Perjudicará a México

Magdalena Galindo

Ahora que Donald Trump ha obligado a una renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), hemos visto múltiples expresiones en las que la voluntad del ahora presidente de Estados Unidos se mira como una agresión tan violenta como la emprendida contra los migrantes mexicanos, y de ahí se pasa a enaltecer el TLCAN y subrayar los supuestos beneficios que ha significado para México.

En efecto, sí se trata de una agresión, pero hay que distinguir entre los efectos de la renegociación ahora, y lo que ha significado el TLCAN para nuestro país. En cuanto a los efectos inmediatos, es indudable que un aumento a los aranceles que tendrían que pagar los exportadores desde México, afectaría la balanza comercial y posiblemente implicaría un descenso de las exportaciones y aun de la producción. Y si esto sucediera, provocaría un aumento del desempleo.

No obstante, hay que considerar que alrededor de 80 o 90 por ciento de las exportaciones manufactureras de México las realizan empresas extranjeras, principalmente estadounidenses, de modo que las principales afectadas por el aumento de los aranceles serían precisamente las compañías de Estados Unidos establecidas en México, las que seguramente buscarán presionar al gobierno de Trump para evitar esta medida.

En un sentido más general, sin duda la renegociación del TLCAN perjudicará a México, pues desde su firma las condiciones establecidas solo favorecían a Estados Unidos, y en cambio, fuera de algunas salvaguardas como las del maíz que establecía un periodo de gracia para la apertura del mercado, o la del petróleo que no permitía la inversión privada, todas las demás condiciones dejaban a México en la indefensión frente a la competencia estadounidense y, sobre todo, permitía la libre entrada de la inversión extranjera sin ninguna limitación.

Y hay que recordar que en el gobierno de Fox se renunció en los hechos a la salvaguarda del maíz y en el de Peña Nieto a la del petróleo. Si ésas eran ya las condiciones desde la firma del TLCAN, nada permite suponer que ahora Estados Unidos cederá en sus exigencias, sino al contrario, que todavía va por más.

Para México, tres son las consecuencias más importantes del TLCAN. La primera es que durante los 23 años de existencia del tratado, el crecimiento de la economía se ha mantenido en un nivel mediocre que se parece bastante al estancamiento.

Y si bien han crecido las exportaciones aceleradamente, las importaciones han aumentado igualmente. Aunque ahora México registra superávit en su comercio con Estados Unidos, se trata de un espejismo, porque son empresas extranjeras, en su mayoría de ese país, las que generan y reciben ese superávit.

Una segunda consecuencia es que se ha orientado la economía hacia el exterior y la inversión extranjera se ha posesionado de las riquezas naturales y humanas del país. Baste mencionar que en la minería se ha concesionado el 25 por ciento del territorio nacional a empresas privadas, en su mayoría extranjeras, principalmente estadounidenses y canadienses.

O que la industria automotriz, que es la rama manufacturera que ocupa el primer lugar en exportaciones es extranjera casi en su totalidad, o que la banca también está casi completamente en propiedad extranjera. En conjunto, lo que atrae esa inversión son los recursos naturales de nuestro país y la baratura de la fuerza de trabajo. Y esto último es lo que explica que los salarios en México hayan disminuido cada año.

La tercera y más grave consecuencia es que la imposición del neoliberalismo ha significado igualmente la aplicación de las llamadas reformas estructurales, de las cuales las más perjudiciales para México y los mexicanos son la reforma laboral, la energética y la educativa. En conjunto, el TLCAN ha significado una pérdida de soberanía, una profundización de la dependencia, una caída drástica de los niveles de vida y una entrega de los recursos naturales y humanos a la inversión extranjera.

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