La “revolución tecnológica” no es un alivio para el empleo

Joaquín Pérez Sánchez

Más de la mitad de la población mundial ya vive en ciudades (54%) según Naciones Unidas (ONU) y esta cifra aumentará hasta alcanzar el 70 por ciento en el año 2050, de acuerdo con las proyecciones del organismo mundial. Aunque existen diferentes niveles en el proceso de urbanización, dependiendo las regiones del mundo, el proceso parece imparable. Alimentación, vivienda y empleo, son algunos de los componentes de este sistema errático que estamos impulsando, que cada vez más están en el ojo del huracán.

De acuerdo con el Informe del Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de la ONU (DESA), que representa una revisión estadística en 2014, la combinación del crecimiento de la población y la preferencia de la gente por mudarse a las áreas urbanas, contribuirá al crecimiento de las megaciudades y los problemas que ello genera. Actualmente se calcula que la población mundial alcanza más de 7,400 millones de habitantes y más de la mitad ya vive en urbes de más de 300 mil habitantes.

De 1990 a 2014, según el estudio de la ONU, las megaciudades (con más de diez millones de habitantes), han pasado de 10 a 28 y en ellas “viven” 453 millones de personas, lo que equivale a un doce por ciento de la población urbana mundial. Los datos revisados de este informe indican que 16 de estas megaciudades se encuentran en Asia; cuatro en América Latina; tres en África; tres en Europa y dos en América del Norte. Tokio es la mayor de ellas con 38 millones de personas, le sigue Delhi con 25, Shangai 23, la Ciudad de Mexico y Sao Paulo con 21 millones respectivamente.

Otro estudio, éste realizado por la consultora McKinsey, indica que la “riqueza” también se produce y acumula en las grandes urbes, ya que en las 600 ciudades “más dinámicas del mundo” no sólo vive el 23 por ciento de la población mundial, sino que ahí también se genera el 55 % del Producto Interno Bruto (PIB).

Esta aceleración de la urbanización está produciendo graves problemas, sobre todo en los países pobres que son la mayoría. Pero también afecta a las regiones ricas, como por ejemplo Europa que ya alberga en sus ciudades al 75 por ciento de la población. El campo, si bien es cierto se ha tecnificado, cada vez es más evidente que sufre por la migración de los jóvenes a las ciudades y el envejecimiento de sus pobladores.

La educación y los avances de la comunicación digital, la tecnología, la robótica, generan la inquietud de los jóvenes por migrar a las ciudades, estudiar y trabajar. Sin embargo, la “revolución tecnológica” no ha resultado ser un alivio para el empleo, por el contrario, las generaciones nuevas, “más preparadas” se encuentran ante un sistema que los margina y que les impide aportar sus conocimientos.

La concentración de la riqueza en pequeños sectores que encabezan esta revolución tecnológica (inteligencia artificial, genética, biotecnología, entre otras), no está generando las plazas de trabajo necesarias para el ritmo del crecimiento poblacional. El sistema se ha agotado, pero como en otras ocasiones, los poderes que comandan el sistema económico no quieren cambiar las reglas.

El proceso de salida del Reino Unido de la Unión Europea (Brexit), refleja como estas contradicciones se están expresando de distintas maneras.

La mayoría de los pobladores de las grandes ciudades en el Reino Unido, no quiere abandonar el proceso integrador que supone la Unión Europea, en cambio, la población rural y las pequeñas ciudades, donde el desempleo campea, quieren regresar al pasado. De acuerdo con los datos de la ONU, este proceso parece irreversible, las urbes conectadas y los beneficios y problemas que ello significan son una realidad a la que no se puede escapar. El mundo se nos hace pequeño.

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