Regino Díaz Redondo

 “…The Washington Post gana el pulitzer

por descubrir las mentiras de Trump…” El País

Madrid.- Sin rodeos, y no descubro el Volga, la justicia está muy politizada. Yo agrego que se ahoga en la letrina en que viven los salvadores de la patria.

Estamos en el ring para combatir contra el pos-fascista y el “populismo”.

A éste último lo acusan de terrorista y desestabilizador, en un ambiente de castas y prevaricadores.

Huelen mal los pactos entre partidos. Tan es así, que la gente ya no cree ni en el Espíritu Santo. El yijadismo invade a los países sin ton ni son. Están equivocados los que afirman que los terroristas planean antes de atacar.

Pero hay dos ejemplos que lo demuestran: los estallidos con bomba casera flagelan a Estocolmo y, muchas veces, a Siria, cuyo presidente va de equivocación en equivocación.

Los lobos solitarios que siembran el miedo en las ciudades del continente no tienen un antes ni un después. Daesh trabaja a su manera en cuerpo ajeno y fanático.

No hay que juntarlos en un sólo paquete. Siempre estuvieron con los jefes de la anarquía con sangre. Ni siquiera se aventuraron en territorio africano colaboracionista.

Quizá hayan acertado los fanáticos del Islam. Esta religión merece mejor trato.

Europa se debate entre dos bandos: los que la escogen como pretexto para matar y se amparan en la desigualdad que hay en el mundo. Que hoy impera y será mayor. Abundan los aprovechados que utilizan estos momentos y se amparan mutuamente para reivindicar matando las aspiraciones legítimas, también el hambre y la inconformidad social.  Igual,  los que carecen de hogar y duermen en las calles.

Todo es posible. Claro, el enemigo es el de enfrente. Los fanáticos de la religión musulmana deberían respetar a todas las Iglesias y no convertirlas en el enemigo.

Alrededor de mil quinientos millones no escarmientan. Pero una mayoría cumple con sus compromisos y habita en santa paz.

En estos tiempos, Europa opta por la ultra-derecha, el totalitarismo del que abrevan muchos neoliberales y los que luchan por mantener la democracia, todavía débil.

Estamos perdiendo las batallas con los nazis disfrazados de palomas. Esta doctrina se introduce, por ósmosis, en cuerpos y mentes. Al norte, Le Pen, (Francia), Geert Wilders (Holanda) y el inglés Nigel Farange son protagonistas del desastre y no hay que olvidarlo.

Al sur, por aquí, en las naciones del sur, nos vamos “de copas” y nos distraemos “con las chicas”, como dice el presidente del Eurogrupo, Jeroen Dijsselbloem.

Así estamos de mal, las peleas entre grupos no disminuyen y la desigualdad avanza a la velocidad de un avión de turbina.

Ambos  están en las Antípodas, irreconciliables. Puede que ocurra pero no lo veo ni hoy ni mañana. Tampoco pasado mañana.

Por tanto, hay que ser soldado de la democracia, a secas. La que se mueve en España y utilizan algunos como arma contra las libertades y los derechos humanos. Estamos rotos de pies a cabeza. Respiramos con dificultad. La moneda está arriba, inalcanzable. No sabemos si caerá cara o cruz.  Los descendientes de Franco y Hitler se refuerzan, ante el asombro de todos y el importamadrismo.

Ahora se muestran ufanos y rubicundos. No hay quien meta a la cárcel a las Fundaciones franquistas que machacan contra los humoristas. Estos señores la reciben de frente aunque sea un atentado mayúsculo. No tenemos leyes en las que pudiéramos recargarnos. Después de cuarenta años, aún hay monumentos, calles y avenidas que recuerdan la gesta del Alzamiento nacional. Debemos pisar con cuidado porque la justicia echa a la basura los atentados y genocidios.

Es increíble pero ocurre, está vigente. Un problema cotidiano contra el neoliberalismo que nada tiene de liberal y mucho de vomitante.

En este país bipolar y aguantador, los fachas están por doquier. Sobre todo habitan en funcionarios y empresas ficticias que aumentan la delincuencia por los abusos que cometen.

Resulta doloroso comprobar que la libertad la hayan custodiado guaruras pos-franquistas que se ufanan para no perderse y lesionan. Las leyes son reflejo de una “impaz” interna. Ni externa, pero sí contaminada, sucia e impresentable.

En cambio, persiste un narcisismo perverso, como afirma el psicoanalista Jean-Charles Bouchoux, una de las personas más sensatas que he leído y comparto sus opiniones. Una más, entre cientos de miles.

Como todo lo que escribo se basa en la experiencia adquirida, mis dos grandes naciones – México y España—son proclives al retroceso, por dentro y fuera.

No le demos lametones a quienes nos hunden con la mano en alto y se ríen de nuestra tolerancia.

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