr un frente común más sólido frente a potenciales amenazas exteriores, se construiría automáticamente un escenario que facilitaría la expresión y participación de las distintas fuerzas en la política de Irán.

Los campos políticos en Irán, no aparecen perfectamente definidos; no se alinean en un esquema bicolor; sino que las múltiples agrupaciones políticas y facciones que las componen, presentan una constante interacción, construyen compromisos y equilibrios, adoptan posiciones cambiantes, emplean tácticas coyunturales, y expresan una multiplicidad de perspectivas frente a los temas políticos, económicos y estratégicos de una agenda nacional.

Para la próxima contienda electoral de mayo, todas estas agrupaciones y facciones estarán viviendo una notable efervescencia política, y es aquí donde se inserta la propuesta de Jatamí, seguramente tomando en cuenta que las líneas más favorables a la moderación y a la reforma paulatina, ya no podrán contar con la capacidad de maniobra que dentro del poder ejercía Hashemí Rafsanjaní. La desaparición de este líder histórico del proceso revolucionario, obliga a nuevos arreglos políticos.

Es muy posible, que, en una atmósfera de crecientes tensiones, figuras de “línea dura” sean favorecidas por las estructuras militares y su accionar. Frente a la recuperación en Washington del discurso que anuncia que “todas las opciones están vigentes sobre la mesa”, y ante algunas advertencias directas del mismo Trump, varios altos oficiales de los Guardianes de la Revolución han respondido, tanto verbalmente, como con diversas acciones militares defensivas, incluyendo el lanzamiento de misiles de mediano alcance y maniobras navales en las aguas del estrecho de Ormuz.

Aunque llegar al enfrentamiento militar no parecería ser el escenario más atractivo para las dos partes, el forcejeo estratégico y la reactivación de un discurso antagonista bilateral, sí tendrá un impacto en la política interna de Irán, inhibiendo parcialmente a las tendencias más liberales, reformistas y moderadas.

Por lo pronto, el Líder Supremo, Ali Jamenei, no está dispuesto a mostrar algún tipo de debilidad frente a un Trump que caracteriza como “novato”, y advierte que ningún enemigo podrá atemorizar a Irán. Al menos en esta coyuntura inicial de renovadas tensiones con Estados Unidos, Jamenei decide no escuchar la propuesta de Jatamí: “Para mí no tiene sentido hablar de reconciliación nacional. El pueblo está unido, entonces ¿por qué hablar de reconciliación?”

Este tipo de declaración, solo puede entenderse como una maniobra política de tono demagógico, y no es suficiente para ocultar ni diluir, las históricas diferencias que existen dentro de la sociedad iraní desde la misma revolución de 1979.

Jatamí, a pesar de las críticas y golpes recibidos durante los últimos años, muestra la vigencia de sus ideas y la valentía de expresarlas. El diálogo y la construcción de acuerdos es parte central de su legitimidad política. Su propuesta de “reconciliación nacional” es un imperativo para el Irán de hoy.

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