Joaquín Pérez Sánchez

El domingo 23 de abril se habrían llevado a cabo elecciones presidenciales en Francia que han levantado gran expectación, especialmente en Europa, ya que este país es un pilar fundamental del proyecto de la Unión Europea (UE), ahora duramente cuestionado. El escenario electoral que privilegiaba la disputa del poder entre la ultraderecha xenófoba y la opción neoliberal, ha sido tocado. La “irrupción” de la izquierda que encabeza Jean-Luc Mélenchon se coloca con grandes posibilidades de cambiar este panorama político.

De acuerdo con las últimas encuestas, en el escenario electoral francés, hay cuatro candidatos electorales que se encuentran entre los 18 y los 22 puntos porcentuales (es decir que con un margen de error promedio, todos pueden ganar), en un virtual “empate”. Sobra decir que hasta este momento, ninguno tiene posibilidades de alcanzar la presidencia en la primera vuelta.

A pesar de que la mayoría de los medios de comunicación privilegian como favoritos para pasar a la segunda vuelta a la candidata del Frente Nacional (FN), Marine Le Pen y a Emmanuel Macron, el candidato de la derecha neoliberal, la “irrupción” creciente en los sondeos de Mélenchon, el candidato de la “Francia Insumisa”, hace que las esperanzas de una candidatura ganadora de izquierda crezcan y por lo tanto hacen “temblar a los mercados”.

Marine Le Pen

Mélenchon ha remontado más de seis puntos porcentuales en la semana previa a las elecciones, alcanzando el 20% y se estima que la cifra pueda aumentar, ya que, según los sondeos, uno de cada tres electores, todavía no sabe a quién votar.

Los programas de los candidatos, en términos generales son muy claros, Le Pen, quiere un “nacionalismo” a ultranza, salir de la UE y el euro, restringir la migración y favorecer el “patriotismo económico” (los capitalistas franceses primero); Macron representa la continuidad del proyecto neoliberal de la UE, es decir, menos restricciones a las “inversiones”, “modernización” de los convenios colectivos de trabajo, favorecer la “integración europea” (económica y financiera por supuesto), pero eso sí, “restringir” la inmigración “irregular” .

Y Mélenchon ¿qué propone? También está en contra de la actual funcionamiento de la UE, pero no propone salir, sino refundarla, cambiar las reglas neoliberales, empezando en Francia, defendiendo el “estado social”, a través de políticas que protejan los derechos sociales, el trabajo, la salud, la vivienda, poner tope a las ganancias, promover las energías alternativas. En materia de inmigración, terminar las guerras y favorecer la diplomacia, así como la lucha contra la pobreza en los lugares de conflicto, factor que estimula el fenómeno migratorio, entre otras cosas. En síntesis, nada nuevo, nada descabellado, sólo sentido común y una visión europea de integración basada en valores más importantes que las finanzas y el comercio.

Por esa razón es que tiemblan “los mercados”, porque no le temen al nacionalismo de Le Pen tanto como a una opción distinta basada en la solidaridad, la democracia el diálogo y la tolerancia. Les asusta que se hable siquiera un poco de refundar el sistema. La maquinaria propagandística contra Mélenchon está a todo lo que da: “comunista, gorila, chavista, rojo”, entre otros calificativos, vociferan los corifeos del sistema.

Los indecisos pueden inclinar la balanza, pero el abstencionismo también puede ser la diferencia. Los ojos del mundo estarán puestos en Francia, donde se puede iniciar otra “revolución”.

Una cosa parece segura, habrá una segunda vuelta el 7 de mayo próximo y el presidente (a) que de ella surja, se enfrentará a un escenario político muy complicado, entre la posibilidad de continuismo o de impulsar un cambio.

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