Un muro no es de cristianos

Guillermo Ordorica

Hace unos días, en un primer viaje al extranjero que lo llevó a Arabia Saudita, Israel, la Santa Sede, Bruselas y Taormina (Sicilia), Donald Trump dejó ver los alcances internacionales de su eslogan America First. En Levante el tema fue la paz, pero no hubo hoja de ruta. En la capital belga participó en una reunión de la OTAN, donde dijo que 23 de sus 28 miembros no pagan por su defensa y eso es injusto para los contribuyentes americanos. En la ciudad siciliana asistió a la Cumbre del G-7, donde retrasó la decisión de su gobierno de sumarse a los esfuerzos para controlar el cambio climático, según se acordó en la Conferencia de París de 2015.

La visita a la Santa Sede merece especial consideración debido a los desencuentros con el Papa en varios temas, entre otros, migración, cambio climático y la propuesta de construcción de un muro en la frontera con México, que en opinión de Bergoglio no es de cristianos. El encuentro acreditó la relevancia de la sede petrina en el mundo y de la Iglesia católica en Estados Unidos, país que después de Italia tiene el mayor número de cardenales, donde hay más de 72 millones de fieles y en el que una tercera parte de sus congresistas profesa dicha religión. Esta reunión entre un prestigiado líder religioso y un jefe de Estado que por primera vez muestra sus cartas en el extranjero confirmó que la diplomacia sirve para precisar términos de negociaciones complejas, acercar posiciones, suavizar narrativas, tejer la distensión y alejar el fantasma del conflicto.

La breve conversación con el Papa ocurrió luego de que Trump estuvo en Arabia Saudita e Israel. No fue por azar. El comunicado de la Sede Apostólica indicó que ambos líderes abordaron asuntos internacionales así como la promoción de la paz en el mundo a través de la negociación política y el diálogo interreligioso, con particular referencia a la situación en Oriente Medio y la protección de las comunidades cristianas. Así de simple pero igualmente de complejo.

Como ocurre en estos encuentros, su premura impidió abordar la larga lista de inquietudes globales. Pero los regalos de Francisco a su visitante llenaron en parte ese vacío y de alguna forma previeron lo que sucedería en Bruselas y en Taormina. El Papa le entregó a Trump su mensaje con motivo de la 50 Jornada Mundial de la Paz, a la que visualiza a través de la no violencia activa y creativa. También le obsequió su exhortación Evangelii Gaudium, su encíclica Laudato Si, y su exhortación Amoris Laetitia, donde respectivamente responsabiliza al sistema económico de la pobreza y el consumismo, señala la urgencia de adoptar medidas para la preservación ecológica y teje ideas sobre la familia y sus valores. A su vez, Trump regaló al pontífice una colección de libros sobre el pensamiento de Martin Luther King, con quien Francisco no podría estar más de acuerdo.

Cabe decir que la esposa de Trump aprovechó la estancia para visitar el hospital Bambino Gesù. A su vez su hija Ivana, vista ya como interlocutora para temas sociales, se reunió con la Comunidad de San Egidio, organización católica con presencia global, comprometida con derechos humanos, migrantes y la abolición de la pena capital. Por cierto, en gesto de buena fe, la Santa Sede avaló la designación de Callista Gingrich como embajadora de Estados Unidos, no obstante que para ese tipo de cargo, sin ser ley, la Curia prefiere hombres y no mujeres. Son tiempos de cambio.

 Internacionalista

Twitter Revista Siempre