Una mirada a… Ernest Hemingway
Patricia Zama
Las primeras líneas del cuento El buen león de Ernest Hemingway (Lumen 1989).
Érase una vez un león que vivía en África con todos los otros leones. Los otros leones eran malos y todos los días comían cebras, ñus o cualquier tipo de antílope, y les gustaban especialmente los comerciantes hindúes… Pero este león al que todos queremos mucho porque era bueno, tenía alas en la espalda, y a causa de ello los demás leones se reían de él.
—Mira ése con alas en la espalda —decían, y luego rugían con risotadas.
—Mira lo que come —decían, porque el buen león sólo tomaba pasta italiana y pizza, ya que era muy bueno.
Los leones malos rugían con risotadas y se comían otro comerciante hindú, mientras sus mujeres le chupaban la sangre haciendo lap, lap, lap con sus lenguas como gatas grandes… Pero el buen león se sentaba y recogía sus alas, y preguntaba educadamente si podía tomar un café o un cortado…
—¿Quién eres tú para creerte mejor que nosotros? ¿De dónde vienes comedor de espaguetis? Y, en cualquier caso, ¿qué haces aquí?…

Ernest Hemingway
—Mi padre vive en una ciudad bajo la torre de un reloj, y a sus pies ve miles de palomas, todas las cuales son sus súbditos. Al volar hacen el mismo ruido que un torrente. En la ciudad de mi padre hay más palacios que en toda África, y cuatro grandes caballos de bronce que miran a mi padre, todos con una pata levantada por el miedo que le tienen. En la ciudad de mi padre lo hombres pueden ir andando o en barcos y ningún caballo de verdad se atreve a entrar en la ciudad por miedo a mi padre…
—Eres un mentiroso —dijo uno de los perversos leones—, no existe ninguna ciudad así…
Entonces los leones se abalanzaron sobre él. Pero él se elevó por sobre ellos y mientras todos le gruñían pensó: “Qué salvajes son estos leones”… El buen león voló en círculos cada vez más altos y puso rumbo a Venecia. Aterrizó en la Plaza y todo el mundo estaba encantado de volver a verlo. Voló otra vez y besó a su padre en las dos mejillas y vio que los caballos todavía tenían sus patas levantadas y que la Basílica lucía más bella que una pompa de jabón…
Novedades en la mesa
Alessandro Baricco adaptó La Ilíada de Homero para lecturas públicas en Roma y Turín en otoño de 2004. A las dos lecturas acudieron, pagando, más de diez mil personas. De esta versión, publicada en español por Anagrama, transcribo el pasaje donde Paris huye de Menelao.
Todo empezó en un día de violencia. Hacía nueve años que los aqueos asediaban Troya… La tierra retumbaba terriblemente bajo los pies de los hombres y los cascos de los caballos… Al final estuvimos los unos frente a los otros… de repente, en las filas de los troyanos salió Paris, semejante a un dios, con una piel de pantera sobre los hombros. Iba armado con un arco y una espada. Sujetaba en una mano dos lanzas con punta de bronce, y las blandía hacia nosotros desafiando a un duelo a los príncipes aqueos. Cuando Menelao lo vio… pensó que había llegado el momento de vengarse del hombre que le había robado a su esposa. Y saltó a tierra empuñando las armas. Paris lo vio y el corazón le tembló. Se replegó entre los suyos para huir de la muerte. Como un hombre que ha visto una serpiente y da un salto hacia atrás, y tiembla, y huye, pálidas sus mejillas, así lo vimos huir…


