Elecciones en Irán 

Luis Mesa Delmonte

La reelección del presidente Hassan Rohaní el pasado 19 de mayo, no fue solamente un triunfo de la línea más moderada y reformista dentro del espectro político iraní, sino una muestra del cuestionamiento popular a opiniones expresadas por el Líder Supremo Alí Jamenei, y las figuras más cercanas del llamado campo “principalista” o conservador.

Al triunfar con 23,5 millones de votos, Rohaní obtuvo un 57% de los votos ejercidos, superando así a su principal contrincante, Ebrahim Raisi, quien alcanzó 15,7 millones equivalente al 38%. Los otros dos candidatos solo obtuvieron un 1,1% (Mir-Salim) y 0,5% (Hashemitaba). Del total del padrón electoral de 56 millones, más de 41 millones depositaron su voto, con lo cual se alcanzó una elevada participación del 73%.

Esta clara decisión del electorado iraní en favor de la coexistencia internacional, y de brindar una oportunidad para poder avanzar en la recuperación económica del país, se logró a pesar de la marcada oposición durante la campaña, de importantes sectores de la política conservadora, de los Guardianes de la Revolución, las milicias basij, y la enorme mayoría de la comunidad religiosa de los seminarios de Qom.

La estrategia “principalista” o conservadora, se basó en el no reconocimiento de los logros de la administración Rohaní, en el cuestionamiento de su vinculación con occidente, en la no valoración del acuerdo nuclear, y en exigir una recuperación económica inmediata; todo esto quedó enmarcado en una campaña electoral encabezada por Raisi con promesas de corte populista y utópica, optando por un modelo económico autárquico, y dirigiéndose con viejas fórmulas políticas a los más desposeídos de la sociedad iraní.

La autodefensa de Rohaní pasó por mostrar algunas cifras que indican el inicio de la recuperación macroeconómica del país, su crítica a los excesos de los aparatos de seguridad y jurídicos, su llamado a que los Guardianes de la Revolución permanecieran fuera de la política, y su crítica directa a Raisi por “abusar de la religión con propósitos de poder”.

Además, es imprescindible tener muy en cuenta el papel desarrollado por el Líder Supremo, Alí Jamenei, en esta campaña electoral, y los varios golpes demoledores que dirigió directamente contra el presidente Rohaní, expresando que el gobierno no cumplía con las expectativas económicas de la población “ni con las mías tampoco”; negando el éxito de las negociaciones nucleares y que ellas no ayudaban a desvanecer el escenario de la guerra como planteaba el gobierno; e incluso criticando a Rohaní por aceptar la “Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible” de la UNESCO, considerándola como un instrumento de política educativa elaborado por las grandes potencias, que pretende infiltrar valores occidentales en contra de los principios islámicos. De esta forma el Líder Supremo no mantuvo una posición neutral en la campaña, como debía esperarse.

El pueblo no votó según las preferencias del Líder Supremo y su candidato predilecto, el jurista conservador Ebrahim Raisi, sino que sacaron sus propias conclusiones y optaron por la variante más esperanzadora para lograr sus aspiraciones: la tendencia moderada-reformista encabezada por Hassan Rohaní.

Este es otro buen ejemplo para mostrar que en Irán, no ocurre automáticamente todo lo que el Líder Supremo decida -como muchos durante décadas han tratado de argumentar-, sino que la estructura política y de toma de decisiones es mucho más compleja, está compuesta por distintos órganos en los que ocurren contradicciones y reacomodos, y que dan como resultado un sistema que siempre obliga a buscar consensos, en vez de propiciar la imposición absoluta de una sola de las grandes corrientes de pensamiento.

Esta presencia de tendencias disímiles y en contradicción, se traducirán en un freno parcial para las futuras propuestas de Rohaní en materia económica, de política exterior, de seguridad y de transformaciones internas. El campo “principalista” perdió esta elección, pero no ha desaparecido y continuará buscando mecánicas de oposición y generando cuestionamientos de base ideológica y religiosa.

Habrá que ver cuánto estará dispuesto a enfrentarse Rohaní a las líneas más conservadoras del sistema y cómo traducirá e incorporará en su estrategia a las demandas legítimas de la población, para poder cumplir con sus promesas de campaña. Estará obligado a defender propuestas del campo de la reforma y también captar, convencer y negociar con representantes de otras facciones políticas.

Junto a los numerosos retos en materia de estrategia interna, el gobierno iraní tendrá que prestar mucha atención a las manifestaciones agresivas que procedan de la actual administración de Donald Trump, y de la animosidad regional anti-iraní manifestada por actores como Arabia Saudita e Israel, reactivada durante la visita a ambos países del mandatario estadounidense.

Piezas centrales de la estrategia exterior tendrán que seguir siendo la defensa del acuerdo nuclear del año 2015, el desarrollo de las relaciones más estrechas posibles con Rusia, China y potencias europeas, así como la proclividad a encontrar vías negociadas para la solución de varios de los más importantes conflictos que se desarrollan en la zona, y en los cuales Irán tiene algún grado de involucramiento.

Luego de terminada la contienda electoral, el Líder Supremo Ali Jamenei, brindó un mensaje donde prefirió destacar que la nación iraní era la gran ganadora de las elecciones, no felicitó directamente a Rohaní, y mantuvo un tono de advertencia crítica al declarar: “Aconsejo al presidente electo y a los próximos ministros del gabinete, que hagan todo lo posible por eliminar los problemas del país, y no descuiden nunca este gran deber”, añadiendo que hay que atender a las personas necesitadas y a aquellas que viven en zonas desfavorecidas, y “luchar contra la corrupción y las enfermedades sociales” (problemas de décadas que ningún gobierno, reformador o conservador, ha logrado resolver).

Por su parte el presidente Rohaní, agradecería el apoyo brindado por diversos sectores de la sociedad, y por parte de figuras claves como Jatamí, Nateq-Nouri, Hassan Jomeini y Jahangiri, y opinó que la elección era un triunfo de la paz y la reconciliación sobre la tensión y la violencia; un triunfo de los que votaron por el futuro, y no por regresar al pasado; y que el mensaje del pueblo era muy claro, pues el mundo sabía que la nación iraní había escogido el camino de la interacción, lejos de la violencia y el extremismo.

Catedrático del Colmex.

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