Europa

Joaquín Pérez Sánchez

En medio del proceso de elecciones en Francia, uno de los países más importantes que conforman la Unión Europea, se celebró en este continente, el Primero de Mayo, Día del Trabajo. El trabajo es uno de los componentes principales del sistema económico actual y su problemática atraviesa casi todos los niveles de la actual crisis mundial.

Como cada Primero de Mayo, miles de personas salen a las calles de las principales ciudades del mundo demandando mejoras salariales, empleos permanentes, condiciones laborales dignas, entre otras reivindicaciones clásicas. Los interlocutores principales para estas demandas siguen siendo los estados nacionales que, ante el actual proceso de globalización económica, la mayoría no sólo carece de voluntad política para intentar resolver estas problemáticas, pero sobre todo, la mayoría no tiene poder real para poder revertir estas situación.

Las cifras sobre el componente trabajo a nivel mundial son catastróficas. De acuerdo con la Organización Internacional del Trabajo (OIT), en 2016 habían tres mil 422 millones de personas “activas”, (mayores de 15 años) y esta cifra crece a un ritmo de 25 millones por año. Para este año, la OTI calcula un incremento en la tasa del desempleo del 5,7 del 2016, al 5,8 en 2017, lo cual se traduce en 3,4 millones de personas más en el desempleo que al final de este año superará los 201 millones a nivel mundial.

Los tecnicismos económicos señalan a “el deterioro de las condiciones del mercado de trabajo”, sobre todo en los países emergentes (pobres), aunque en los últimos años, este deterioro también se aplica a varios sectores de los países desarrollados (ricos). De hecho cada vez crecen más los sectores descontentos con la “globalización” en los países ricos, sobre todo por el aumento del desempleo. Los países europeos son un claro ejemplo de ello.

Esta situación es difícil de revertir bajo las mismas recetas económicas, las cuales predican que con crecimiento económico se generarán nuevos puestos de trabajo. Nada indica en los últimos años que estos haya dado resultado. Si bien es cierto, que en los países donde se registraron varios años de crecimiento económico (América Latina, India, China), se logró sacar de la extrema pobreza, a grandes capas de la población, en los últimos años, el sistema ha dado muestras de estar agotado.

La llamada “Cuarta Revolución Industrial” que supuestamente estamos viviendo y de la que no se sabe exactamente cómo va a funcionar, pero que todos los días experimentamos sus efectos por los cambios tan rápidos que se están produciendo en casi todos los ámbitos, con las nuevas tecnologías (digitales, cibernéticas, físicas, biológicas).

Los avances tecnológicos, sobre todo la digitalización y la automatización en la mayoría de procesos productivos, están produciendo menos empleos de los que se necesitan, incluso se vaticina en foros tan conservadores como el de Davos, (Suiza), que el desarrollo de la inteligencia artificial, la robótica, la genética, entre otras áreas del conocimiento, provocarán la destrucción de por lo menos cinco millones de empleos “cualificados” al final de esta década, en 15 de las principales economías del mundo.

En este contexto, es evidente que el crecimiento económico a toda costa, no sólo no resuelve el problema de desempleo creciente, además está provocando el deterioro del planeta y sus recursos, poniendo en peligro la supervivencia humana.

La economista de la Universidad de Oxford, Kate Raworth, expone en su libro “Doughnut Economics” ( https://www.kateraworth.com/doughnut/ ), como la humanidad se enfrenta a la problemática de sobrevivir en este planeta con los recursos limitados que contiene. La investigadora emplea un esquema en forma de dona en el que delimita los límites de los recursos planetarios y los límites sociales. Entre ellos un espacio (la dona) en el que la humanidad puede desarrollarse de manera socialmente justa y ecológicamente segura. Pero para ello se necesita desarrollar un sistema económico en el que se optimicen los recursos (equidad), se respete el ambiente (preservar la naturaleza), se reparta equitativamente los productos de esa transformación.

Ahora se habla de reducción de horas de trabajo, incluso sobre la viabilidad de una Renta Básica Universal, entre otras medidas para modificar el actual sistema. No parece ser el tipo de medidas que quieran implementar los principales líderes del planeta, se sigue imponiendo la fuerza (guerra) y el viejo modelo económico de crecimiento a toda costa.

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