…El Eurogrupo le dice al presidente Trump:  

“estoy contigo, te respaldo. Hiciste bien en bombardear Siria”. 

Prensa española

Madrid.- Gran Bretaña saca los soldados a la calle en sus principales ciudades y pueblos, decisión nunca antes vista. La masacre de una mayoría de adolescentes en su momento pone la alarma a su máximo en el continente.

Europa se estremece. Hay miedo contenido, estamos en vilo y nos presenta un futuro peor.

Empero, aún no se toman las medidas para salvarlos de la agresión y del fanatismo del Estado Islámico. Los gobiernos europeos toman nota del peligro pero no se ponen de acuerdo para elaborar un plan común que la sociedad exige.

Unos van y otros vienen. Y las viviendas amenazadas —recámaras, salones, fábricas y demás— por el terrorismo y la falta de consenso en la Unión Europea.

Es inconcebible, parece de retrasos mentales, la impunidad de la que hacen gala los yijadistas que aprovechan la discordia europea para matar, asesinar, sin que haya respuesta efectiva a estos ataques.

El viejo continente satisface el fanatismo. Allí se concentran sus ánimos de “venganza”. Nadie lo detiene. Una semana después de cualquier incursión, el acto terrorista se esfuma, olvida, duerme y a otra cosa.

 

Solución… ¿de quién?

Hace tiempo que debió ponerse un remedio, no sólo lanzar bombas sobre territorio sirio o libio sino también investigar a fondo las causas de esta rebelión que nos agobia.

Los fundamentalistas saben lo que hacen pero no tienen un plan organizado. O no siempre. Practican el juego de la muerte cuando ven la ocasión oportuna en que nos distraemos en salones de baile y estadios de futbol (Manchester). Con los intereses económicos a flor de piel, los presidentes y primeros ministros se conduelen, rechazan con palabras virulentas cualquier intento de destrucción.

No hacen nada. Las muertes de adultos, adolescentes, niños, ensombrece nuestro ambiente y dan pie a que la intervención ajena pueda resolver el problema a su manera.

El terrorismo, por tanto, se reparte la geografía continental para destrozar la vida de miles de personas que no tienen la culpa de que estén como están.

Las estrategias del poder, los egoísmos, la abulia no cristalizan; se dispersan y ganan batallas por goleada. Ya va siendo hora de que los países conformen un espacio específico que los lleve para acabar con la locura por la que atravesamos.

Hombres y mujeres piden a gritos una solución. Pero ¿a quién?… A los que gobiernan. En este momento, el entendimiento es nulo. Cada uno sale por la tangente y se enroca en un nacionalismo absurdo. Porque la libertad debe llegar de inmediato y los terroristas han de terminar en la cárcel o abatidos por las bombas.

Esto último no es muy aconsejable, el europeo ha de exigir con mayor ahínco una decisión drástica y efectiva. Estamos arreglados y machacados. Para nosotros, el Tercer Mundo es un adorno. Sólo lo usan para exprimirlo al máximo.

Pondré algunos ejemplos: las incursiones de la yihad han sido, en el último año y medio, terribles. El último, en el Manchester-Arena, donde las balas se llevaron a los niños, en su mayoría. Fueron 22 los muertos y un sinnúmero de personas quedan al garete.

Otros blancos del Estado Islámico son París (tres veces), Bruselas, Wurzburgo, Estrasburgo, Berlín, Düsseldorf, Londres, San Petersburgo, Estocolmo y los que se avecinan.

Destrozar capitales europeas es un hobby escandaloso y botín para los fundamentalistas. Tarde o temprano tendrán su merecido pero ¿qué capital está en la mira de esos individuos? La incertidumbre es el principal apoyo de los asesinos que se refocilan y abrazan muchas veces, por cada asesinado, una felicitación.

Los gobiernos viven en catacumbas, responden al poder y no toman en cuenta los ataques y los desatinos que nos mantienen sumidos en el temor, más bien en el pavor.

Este ciclo político-económico que acaba nos da la idea clara de que es preciso echar mano de nuevas leyes que resuelva el gran problema que tenemos.

Si las cosas continúan como están, no exagero, puede ser el preludio de una guerra mundial o, por lo menos, de una trifulca esperada.

¿Tenemos futuro?, nadie lo sabe. Los epílogos sociales muestran la forma de cómo viviremos más adelante. Nuestro planeta desequilibrado, venimos de una minoría que vuelve a las cavernas y se protege sin saber cómo ni por qué.


El islam tiene la sartén por el mango

Nosotros, los habitantes, estamos a expensas de los humores terroristas. Si sale el sol, asesinamos; con linterna, también. Por lo menos que los servicios secretos de cada país se aboquen con más enjundia para terminar con los extremistas. Para ello, han de presentar un plan que combate efectivamente a los que nos quitan la ilusión y la tranquilidad.

Sin embargo, los gobiernos actúan sólo dentro de las cuatro paredes geográficas que los definen. Aturde y lesiona ver a conservadores y liberales desprovistos de iniciativas para el bien general.

Dejamos a los fanáticos a su libre albedrío. Si un español se atreve a presentar un documento que una a todos contra el mal, surgirá un húngaro que se oponga, o un inglés, cuyas islas se pierden en el océano.

Ya no necesitamos terremotos, el islam tiene la sartén por el mango. En las mega-ciudades la inquietud se acuesta, mantiene su vigencia y entrega sus armas a los improvisados.

Caeremos, sin duda, en la batalla cotidiana.