Las altas ganancias de los bancos

Magdalena Galindo

Dos noticias alarmantes se publicaron la semana pasada. Una, que la cartera vencida de los créditos al consumo llegó a 37,985 millones de pesos o sea que tuvo un aumento de 14.42 por ciento. La otra, que la deuda pública federal llegó, el pasado enero a 9 billones (millones de millones) 817,223 millones de pesos, lo que significa que comparada con el saldo de enero de 2016 creció 15 por ciento; dicho de otro modo, la deuda federal aumentó en promedio 3,580 millones de pesos diarios.

En la crisis económica que comenzó allá por los años setenta y que continúa hasta hoy, pues la gran burguesía internacional que detenta la hegemonía en el mundo no ha podido conseguir que la acumulación de capital recobre su ritmo, el crédito ha ocupado un lugar central. En primer lugar, porque se utilizó como mecanismo para contrarrestar la caída de la tasa de ganancia, pues por un lado permite a los empresarios realizar mayores inversiones que las que les limita su disponibilidad de capital. Además, porque financiar el consumo a través de las tarjetas de crédito y los créditos concedidos para la adquisición de automóviles, otros bienes duraderos o de las hipotecas en viviendas, sirve para aumentar el consumo presente a cuenta de una creación futura de valor y de este modo dinamiza la economía en su conjunto.

Sin embargo, el crédito apoyó la acumulación de capital durante los años cincuenta y sesenta, pero en los setenta empezó a convertirse en una traba, por una parte porque impulsa la inflación, es decir el aumento de los precios, y por otra, porque tanto gobiernos, como empresas, como individuos habían aumentado tanto sus deudas que ya tenían dificultades para pagar los intereses y las amortizaciones. Ya casi nadie se acuerda, pero en algún momento la ciudad de Nueva York estuvo a punto de declararse en quiebra y en América Latina (de eso sí todos nos acordamos) la crisis de la deuda en los ochenta provocó la década perdida de la región.

Más actual, la crisis financiera que empezó en 2008 en Estados Unidos y que se propagó al mundo en su conjunto y se considera tan grave como la de los años treinta, tiene, como su causa inmediata, las hipotecas-basura que habían concedido financieras y bancos a deudores que seguramente no podrían pagar los créditos.

Por supuesto, la pregunta obligada es por qué concedieron esa clase de créditos. Y la respuesta es sencilla, porque en ellos obtenían una alta tasa de ganancia. Es lo mismo que sucede con los bancos en México. Seguramente, a usted, queridísimo lector, le han llamado por teléfono o le han texteado al celular para ofrecerle toda clase de créditos, con tarjeta o sin ella, con cargo a nómina, personales o hipotecas. Es la búsqueda de la ganancia de los bancos, y hay que señalar que, aunque tengan una enorme cartera vencida, los bancos establecidos en México (casi todos extranjeros) obtuvieron ganancias por nada menos que 14,500 millones de pesos solo en el mes de enero de este 2017. Obviamente, esas utilidades provienen de los pagos de intereses y comisiones de los deudores, sometidos en México a tasas de las más altas del mundo.

El crecimiento acelerado de la cartera vencida y de la deuda pública federal nos acerca cada día más al estallido de una nueva crisis de la deuda, en medio de la crisis estructural que padecemos desde los años setenta del siglo XX, y ahora con la tremenda incertidumbre provocada por las incoherentes políticas de Trump, de las que lo único seguro es su agresividad sin límites contra el extranjero y en especial contra México y los mexicanos.

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