Francia

Regino Díaz Redondo

“… En la literatura siempre encontré la verdad de las mentiras…”

Mario Vargas Llosa, Premio Nobel

Madrid.- Un alivio temporal. Respiramos mejor pero intranquilos. El triunfo de Emmanuel Macron en Francia, recorre Europa como bálsamo pero no olvidemos a la ultraderecha que siempre está al acecho.

Con el 35.2% de los votos Marine Le Pen duplicó el número de personas que la siguen y respalda. Sus votantes son de la clase obrera pobre. El Frente Nacional ha iniciado un camino hacia el Elíseo que puede entronizarse en cinco años.

Mientras tanto, Macron está en entredicho por políticos de la izquierda y lleva a cuestas la presión de la oligarquía que confía en él para seguir con el neoliberalismo actual.

Por lo pronto, Francia está dividida por una ultraizquierda ansiosa de poder vivir con decencia; los Mercados, las Bolsas defienden a como dé lugar sus finanzas y la economía del vecino país.

Nadie duda – bueno, casi nadie – que el nuevo presidente francés sea un neoliberal y que su formación se base en los textos de “los chicos de Chicago” que tanto han dado para mantener la libertad con grilletes, pero libertad al fin.

La casta de las economías más importantes defiende sus privilegios y saldrá a las barricadas si este señor no los ayuda y mantiene.

La ultraderecha y la derecha han cortado cartucho y pueden disparar en cualquier momento en que se vean en peligro o en la posibilidad de que les roben su protagonismo.

Es una guerra entre el “populismo” francés y la izquierda real. Obtuvo Macron el 64.8% de papeletas a su favor y cuidará, sin duda, la hegemonía de los menos frente a una mayoría que se desespera y lucha en la Banlieue de París.

Los bancos y los trusts a los que adoramos están pendientes de los primeros pasos del joven jefe del Ejecutivo, amenazado, con razón, por los inmigrantes, africanos y árabes.

En todo caso no hay que olvidarlos sino mejorarlos. Darles de comer y dónde dormir. Hay que conformar familias estables para evitar que continúe el desbarajuste y las protestas que tan a menudo se presentan en las calles parisienses.

Cambiar no es fácil pero transformar la sociedad para bien, es necesario. La reforma no es inminente pero de su actuar sabremos el camino que toman las cosas.

“El populismo” y la izquierda real son un problema para el continente.

La democracia, como siempre, no acaba de asentarse en la casa de De Gaulle porque los intereses internacionales no lo permiten. Se enfrentan hegemonía y oprimidos. Entre los dos, muy divididos, ha de imperar una democracia limpia. Actualmente nos llenamos la boca con ese concepto sin conocer su origen. Cuanto más hablamos de democracia más ignoramos su significado.

Con Macron los paraísos fiscales seguirán en su lugar irremediablemente. Los capitales mal habidos de los europeos descansan con pachorra en los bancos inéditos o ficticios donde depositan sus caudales para defraudar al fisco de sus naciones.

Tiene Macron 39 años y su figura crecerá en la medida en que se preocupe por el bienestar de las mayorías. Si la presión es muy fuerte y se deja dominar, o se arrodilla ante las grandes fortunas, su victoria será endeble y terminará sin apagar los múltiples fuegos incendiarios que existen en esa nación.

En la plaza del Louvre festejó su triunfo con el eslogan de “En Marche”. Que no está mal pero es algo ambiguo para el consumo de los “cultos”.

En marcha, hacia a dónde, pregunto.

Deja atrás a un Hollande mediocre, sin carisma, que dedicó buen tiempo de su mandato a volar entre dos de sus ex parejas. Hoy tendrá tiempo para recuperar su narcisismo.

Puede decirse que el ahora presidente francés no es un estadista. Tendrá que contar con la solidaridad de una gran parte de los franceses.

Eso sí, tiene dos tareas que cumplir: respalda al neoliberalismo arcaico e impide el protagonismo de la izquierda o escucha a los necesitados que bien lo merecen.

Recuerdo el 15-M en la Puerta del Sol. Allí, los españoles iniciaron la contestación a lo establecido por anacrónico e inservible. En ese kilómetro, España se adelantó al resto de países.

Pintó la raya al excesivo poder y lucro y brincó los obstáculos del actual sistema político-financiero. Debe ser un ejemplo no quedarse en karma sino que es el inicio de una revolución social.

Quienes propugnan la liquidación del establishment tienen que unirse más en los propósitos de futuro que en las controversias internas.

Lo digo por Francia y la Península Ibérica. Porque hemos perdido la fisonomía política y aumenta la desigualdad.

La felicitación que le envió Mariano Rajoy – “un plato es un plato, un vaso es un vaso” – no pronostica un futuro halagüeño. El presidente del Gobierno está casado con las políticas del statu quo y las promueve allí donde va.

Pero bien, Le Pen consiguió más de once millones de votos con sus programas que articulan fundamentalmente la salida del euro y de la eurozona, restringir el número de inmigrantes árabes y africanos, cerrar aún más el nacionalismo invertebrado.

La hija de Jean Marie Le Pen practica con las mismas ideas que Donald Trump que se fortalece con “hacer a Estados Unidos otra vez grande”.

Falta saber cómo se conforma la Asamblea Nacional. Esta noche sabremos el resultado y de su conformación dependerá mucho el futuro de los franceses.

Ójala que Marcron contemple los problemas con serenidad y buen juicio.

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