Regino Díaz Redondo

 “..Paramos un taxi, subimos y le decimos al taxista

 que nos lleve a China. En el taxi cantamos se me olvidó que te olvidé…”

Eduardo Mendoza – Sin Noticias de Gurb

Madrid.- Pájaros al atardecer distraen a quienes se buscan la vida en política. El mundo es algo más que romper las muelas al de enfrente.

El planeta estrafalario que hollamos, también. ¿Dónde está el mundo real? Difícil encontrarlo en esta época. La gente vota según le va en la feria y, a veces, inclina la balanza hacia personajes extraños, grandilocuentes o miembros distinguidos de la “irrealidad politik”.

Es lo que pasa con los que votaron a Donald Trump que es más Donald que Trump con cabello naranja.

Quienes votaron, y seguirán haciéndolo a Rajoy, presidente cuestionado por su mal gobierno pero que en las urnas sale victorioso, son fieles a la exclusiva marca neoliberal de derecha-extrema –no ultraderecha–, que tanto gusta a la aristocracia española.

Suele ocurrir que llevas en mente la persona a la que votarás y, en el camino, cambias de parecer porque te lo ordenan tus inicuos pensamientos.

En pocos metros experimentas una catarsis ideológica contraria a tu razonamiento diario.

Ocurre muchas veces, quizá miles, que la ciudadanía deposita su voto a favor de una persona que no está en tu red social.

“Me equivoqué”, dicen algunos. No, no es cierto; el subconsciente toma la batuta y manda sin escrúpulos. Sin más.

Sucedió en el caso del dueño de la Torre en la Quinta Avenida que pasaba desapercibido hasta que la gente tiró de la manta y se inclinó por él (Trump).

El ser humano falla múltiples veces. Demasiadas porque no cree ni en su propia sombra como suelen decir los costumbristas del siglo veinte.

El acto nada tiene de surrealista. Sólo apuntala el deseo de vivir en libertad, palabra que confunde a los tontos. Tomemos por ejemplo: en Ecuador triunfó “la Revolución Ciudadana” de Rafael Correa que dejó de gobernar para dar paso, temporalmente, a su vicepresidente.

Ganó Lenín Moreno. ¿Hubo compra de votos?. Yo diría que sí. Porque sólo a base de dinero y veladas amenazas se consiguen los triunfos que no lo son.

Para la gente ir a las urnas es como un domingo de paseo por las calles. Van felices, despreocupados, quizá canturreando.

Sin embargo, es tan serio el asunto que desestabiliza y reafirma el poder detrás del trono. ¡Quítate tú para ponerme yo. Y, al rato, volveré. Mientras, respeta mis órdenes políticas!.

Dale atole con el dedo a las masas y lucra lo que más puedas… pero deja algo para el que viene después.

Es una norma muy practicada.

El presidente Correa volverá a Bélgica donde abrevó las buenas maneras y la poca o mucha cultura que tiene. Los ecuatorianos son el espejo de lo que pasa casi siempre en las naciones al sur de Estados Unidos.

México rompió el castillo de naipes y tuvo dos presidentes del PAN para confirmar que era peor el remedio que la enfermedad.

Ecuador está como acotado, refugiado entre otros países que también tienen múltiples problemas. En México asoma el cuello (para que se lo corten) Andrés Manuel López Obrador que podría ser, desgraciadamente, el próximo presidente en 2018 si Peña Nieto no se pone “buzo”.

Porque en el cono sur de América se han multiplicado las dolencias. Argentina juzga a su ex presidenta, Cristina Kirchner, Paraguay casi se levanta en armas y en Uruguay hierve la oposición.

Todo por el mismo boleto y porvenir castrado.

En Centroamérica la gente no participa, como siempre, y se atiene a lo que salga, sea o no legal.

No hay manera de convencer a la gente: quizá un mínimo empleo y una palmadita en la espalda. Agregue un dinerito en mano, unos cuantos billetes pero no de alta denominación.

Continúan las reglas de siempre. Muchos presidentes ganan con trampas y votos falsos.

Los cochupos son elaborados por una técnica impecable y digna de tomarse en cuenta. Así parece lo que ocurre siempre en aquel país de fantasía en el que viví casi toda mi vida.

Los párrafos que escribo entre paréntesis o guiones nada tiene que ver con el intento de que me entiendan. Pero alguno sí lo hará.

Sabrán que hay mucha gente de cabeza dura y corazón de piedra. A estos individuos satisface, entusiasma, el karma del “savoir faire” y en esto me amparo para seguir adelante.

O, al menos, distraigo mi mente en algo menos superficial pero muy de moda.

En eso de entender hay muchos matices. No entiendo a Rajoy ni a los terratenientes por decreto del medioevo. Estos habitan España, pasan de sus leyes y continúan en el paraíso social.

Son un cuerpo de élite de una España adormecida por dictaduras y monarquías obsoletas.

Aquí lo dejamos, para que se ceben con el escrito y con el que lo escribe.

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